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Un póquer de cine en busca del Goya

EL PAÍS reúne a los cuatro directores candidatos a los premios para charlar sobre la crisis, la taquilla y el ministro

Fernando Trueba (izquierda) y Pablo Berger, en un momento del coloquio
Gregorio Belinchón

Si fuera por ellos, los Goya del próximo domingo 17 se resolvían en un pispás y todos contentos. Los cuatro son candidatos a mejor dirección, sus películas compiten al Goya principal y sus largometrajes suman 62 candidaturas. Este encuentro en el que EL PAÍS juntó a Pablo Berger (Blancanieves), Juan Antonio Bayona (Lo imposible), Alberto Rodríguez (Grupo 7) y Fernando Trueba (El artista y la modelo) empieza con este último reconociendo que Bayona se acercó por la calle para felicitarle por su filme “y le di las gracias sin reconocerle”, y acaba con los cuatro intercambiándose correos electrónicos y con Bayona logrando un cameo en La niña de tus ojos 2. Hubo química en una charla, que se puede ver íntegra en la web de EL PAÍS, en la que hablaron de los Goya, de Wert, de la educación y de sus orígenes.

Pregunta. Son ustedes directores por vocación. ¿Cómo se lo tomaron en sus familias?

Pablo Berger. En nuestra generación aún parecía que había que estudiar en la universidad para ser de provecho. Y te decían: “Tú estudia una carrera”.

Fernando Trueba. Mi padre me dijo lo mismo, pero yo no le hice caso. Recuerdo el día que se lo dije. Estábamos cenando, pequeños y mayores, y nadie contestó, siguieron todos comiendo. Como yo digo muchas tonterías, y sigo haciéndolo, pensaron que era una más. Mi padre era un hombre encantador y cariñoso, pero muy autoritario. A mí me gustaba desobedecer.

Juan Antonio Bayona. Cuando se jubiló mi padre, le hice un video a escondidas y entrevisté a mi abuelo. Y me soltó: “Tu padre es una persona muy buena. Solo una vez tuve que darle una bofetada. Estaba un día esperándole a las dos de la mañana, y cuando llegó, le pegué una bofetada que le tiró al suelo y ahí se quedó”. ¿Y dónde estaba? “¿Dónde iba a estar? ¡En el cine!”. Entonces me di cuenta que de ahí venía todo.

Alberto Rodríguez. En mi caso bien, porque mi padre era técnico electrónico de TVE. No lo vio raro. Mi madre, sí; mi madre aún me dice que por qué me fui de la tele, y no sé yo si tiene razón.

P. B. Mi familia viene del mundo de la música, y si hubiera dicho que quería ser cantante o músico... Pero lo del cine les sonó raro, pensaron que se me me iba a pasar como el resto de mis aficiones: el baloncesto, el yudo, el fútbol… Cuando vieron que empezaba con los cortos en súper-8, dijeron: “Parece que se le ha metido en serio esto del cine”.

F. T. Cuando contamos estas historias, me encanta lo que me confesó Jean Rochefort. Cuando él dijo en su casa muy joven que quería ser actor, su padre le respondió muy serio: “La guerra arreglará todo”, como diciendo “Te vas a enterar, habrá una guerra y te dejarás de tonterías”.

Pregunta. Apuestan por un cine muy variado.

F. T. Una de las cosas más peligrosas del mundo actual es separar el cine de autor del cine comercial. Vivimos en un mundo en el que todo se separa en tribus, bandas... cuando lo bonito es que todo fuera lo mismo. Cuando era niño e iba al cine, veía una de Bergman, de Billy Wilder, de Truffaut o de Richard Brooks. Y eran de autor, las habían escrito los directores, eran las historias que querían contar y a la vez eran comerciales. Algunas iban mal, otras iban bien, la mayoría iba normal… Ahora ninguna va normal, todas son un éxito o un fracaso. Hay que reivindicar esto: hacer películas de autor, la que tú quieres hacer, pero intentar que la vea el máximo número de gente posible, comunicar, porque ahora hay un culto al cine opaco, ininteligible, que es solo para la capilla de elegidos, y luego el comercial, despreciable, porque es una mierda… \[en tono cínico\]. Lo bonito del cine es que era un arte popular.

J. A. B. Siempre hemos sido conscientes que el cine lo hacen personas, y hablamos de directores, músicos... He crecido con la conciencia de que las películas las hacen personas. Y a los americanos esto no les entra. Yo he estado con un ejecutivo de Hollywood explicándole quién era Ennio Morricone, y me respondía que él sacaba la BlackBerry y que en un minuto se enteraba. Y no se trata de eso, se trata de que entiendas quién es Ennio Morricone. Tú ves cine y te interesan las personas que lo hacen. Sabes que Scorsese siempre trabaja con la montadora Thelma Schoonmaker; eso te fascina cuando eras niño, y creces queriendo formar parte de esa mitología.

P. B. Es que lo comercial está denostado. Y yo quiero llegar al mayor público posible. No hay nada que me ponga más contento que ver una sala llena de gente. A nosotros cuatro nos une que hemos escrito, parido nuestros trabajos, y a su vez son muy distintos, lo que es muy bueno para que el público pueda elegir para pasar la tarde. Nos gusta entretener.

