Antonio Skármeta: “Ganar el Oscar no nos haría daño”
El autor de 'El cartero y Pablo Neruda' vuelve a vincularse a los Oscar 'No', de Pablo Larraín, basada en su pieza teatral 'El plebiscito', opta a Mejor Película Extranjera Es la primera película chilena que aspira en firme a la estatuilla
Contra todo pronóstico, aquel año la gente votó “no”. El plebiscito de 1988 en Chile para decidir si Pinochet seguía o no en el poder sigue siendo celebrado como un acto heroico colectivo que cambió la ruta señalada de una nación. Ahora, 25 años después, el mismo país reza para que los siempre inescrutables académicos de Hollywood voten “sí” para premiar No, de Pablo Larraín, el primer filme chileno de la historia que es nominado al Oscar en la categoría de Mejor Película extranjera y que se estrena en España el próximo 8 de febrero. Protagonizada por el mexicano Gael Gacía Bernal como el hombre clave que diseñó la insólita y eficaz campaña propagandística que expulsó al dictador del poder, No tiene su origen en El plebiscito, un monólogo teatral nunca escenificado del escritor Antonio Skármeta (Antofagasta, 1940), el mismo que imaginó una amistad conmovedora entre el gran poeta y su cartero, en su novela Ardiente paciencia, que tuvo dos películas, una homónima, adaptada y dirigida por el mismo escritor, en 1988, y otra de más glamur una década más tarde, El cartero y Pablo Neruda, conducida por Michael Radford que, en su momento, condujo al escritor hasta la alfombra roja de la gala de Hollywood. “Ganar el Oscar no nos haría daño”, asevera el literato chileno. ”Y considerando que es la única película iberoamericana en competencia, tampoco a nuestra lengua”.
Novelista, guionista, dramaturgo y eventual diplomático, Antonio Skármeta es también y por derecho hombre de cine. Su fascinación por el séptimo arte le ha llevado a vincularse profesional pero sobre todo afectivamente al mundo del celuloide y no duda en desglosar las razones de este amor. “La organización dramatúrgica del relato; el pacto con el espectador a través de atmósferas que te atrapan más por la emoción que por el intelecto; la dicha de que artistas tan creativos como los actores encaren tus entes ficticios o que la gente asuma que tus personajes son reales”. En sus narraciones, personajes a veces de ficción se mueven usualmente en un Chile muy real y con frecuencia en sus novelas y relatos siempre hay una especie de fe ciega en el poder de los artistas para cambiar el estado de las cosas. “Mis libros expresan un afectuoso respeto por la verdad de mis personajes. De ellos intento comprender y expresar lo que son. En esta estrategia he descubierto que lo que son incluye de manera muy determinante lo que quieren ser. Creo en el poder de la imaginación, que no es exclusivo de los artistas. Ahora, su discurso de cambio no debe ser utópico sino poético. Vanguardista no es el artista que sale corriendo adelante, sino aquel que hace correr hacia adelante a los demás”.
Ficción chilena
Skármeta, que publicó su primera novela, Soñé que la nieve ardía, en 1975, y atesora una decena de títulos entre los que destacan Ardiente paciencia (1985), La boda del poeta (1999) o El baile de la Victoria (2003), que Fernando Trueba hizo cine en 2009, ha sabido crear un universo propio, que se balancea siempre entre varias constantes, que él enumera: “El intento de que mi corazón palpite al mismo ritmo que mi pueblo, la atención a la forma coloquial de las hablas y su elaboración dramática, la fascinación por la poesía, la adoración a Shakespeare o la certeza democrática de que hay una enorme fraternidad en la gente, donde tan importante es el mínimo cartero como el gran Neruda”.
Estando siempre su trabajo tan enraizado en Chile, desde luego el espinoso tema de Pinochet no le es ajeno. La base de la película No, su obra El plebiscito, es apenas una de las tentativas de acercarse a este período, que queda plenamente desarrollada en su última novela, Los días del arcoíris (Premio Planeta 2011). “El plebiscito es un motivo que he elaborado artísticamente a lo largo de los años desde la emoción inicial del triunfo. Así como viví la tragedia del golpe y la amargura del exilio, amé la forma en que mi pueblo recuperó la democracia. Fue un tesoro de inspiración que fui modelando en distintos géneros porque vi en él una manera muy precisa de contarle a un mundo, donde la gente parece descreer del poder de la imaginación y la movilización para producir cambios en la sociedad, que una vez esto sucedió en un lejano país llamado Chile”.
Admite Skármeta que “en lo fundamental y medular”, su país ha logrado deslastrase de la sombra de Pinochet. Sin embargo, es de la opinión que todavía hay vestigios que pueden ser peligrosos. “La herencia de Pinochet se extiende en una constitución que nos rige que no ha podido ser democratizada y que con una mañosa ley electoral le entrega a la derecha en el parlamento mucho más poder que el que realmente tiene. Y persisten en Chile una grave inequidad, un sistema de salud insuficiente para los pobres, y una educación clasista donde los jóvenes más vulnerables no acceden a centros de enseñanza de calidad. Esto ha motivado la vivaz movilización estudiantil del último año que ha logrado remecer la agenda de los políticos. Es la hora de inventar otro modelo al que la gente le pueda decir sí”.
Babelia
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