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La odisea íntima de un ministro

Pierre Schoeller retrata en ‘El ejercicio del poder’ la complejidad del mando

Tommaso Koch
El director Pierre Schoeller en el Instituto Francés de Madrid.
El director Pierre Schoeller en el Instituto Francés de Madrid. CLAUDIO ÁLVAREZ

Una vez le preguntaron a Giulio Andreotti si el poder consume. Il Divo Giulio, seis veces presidente del Gobierno italiano, ministro en más de 20 ocasiones, que se libró de salir condenado por colaboración mafiosa y ahora senador vitalicio, respondió que sí corroe, pero a quien no lo tiene. La frase —del político francés del siglo XVIII Charles Maurice de Talleyrand-Périgord— quedó para la historia de Italia. Y sin embargo el ministro que protagoniza El ejercicio del poder no estaría nada de acuerdo. Porque, en el nuevo filme de Pierre Schoeller, que se estrena hoy en España, llevar el mando consume, y mucho.

“Es la historia de un hombre que intenta dormir tranquilamente con su mujer, pero no lo consigue. ¿Por qué? Porque es un ministro”, resume Schoeller, de 52 años, en el Instituto Francés de Madrid. En efecto, tras un sueño surrealista roto por una llamada en medio de la noche, el responsable de Transportes se ve arrastrado por un río de reuniones, decisiones y eventos que jamás le devuelve al punto de partida.

También, y sobre todo, por culpa de una batalla interna del Gobierno por la privatización de las estaciones de tren. “¿Qué puede hacer un hombre solo hoy en día? Es un tipo generoso, sensible, pero está en un equipo que le frena. La acción ministerial es colectiva”, defiende Schoeller. Por lo menos, el ministro (Olivier Gourmet) cuenta con un grupo de colaboradores a su lado y con Gilles (Michel Blanc), un funcionario más anciano que le asesora. “Se estiman, tienen una gran amistad, pero son completamente distintos y se van separando. Finalmente, el poder es más fuerte”, tercia el director.

Para comprobarlo, Schoeller se reunió con políticos y consejeros, mientras construía su archivo personal: “He hecho una colección de fotos de los periódicos. Hay imágenes del Papa, de Merkel o de Obama, de encuentros, charlas y mítines, para ver la relación física del trabajo de los ministros”. El resultado final es una Francia contemporánea y ficticia, pero muy real, donde los móviles no paran de sonar, un trayecto en coche se aprovecha para una reunión y en un día un ministro declara una cosa y su contraria.

“El poder se vive en el cuerpo. No quería contar la historia de su conquista, sino su realidad”, asegura Schoeller. “Creo que el poder se oculta siempre. Había que ir a buscarlo y mirarlo a los ojos. ¿Qué se ve? Todas las dificultades del mundo. Y cómo transforma a la gente”, añade. Sobre el poder, al fin y al cabo, Schoeller está edificando su filmografía. Tras Versalles (2008) y la odisea del ministro, el cineasta francés rodará una película sobre la Revolución Francesa: “Estoy pensando en dos o tres filmes. Uno para las salas, normal, y otro para Internet y los festivales que solo incluya los discursos y que sea complementario”. Es decir, un formato, a su manera, también revolucionario.

Bastante menos innovadora está siendo, de momento, la presidencia de François Hollande. Elegido con el 51,67% de los votos, aupado por grandes esperanzas, el mandatario socialista se hunde solo un año después hacia el fondo de las encuestas. “Tiene el Gobierno, tiene las regiones, tiene la mayoría absoluta. Tiene todos los poderes. Pero no mueve nada. Creo que la razón es que el poder político está sumiso al poder económico”, sostiene Schoeller. Por eso, el cineasta reclama a su presidente más valentía, a costa de las posibles críticas: “Ensuciarse las manos es intentar hacer las cosas”. En esto sí estaría más que de acuerdo con Andreotti.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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