Fin de la caza al esqueleto de Ricardo III
Los arqueólogos que hallaron los restos confirman que pertenecen al rey Aportan fotos, análisis de los huesos y pruebas del ADN El cuerpo se hallaba sepultado bajo un 'parking', ocupado por una iglesia hasta el siglo XVII
Su reino por un caballo. Pero a saber qué habría ofrecido Ricardo III a cambio de un entierro digno. Porque acabar sepultado debajo de un parking no es exactamente el destino que un rey se espera. Y sin embargo allí, entre los coches aparcados en el centro de Leicester, un equipo de arqueólogos e investigadores británicos fue a excavar en busca del cadáver del soberano, que reinó sobre Inglaterra entre 1483 y 1485. En efecto, encontraron un esqueleto y “evidencias relevantes” de que se trataba de Ricardo III. “Tenía daños en la calavera, que sugerían que podía haber muerto en batalla, y curvaturas de la espina dorsal que revelaban escoliosis. Lo que coincidía con su historia”, relata Richard Buckley, director del departamento de arqueología de la universidad de Leicester y uno de los responsables de la excavación. Aunque no eran más que indicios, hipótesis. Solo hoy, cuatro meses y muchos análisis después, la Universidad de Leicester ha anunciado su respuesta definitiva: el esqueleto pertenece a Ricardo III.
En una rueda de prensa, Buckley y otros miembros del equipo han relatado con detalle todos los análisis que se han llevado a cabo sobre el cuerpo, y que también se pueden leer en la página web de la universidad de Leicester: “Le hemos practicado la datación por radiocarbono, que permite identificar la fecha del entierro, aunque con un margen de error de entre 80 y 100 años. Los forenses han analizado los huesos, y han concluido que era un hombre que falleció en torno a los 30 años [Ricardo III tenía 32]. Hemos estudiado sus dientes, los traumas de la calavera y la espina dorsal”. Y también han comparado el ADN del esqueleto y el de Michael Ibsen, supuesto descendiente de Anna de York, hermana del soberano.Todo para llegar a un veredicto, anunciado por el propio Buckley: "Confirmamos el hallazgo de Ricardo III".
En realidad, la cobertura mediática prometida por el centro ya parecía adelantar su respuesta. ¿Para qué organizar una rueda de prensa, lanzar una nueva página web y emitir un documental sin tener nada entre manos? “Es una buena argumentación. Cualquiera puede hacerse una idea”, contesta entre risas Buckley, antes de escudarse en un “no comment”. Había también, sin embargo, indicios que no ayudaban a despejar las dudas: Buckley relata que no fue hasta ayer a última hora cuando los expertos que han estudiado el caso hablaron por fin entre ellos para alcanzar un consenso sobre el contenido de la rueda de prensa de hoy.
Al fin y al cabo, no es para menos, ya que Ricardo III es uno de los soberanos más conocidos de la historia de Inglaterra. Aunque, no exactamente para bien. Pese a reinar solo dos años, le dio tiempo a encerrar en una torre y asesinar a sus dos sobrinos, legítimos herederos al trono, a combatir en la gran batalla de Bosworth contra Enrique VII y la familia rival de los Lancaster, a fallecer en ella siendo así el último soberano de los York y el punto final de la Guerra de las Dos Rosas, y a protagonizar –póstumamente, claro- una de las tragedias más famosas de William Shakespeare. Por cierto, el gran dramaturgo le retrata como un jorobado vil, ambicioso y corrupto. Casi nada, vamos.
Otro indicio procedía de la propia investigación. Y del lugar donde excavaron. Porque, claro, no siempre fue un parking. Más allá de que en la época de Ricardo III no hubiese mucho coche que aparcar, bajo ese mismo suelo se hallaba la iglesia de Greyfriars. En ese edificio sagrado, derrumbado en el siglo XVII, varias crónicas de la época aseguran que fue enterrado el soberano. Una opinión que compartió ante la BBC (que, todo sea dicho, es el portal que retransmite la rueda de prensa de hoy en streaming) el profesor John Ashdown-Hill, autor del libro Los últimos días de Ricardo III: “Encontré un documento en el archivo financiero de Enrique VII en el que guarda dinero para una tumba de alabastro para Ricardo III y dice que tenía que ser construida donde estaba sepultado, bajo el coro de Greyfriars”.
Lo mismo creía Philippa Langley, presidenta de la sociedad Ricardo III y principal impulsora de la búsqueda. “El proyecto arrancó hace dos años, gracias sobre todo a ella. Estaba muy convencida de que el cadáver del rey aún siguiera en Greyfriars”, detalla Buckley. Todo lo contrario que él: “Estaba muy desanimado con nuestras opciones de éxito porque la iglesia ya no existía. Pero lo atractivo era la idea de buscar una de las últimas casas medievales religiosas perdidas, ya que casi todas fueron abatidas”.
Sea como fuere, Langley convenció al Ayuntamiento para que diera su visto bueno. Y al incrédulo Buckley no le quedó sino dirigir la caza al prestigioso cadáver. Una caza fantasma, al menos al principio, ya que ambos, rey e iglesia en la que yacía, estaban desaparecidos. De ahí que el primer problema fuera entender dónde se alzó en su día Greyfriars. A fuerza de mirar mapas -sobre todo uno de 1741 de Thomas Roberts que mostraba “perfectamente el contorno de Greyfriars”, según Buckley- los arqueólogos concluyeron que su punto X se hallaba entre coches, en el corazón de Leicester.
Una vez encontrado el sitio, y los imprescindibles patrocinadores, en agosto de 2012 empezaron las excavaciones. Con las primeras dos zanjas, Buckley y sus compañeros encontraron los restos de un pórtico y de una sala capitular. Los hallazgos iniciales los ayudaron a orientarse: “La sala capitular suele estar en el lado este del claustro. Y la iglesia tenía que estar al norte del claustro”. Así que, tirando de la zanja, los expertos llegaron hasta donde creían que se ubicaba el coro de Greyfrias. Y, allí debajo, encontraron un esqueleto.
“Es la ocasión para darle el entierro solemne y respetuoso que merece”, ha declarado Phil Stone, directivo de la Sociedad Ricardo III. Finalmente será en la catedral de Leicester, pese a que varias ciudades inglesas peleaban por el derecho a sepultar en sus tierras al soberano. Ya saben, mi reino por un poco de turismo.
Babelia
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