A. R. Y las hemos hecho porque nos gustaría verlas a nosotros mismos como espectadores. Al final solo tengo la intuición de que si me siento en un cine me gustaría ver algo como mi filme.

Pregunta. Ha sido un año crítico con la subida del IVA, en el que en cambio ha aumentado la cuota española de la pantalla tras una gran cosecha. ¿Están atentos a la taquilla?

F. T. Cuando era joven miraba la taquilla no tanto por el tema del dinero sino porque me divertía. Hubo un momento en que me di cuenta de que era una tontería. Cuando era joven también leía las cosas que se escribían de mis películas y las guardaba. Acabas descubriendo que la vida es muy corta y lo dejas.

P. B. Yo sí lo miro porque dependo del éxito de esta película para hacer la siguiente. A ver si va bien y así los productores sabrán que pueden apostar por mi siguiente proyecto.

A. R. Yo aprendí con una película anterior, Siete vírgenes, que fue bien en taquilla, que había una sala de un pueblo que daba la media del país al momento por ordenador. Durante meses miraba la pantalla, volvía a ella... Me volví loco. Se lo dije a otros directores y se apuntaron. Engancha.

J. A. B. Al final, como dice Pablo, el objetivo es que te dejen hacer la siguiente, y en libertad. Eso te lo da el éxito comercial.

P. B. Los cuatro hemos sido afortunados en hacer películas en las que hemos creído y por las que hemos luchado. Y estamos nominados a los Goya, unos premios que lo que hacen es que más gente vaya al cine.

P. ¿Qué goya quieren ganar?

P. B. Me gustaría ganar el Goya a la mejor película, porque no es para una persona sino que refleja el esfuerzo de las 400 o 500 personas que trabajan en una película. Y si ganas, 400 personas gritarán de alegría en sus casas.

F. T. En mi caso me gustaría el de mejor actriz para Aida Folch. Por su generosidad, por todo lo que le ha dado a la película, por el esfuerzo que es para una actriz aparecer desnuda y haber aprendido un idioma. Cuando se enteró de que estaba escribiendo el guion, dejó todo —sin decírmelo— y se fue a Francia a trabajar y a aprender un idioma.

J. A. B. Voy a romper el guion porque el Goya que me haría mayor ilusión sería el de Chus Lampreave por tu película, Fernando, porque he sido un fan loco de Chus desde que iba al cine con los colegas, y siempre le ha faltado un gran reconocimiento.

F. T. Entonces, ¿por qué no le diste el papel de Naomi Watts? Hubiera sido una comedia de la hostia.

A. R. En mi caso, el de dirección de producción. Los tiempos de rodaje empiezan a ajustarse cada vez más, esto empieza a ser más difícil, y además en mi caso la directora de producción es mi pareja. Es muy difícil sacar las cosas adelante y no se valora la importancia de su labor. Ella nos metió a todos en vereda. Yo soy bastante caótico.

Pregunta. Si se cruzan con José I. Wert, ministro de Cultura...

F. T. Puf, ¿qué le vas a a decir? Esto es un puto desastre. Anoche leía que el capitalismo está contra la cultura por definición. Cierto.

J. A. B. La defensa del cine empieza en la escuela. El Gobierno debería luchar por la cultura desde la escuela, enseñar el amor al cine en el colegio. Y no solo el cine: el teatro… Hablamos del modelo francés como un ejemplo económico a imitar y no vemos que ellos tienen un amor que se aprende desde la escuela.

A. R. Guédiguian decía hace poco que además del sistema de ayudas hay un acuerdo entre la izquierda y la derecha para que el cine sea intocable.

F. T. Mika Kaurismäki me contó que iban a hacer una ley en Finlandia que se iba a cargar todo el arte. Y se reunieron todos, artistas, cineastas..., y decidieron irse a vivir a Andorra. Fue una decisión colectiva que paró la ley. Todos los que nos dedicamos al cine deberíamos pedir la nacionalidad francesa. Porque yo quiero pagar impuestos, pero en un país que defienda la cultura y mi profesión, que es el cine. Es que no me protege ni la ley. A los del cine nos atracan todos los días. Y nadie nos defiende.

A. R. Yo le diría que este año ha sido muy bueno de cine pero porque son películas hechas de antes de los recortes.

F. T. ¿Estas películas nuestras se podrían hacer hoy?

A. R. Lo que es seguro es que no se podría hacer esa cantidad.

J. A. B. Y aquí estamos los directores, que somos unos locos del cine, tenemos una necesidad de rodar, y lo haremos con dos personas en vez de con cien. Pero entonces, ¿qué pasa con las otras 98? Esos son quienes viven del cine. ¿Quién piensa en ellos? A ellos les atracan también todos los días. Conozco a Javi, que empuja el travelling en mis filmes. Si antes hacía dos o tres películas al año, ahora con suerte estará en una. Este señor tiene una familia, y le dan igual los premios, la alfombra roja, los Goya... Él vive del cine empujando ese carrito.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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