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CRÍTICA DE 'EL CUARTETO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dustin Hoffman y el imperio

J. O.
Dustin Hoffman, dirigiendo 'El cuarteto'.
Dustin Hoffman, dirigiendo 'El cuarteto'.

Dustin Hoffman ha decidido estrenarse como director a los 75 años con un relato, en principio, cortado a su medida, protagonizado por personajes de su edad, cuya época de gloria profesional forma parte más del pasado que del presente, seres que comienzan a ver las orejas al lobo y que, aun necesitados del aplauso y de la aceptación pública, aceptan una reunión final, un último acto, con los que dar aliento a su existencia, a su talento y a su ego: El cuarteto, ambientada en Reino Unido, alrededor de los divos y divas de la ópera. Eso sí, la película, blanca, convencional, agradable, pero con nula capacidad de riesgo, se beneficia sobre todo de su plantel interpretativo, del inmenso carisma de mitos como Maggie Smith, presencia a la que por suerte estamos acostumbrados en cine y televisión, y como Tom Courtenay, mucho más esporádico en sus trabajos, además de unos diálogos por encima de la media, aunque sin llegar a la altura de la última producción reciente en esta línea de agradecida placidez: El exótico hotel Marigold.

EL CUARTETO
Dirección: Dustin Hoffman.
Intérpretes: M. Smith, B. Connolly.
Género: melodrama. Reino Unido, 2012.
Duración: 98 minutos.

En el guion de Ronald Harwood, otro veterano que puede dar cuenta de tantas batallas ganadas (Taking sides, El pianista, La escafandra y la mariposa) como perdidas (Australia, El amor en los tiempos del cólera), basado en su propia obra teatral, se vislumbra la sabiduría del viejo zorro (como en la clase de música para jóvenes), sin embargo, a la hora de hablar de la inevitable cercanía de la muerte, se nota que nunca han querido ser duros, y la secuencia en la que uno de los ancianos parte hacia el hospital en una camilla ante el desasosiego de los demás es una buena muestra.

Mientras, Hoffman, más académico que clásico en la puesta en escena, muestra más problemas de los debidos en las escenas de grupo, sobre todo con el sonido (las risas suenan casi enlatadas, como si se hubiesen añadido a posteriori), y aunque la elección de dejar el clímax final de la actuación fuera de campo resulta una buena decisión, no acaba de encontrar la poética visual que buscaba.

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Sobre la firma

J. O.
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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