Constantino Romero, la voz
Incontables actores, de Clint Eastwood a Sean Connery, hablaron a través de él
Una enfermedad neurológica se llevó ayer a Constantino Romero (Albacete, 1947), a los 65 años. Personaje popular y versátil, ejerció como presentador, doblador, locutor radiofónico y actor. Ayer hace cinco meses que anunció su jubilación tras 47 años trabajando. Quienes le conocían supieron leer entre líneas ese definitivo adiós — y si se quiere, gesto de humor y lucidez— cuando el 12 de diciembre del año pasado el presentador se despidió de los micrófonos y los platós a través de su cuenta de Twitter: “That’s all folks!” (¡Esto es todo, amigos!).
Constantino llegó a Barcelona con nueve años, después de pasar su infancia en la localidad manchega de Chinchilla. Muy joven puso a trabajar su voz, que adquirió tal poder a lo largo de su carrera que fagocitó a uno de los actores de teatro más singulares y completos. “Le entusiasmaba la ceremonia del teatro, salir al escenario; era de sus máximos goces”, recuerda su compañero Emilio Gutiérrez Caba.
Es paradójico que quienes no aman el cine doblado pudieran admirar al mismo tiempo el buen hacer de Romero cuando prestaba su voz, grave y rotunda. Lo empezó haciendo casi por casualidad hace más de 40 años, al principio dando vida a intérpretes de poco relieve, al tiempo que daba vigor a spots publicitarios. Pronto comenzó a doblar a actores populares, entre ellos, a Clint Eastwood, desde 1971 y hasta el final. No llegaron a conocerse personalmente, pero en las pantallas españolas ambos acabaron siendo una única persona. Se hicieron tan inseparables actor y doblador que, ya retirado del oficio, Romero se prestó a doblar a Eastwood en Golpe de efecto, reconociendo que era su último doblaje. Cuando Alex de la Iglesia pretendió que Eastwood apareciera en la última secuencia de 800 balas (2002) tuvo que conformarse con la espalda de un doble… y la voz de Romero; solo con ella era verosímil la presencia del actor americano.
Puso su voz, entre muchos otros, a Stacy Keach, Robert Redford, Roger Moore con sus James Bond, Raf Vallone, Donald Sutherland, Michael Caine, Sean Connery, Kirk Douglas, Orson Welles, Arnold Schwarzenegger, incluso a Pier Paolo Pasolini en El decamerón; también, por supuesto, a Rutger Hauer en Blade runner —quien llegó a afirmar al ver la versión española: “¡Ojalá tuviera la voz del que me ha doblado, es mucho mejor que la mía!”; inolvidable aquella frase en la voz de Romero: “Todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia”—, al oscuro Darth Vader de La guerra de las galaxias (“Yo soy tu padre”), al mismísimo Rey León…
La vida actoral de Romero estuvo ligada a la de Mario Gas, director de gran olfato que siempre andaba tras él y, más aún, si transitaba por el teatro musical. “Fue un grande polifacético, pero su grandeza artística, con serlo mucho, palidecía ante su enorme grandeza como persona”, dijo ayer Gas.
Debutó como actor en 1984 en La ópera de tres peniques (Brecht/ Weill), con la que Gas se consagró como director; aunque antes, siendo adolescentes, ambos hicieron montajes amateurs. Otros impactantes trabajos con este director: Ascenso y caída de la ciudad de Mahaggony (Brecht/ Weill), Orestiada (Esquilo), A Electra le sienta bien el luto (O’Neill), Sweeney Todd (Sondheim), etcétera. Gas le reclamó para Follies, pero ya no podía ser. Coincidió mucho con Viky Peña, “fue un gran vividor de la vida, desparramaba cariño, risas y sobre todo inteligencia”, apuntó ayer la actriz.
En los años ochenta trabajó con directores como Ángel Facio, Montserrat Julió, Joan Lluis Bozzo y destacó en La Ronda (Schnitzler), con Gas, a quien le gusta recordar una frase del personaje de Romero: “El pasado no existe, el futuro es incierto, el presente evanescente y el amor, cuando se acaba... se acaba”.
Su último trabajo teatral fue en Beaumarchais (Guitry), con Flotats. “Es una gran pérdida profesional, pero lo que verdaderamente duele es perder a ese ser humano, por la calidad que tenía”, señala el actor y director, quien intentó que Romero repitiera con él en La mecedora (Brisville).
Ante las cámaras intervino pocas veces en el cine (en Olimpicament mort, fue el detective Pepe Carvalho; Lola, de Bigas Luna; La veritat oculta, de Carlos Balagué; Héroes, de Paul Freixas), pero detrás de ellas, en las salas de doblaje, Romero moduló su voz, a veces de trueno, otras en tono más amable, en un incalculable número de películas.
El actor tendrá una ceremonia civil de despedida hoy a las 13.00 en el tanatorio de San Gervasi de Barcelona.
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