Dos hombres y un destino en el Salón del Cómic
Corteggiani y Blanc-Dumont inyectan nueva savia al legendario Blueberry
El hombre del sombrero observó al forastero llevarse la mano al cinto y con un gesto centelleante sacó su revólver. En ese preciso momento sonaron las inconfundibles notas de La muerte tenía un precio. La escena pudo verse ayer en el Salón del Cómic de Barcelona, dedicado especialmente en esta edición (hasta el domingo) al nexo entre la historieta y el wéstern. El cowboy era un miembro de la organización ataviado como tal para dar ambiente, el forastero un visitante que extraía el móvil del bolsillo y la música de Ennio Morricone la ponía desde un escenario la banda Bat Audicions, con sus miembros caracterizados de vaqueros. La sección dedica al Far West es lo más espectacular y llamativo este año de la feria, que dedica también amplia atención a los superhéroes. La diligencia colocada en mitad del espacio del wéstern y rodeada de cactos es un poco filfa —convenimos con el dibujante y el guionista de la serie La juventud de Blueberry Michel Blanc-Dumont y François Corteggiani, respectivamente que parece haber sufrido un ataque apache especialmente intenso— aunque contribuye lo suyo a crear clima.
Los dos centenares largos de originales de historietas de wéstern de la exposición estelar, Por un puñado de cómic, se reparten alrededor del gran espacio arropados por elementos escenográficos. Los dibujos son una sensacional muestra del maridaje de cómic y wéstern. Todos los grandes dibujantes están representados así como todos los estilos, subgéneros y personajes. Tex, Comanche, el gran MacCoy de Hernández Palacios, el Cisco Kid de Salinas..., Están incluso el Cuttlas de Calpurnio y el entrañable El Sheriff chiquito que es todo un gallito, de Schmidt. Entre las maravillas, los bocetos de Jordi Buxade para Red Ryder.
“Es la exposición de esta clase más extraordinaria que hemos visto”, acordaban Blanc-Dumont (1950) y Corteggiani (1953). Juntos, el dibujante y el guionista franceses llevan desde 1998 continuando la serie La juventud de Blueberry, una de las que han salido de la serie troncal del legendario personaje y que empezaron en 1975 los propios creadores Charlier y Giraud. “Charlier era formidable, un genio, muy culto, al contrario que muchos jóvenes creadores de cómic actuales”, dice Corteggiani. “Para mí es el heredero natural de Dumas, de Paul Féval, de Ponson du Terrail. Y un hombre del Renacimiento que sabía de todo y sentía curiosidad por todo. Incluso fue piloto de aviones como sabe, para Sabena. Él me propuso continuar la serie con Wilson tras El raid infernal”.
Corteggiani y Blanc-Dumont eran grandes admiradores de Blueberry desde niños. “Fue un shock descubrirlo. Blueberry, jugador, bebedor, tan de la vida, es un antihéroe. Resultaba muy distinto de los personajes del cine de entonces. La serie fue evolucionando magistralmente en paralelo al cine: de Ford a Sergio Leone, de Monument Valley a Almería, eso fue sobre todo influencia de Giraud. Funcionaban muy bien juntos, se llevaban muy bien por ser tan diferentes”.
Dibujante y guionista están de acuerdo en que la serie sobre la juventud de Blueberry tiene largo recorrido. En la nueva aventura lo encontramos en Gettysburg, y de hecho ya están planificando cuatro álbumes más. “Hay mucho que contar y se pueden inventar cosas nuevas”. Tiene algunas limitaciones, claro: “No lo puedes matar, obviamente. Pero es muy estimulante mostrar el proceso de germinación del personaje”.
Blanc-Dumont creó (con guiones de Laurence Harle, fallecida en 2005) y dibujó a otro de los personajes más interesantes del cómic de wéstern, Jonathan Cartland. “Es de un estilo muy diferente a Blueberry, influido por Jeremiah Johnson, el montañero de la película de Pollack y Redford, y por Un hombre llamado Caballo”. Es un personaje mucho más romántico. “Sí, en Blueberry prioriza la acción y la aventura, las historias de Cartland son más sentimentales, intelectuales, psicológicas, y adoptan mucho el punto de vista espiritual indio”. Blanc-Dumond da, desgraciadamente, por muerto al personaje. “Se acabó”. Les pregunto adónde van a parar los personajes muertos. “Como las personas reales, siguen viviendo hasta que la gente los olvida”.
Buscando otro proyecto tras Cartland, Blanc-Dumont encontró a Corteggiani y a Blueberry. “Un sueño, nunca pensé que dibujaría a uno de mis héroes de infancia”. En uno de los álbumes, Hay que matar a Lincoln, adelantaron el interés por el personaje histórico, que estrecha la mano de Blueberry en una viñeta inolvidable. El lector de Blueberry, observan, es un lector que envejece, “aunque siempre hay niños inteligentes que lo descubren”.
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