El escritor que esculpe palabras
Ignacio del Valle, más conocido como creador del detective Arturo Andrade, recopila sus relatos en 'Caminando sobre las aguas'
En las páginas de la nueva obra del asturiano Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) aparecen desde periodistas en primera línea de fuego, ladronzuelos sin esperanzas, un coche accidentado en un bosque fantástico en el que resuenan las notas de un CD de Bach... En la colección de cuentos Caminando sobre las aguas (Páginas de espuma), como en la misma realidad, cabe de todo. “Todo se mezcla en la vida, lo terrible lo cruel, el amor, el humor…”, explica el propio Del Valle, que también ejerce como columnista y que quizás es más conocido por su trilogía de novela negra –con toques históricos– protagonizadas por el detective Arturo Andrade.
Acostumbra a escribir relatos cortos constantemente (“siempre he sido escritor de cuentos”, afirma), pero acentúa esta faceta cuando, como ahora, se encuentra entre una novela y la siguiente. “Localizo bien las distancias entre una forma de escribir y otra. Me gusta emplear la metáfora de Miguel Ángel, que decía que la estatua ya está dentro del bloque de mármol, solo hay que quitar lo que sobra”. Las 14 historias de Caminando entre las aguas se quedan con lo esencial, con lo que esconden unos relatos que nadan entre la visceralidad y la ternura. Como el ladrón de poca monta que decide desquitarse en una joyería tras una infeliz existencia.
“Los cuentos tratan temas muy distintos, pero en todos subyacen temas muy reconocibles: la búsqueda de la identidad, la belleza, la guerra…”, argumenta Del Valle. “En todos ellos veo un leit motiv, que viene de mi pasión por Florencia. Me fascina esa búsqueda del individuo como medida del universo”. El relato que mejor ejemplifica esta obsesión es el que da título a la colección, un breve retrato sobre las conspiraciones de la Florencia renacentista. Otros autores necesitan varios volúmenes para contar toda una maraña de intrigas palaciegas, pero Ignacio Del Valle se basta con apenas 20 páginas para llegar al mismo punto. “Lo tenía medido en la cabeza”, explica. “Tenía que terminar justo donde termina”.
Él mismo lo reconoce, es más conocido por su faceta como novelista, aunque no discrimina a la hora de escribir una u otra pieza. Tampoco cree que el escritor consagrado se deba solo al género largo: “Es igual de satisfactorio en los dos casos”, reconoce. “Los dos son como correr un tour, y el cuento no es una preparación para correr el tour, como se piensa habitualmente. Son géneros totalmente autónomos”.
En 2011, el cineasta Gerardo Herrero llevó a la gran pantalla su novela El tiempo de los emperadores extraños, ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Reconoce que mientras está escribiendo las imágenes le llegan solas. “Es algo inevitable”, explica. “Mis relatos contienen ideas potentes, que en algún momento pueden dar pie a una historia en cine”. Puestos a fantasear, reconoce, no vería con malos ojos que Paul Thomas Anderson adaptara una de sus historias.
“Un amigo mío, cinéfilo, me decía que el equivalente de lo que hago en el cine serían películas de autor comerciales”, explica. Ignacio del Valle ha reconocido sin pudor que no le incomoda escribir para llegar al mayor número posible de lectores. Y es aquí donde entra la recurrente discordia entre alta y baja literatura: “Quiero que el lector se enganche, ese verbo tan denostado en la literatura”, defiende entre risas. “No quiero que sufra con mis libros. Se puede llegar a la gente sin perder la calidad. Hay miles de ejemplos: Sherwood Anderson, Guy de Maupassant, John Cheever… Nunca me he aburrido con ellos”.
El escritor se reconoce afortunado: ha conseguido vivir de su vocación y, dice, la escritura es lo que le mantiene cuerdo. “Escribir es como jugar, cuando lo hago no tengo sensación de estar trabajando”, comenta. “Es lo que sé hacer. Lo haría gratis y lo haría por un millón de euros”.
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