La democracia se pega
Una muestra revive en Salamanca la ebullición política de la Transición a través de pegatinas
Un día después de la muerte de Franco empezó la Transición. Aunque entonces nadie lo sabía. Ese mismo día aparecieron de la nada miles de pegatinas de colores patrióticos y mensaje institucional: Juan Carlos I Rey de España.Alguien, en altas instancias, pensó que la vía más eficaz de anunciar el recambio era un simple adhesivo.
La Historia ya no desdeña las pequeñeces para ser contada. La exposición La Transición a través de las pegatinas evoca el espíritu de aquellos días con más facilidad que un ensayo. Medio millar de adhesivos, expuestos hasta el 31 de marzo en el Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca, permiten rehacer la atmósfera de años convulsos y esperanzados, el nacimiento de unos movimientos, la resistencia de otros, la llegada de la libertad política, la salida del armario, las nuevas conciencias... Las feministas lucían pegatinas que pedían: Queremos el derecho al aborto. No queremos abortar. Los vecinos del barrio madrileño de Moratalaz luchaban: Para que el barrio florezca... que Urbis desaparezca. Los carlistas exaltados advertían: ¡Requeté vigila! La guerra aún no ha terminado. Los anarquistas avisaban de otra cosa: No quiero aprender lo que tú quieres que sepa sino lo que yo quiero saber.
Los ripios no pasarán a la historia de la poesía, cierto, pero muestran una efervescencia social, cultural y política que se había larvado en los últimos años de la dictadura y que, muerto Franco, estalló. Fue también cuando Fernando Iñigo, que tendría 15 años, comenzó a guardar las pegatinas. Su colección arrancó a lo grande: un adhesivo del PNV a favor de la amnistía de presos diseñado por Eduardo Chillida. Hoy acumula 55.000 pegatinas de las que se ha nutrido la muestra de Salamanca y que, explica, constituyen “una manera de contar la historia muy interesante”.
El mayor sobresalto de la Transición, el 23-F, tiene un reflejo especial, con mensajes a favor y en contra. Tejero más que ayer pero menos que mañana, decían unos, y A los civiles se les puede militarizar pero a los militares no se les puede civilizar, lamentaban otros.
El tricornio fue un símbolo. También la peluca de Carrillo. El entonces dirigente clandestino lució una melena plateada, confeccionada por Eugenio Arias, el peluquero de Picasso, que se expone en una vitrina. Otra gran pequeñez de la Transición.
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