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CRÍTICA: 'EL CUERPO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El caso del cadáver inquieto

En El cuerpo, el cadáver de una mujer con poder desaparece de la morgue y el enigma enfrenta a un policía con el joven esposo de la difunta

Un fotograma de 'El cuerpo'.
Un fotograma de 'El cuerpo'.

En La corta notte delle bambolle di vetro (1971), el italiano Aldo Lado proponía una singular variante sobre los tradicionales esquemas del giallo: el protagonista era un cuerpo cataléptico que, entre un puzle de flashbacks con obsesivo monólogo interior, reconstruía, desde la morgue, las claves de un crimen mientras, al mismo tiempo, luchaba por esquivar la posibilidad de una autopsia. Debut en la dirección de Oriol Paulo —que ya había confirmado el guion de Los ojos de Julia, de Guillem Morales, un trabajo donde el influjo del giallo se veía condicionado por esa querencia, tan propia del cine de terror español, por un paradójico presente gótico—, El cuerpo no va tan lejos como la propuesta de Aldo Lado, pero su andamiaje también se levanta sobre un cuerpo, su desaparición, el claustrofóbico entorno de un depósito de cadáveres y una larga noche oscura del alma, puntuada por imaginativos golpes de efecto y eficaces giros de guion.

EL CUERPO

Dirección: Oriol Paulo.

Intérpretes: Belén Rueda, José Coronado, Hugo Silva, Aura Garrido, Oriol Vila, Cristina Plazas, Montse Guallar, Nausicaa Bonnín.

Género: terror. España, 2012.

Duración: 107 minutos.

En El cuerpo, el cadáver de una mujer con poder —una Belén Rueda rompiendo, con palpable placer, su imagen de sofisticada scream queen del género— desaparece de la morgue y el enigma enfrenta a un policía, con trauma del pasado incorporado (José Coronado, volatilizando, a golpe de caracterización y lenguaje corporal, el reciente recuerdo del voltaico Santos Trinidad), y al joven esposo de la difunta (un Hugo Silva con joven amante y, por tanto, todo un acicate para espolear la sospecha en la mirada de su interlocutor). Resulta evidente que Paulo no habla por boca de ganso y que su conocimiento del legado del giallo de finales de los sesenta y principios de los setenta es profundo: muchos motivos visuales, como ese motorista enfundado en negro que parece remitir a la figura del asesino de Nude per l’assassino (1975), de Andrea Bianchi, activarán la memoria del incondicional de ese formalista cine de terror italiano de los setenta que se nutría de las mecánicas del psicoanálisis y que convertía sus escenas de violencia en coreografía formalista. También resulta evidente, no obstante, que este impulso cinéfilo por parte del director ha tenido su contrapeso en las probables exigencias de producción para obtener un producto más convencional, menos problemático. Con todo, El cuerpo, también bisnieta del terror grandguinolesco de Las diabólicas (1955), de Henri-Georges Clouzot, logra mantener en alto su juego de ingenio hasta su mismo —y arriesgado— desenlace.

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