Clint Eastwood: “Es un momento ruin”
Clint Eastwood vuelve a ponerse frente a las cámaras en 'Golpe de efecto' El actor ha apoyado públicamente la candidatura de Mitt Romney a la Casa Blanca
Presidentes hay muchos. Van y vienen por lo general cada cuatro años. Pero leyendas hay pocas. Y Clint Eastwood, solo uno. Así lo comprobó el 30 de agosto el candidato republicano a la presidencia estadounidense, Mitt Romney. Se las pintaba ufano, queriendo poner una pica en Hollywood y ganar electores aceptando la nominación de su partido bañado en la popularidad de su último ponente y valedor, del mismísimo Harry el sucio, del lacónico hombre sin nombre de los spaghetti western de Sergio Leone, del gruñón de Kowalski en Gran Torino. Pero el tiro le salió por la culata porque, acabada la convención republicana, para bien o para mal, solo se habló de Eastwood. De la leyenda o del viejo loco de 82 años que, con el pelo revuelto y una fragilidad más notable que la que uno espera en sus ídolos, apoyó a Romney y criticó a Obama. Eastwood fue motivo de mofa no por su ideología –él se define como “libertario” y estuvo en contra de la invasión de Irak aunque siempre se ha codeado con el sector republicano de un Hollywood demócrata–, sino por las formas, por ofrecer uno de los momentos más extraños jamás televisados en una convención, un momento improvisado en un espectáculo donde todo está pautado. Pero antes de escribir su obituario, todos han de escuchar a Steven Spielberg diciendo eso de “Eastwood continúa sorprendiéndonos” en un documental que la Warner Bros prepara sobre el actor, director y productor más reverenciado de Hollywood. Eastwood es el ejemplo de lo que a Hollywood le gusta ser, ambicioso y amistoso, siempre aspirando a más, pero rodeado de los suyos, volcado en su arte y respetuoso con lo que hace el resto, longevo pero sabiendo envejecer delante y detrás de la cámara.
Todo esto flota en el ambiente cuando acudo a la entrevista. No es la primera vez, y lo sabe. O es lo suficientemente educado como para estar sobre aviso y hacerme saber que me recuerda, hacerme sentir cómoda incluso en su terreno, en los estudios Warner, casi enfrente de la sala de grabación que lleva su nombre y donde el también músico ha grabado muchas de sus bandas sonoras. Fue un homenaje del entonces presidente de la Warner, Bob Daly, a uno de los pilares de este estudio. La cita llega con una sola advertencia. A Eastwood no le gusta hablar de política, y menos cuando está aquí para promocionar su nuevo estreno, Golpe de efecto, su primer filme como actor a las órdenes de otro tras 19 años trabajando en sus propias obras como director. Aunque es verdad que quien le dirige, Robert Lorenz, es un viejo amigo que ha sido su ayudante en muchos proyectos desde Los puentes de Madison.
Aunque Eastwood fue alcalde de la ciudad de Carmel, donde vive, al sur de San Francisco, es cierto que la política nunca se mezcló directamente ni con su vida ni con su cine. Entonces, ¿por qué ahora? Necesito preguntárselo a alguien que ha vivido muchas otras citas electorales pero que por primera vez apoya a un candidato abiertamente. Tengo que preguntarlo sin más preámbulo, antes casi de que se siente y de que el personal del estudio que se arremolina alrededor de un hombre que por lo general llega solo a sus encuentros con la prensa pueda inmiscuirse. Su sonrisa es franca, y su respuesta, clara y sin titubeos: “Vivimos un mal momento políticamente hablando. Las campañas son cada vez más agresivas y los candidatos no hacen más que intercambiar insultos. Me parece un momento ruin y no tengo la sensación de que vaya a cambiar en breve. Así que necesitamos a alguien que encienda la luz, que muestre el camino y lleve la antorcha”.
Y ese alguien en su opinión es Mitt Romney. ¿Por qué? Es un hombre decente, un hombre de negocios; necesitamos a alguien así que sepa de negocios y sea decente, porque el país está a punto de despeñarse financieramente hablando. Así que esto es lo que espero de él, que sea capaz de inspirar a la gente a ser mejor.
Sin embargo, su cine se sigue resistiendo a inmiscuirse en la política. Nunca lo he hecho. Como mucho, de pasada. Yo me considero lo que llamo un libertario en la vida real, alguien que apoya ocasionalmente a gente de ambos lados. Pero esta vez necesitamos un cambio real, un buen cambio de los tontos que nos gobiernan. Y eso es lo que pienso. O me estoy haciendo viejo, que también es posible [risas].
¿Conoce a Obama? No, nunca he coincidido con él. Me concedió la medalla de las artes a la vez que a otros ocho cuando llegó a su cargo, pero nunca lo conocí. De presidentes, al último al que conocí fue Clinton. O Bush. Uno de esos.
"Necesitamos incentivos y fuentes de inspiración para la filantropía"
¿Así que lo suyo no es personal? Al revés. Aunque nunca apoyé abiertamente su anterior campaña, pensé que estaría bien contar con un presidente como Obama. Que estaría bien un Gobierno multirracial. Quizá el comienzo de una sociedad sin división de color. Estoy casado con una mujer multirracial y estos temas captan mi atención. Quiero lo mejor para todos. Pero todo va a peor.
En su carrera, dentro y fuera de la pantalla, es conocido como un hombre emprendedor, capaz de tomar las riendas. Lo hizo como alcalde de Carmel. ¿Qué soluciones propone ahora? Recuerdo que Nixon puso en marcha un programa de austeridad con el que se apagaban las luces hasta de la Casa Blanca. Quizá eso sea algo bueno a recuperar, que se debe mencionar. Y encontrar fórmulas para que aquellos que disfrutan de una buena vida, ya sea gracias a lo que recibieron de sus padres o porque son buenos con los negocios, tengan una oportunidad de ser generosos con su país con la promesa de que su contribución se destinará a reducir el nivel de deuda. Estoy seguro de que gente como Warren Buffett [inversor estadounidense que figura entre las mayores fortunas del mundo] o yo mismo contribuiríamos en un plan así. Pero vivimos en una sociedad tan competitiva que nadie lo hace. No se le permite a la gente que sea generosa. Necesitamos más incentivos que animen a la filantropía. Donaciones no forzadas, sino inspiradas. Y es lo que más nos hace perder, que ya no existen fuentes de inspiración.
Más allá de su actual polémica política, algo que nadie le niega a Eastwood es su estatus como eso mismo, una fuente de inspiración que ha sabido mantener sus valores en una dura industria como es Hollywood. Como resume Martin Scorsese en el mismo documental sobre esta leyenda, Eastwood es “el último vestigio” de la edad de oro del cine. Con una carrera que se acerca a los 60 años en cine y televisión, casi 40 títulos como director, 10 candidaturas al Oscar y 4 estatuillas con su nombre (además de un Premio de honor Irvin G. Thalberg que le concedió la Academia a toda su obra), el peso de Eastwood en la industria es indiscutible. Una carrera que parecía poco probable de origen. Nacido en San Francisco en 1930 en el seno de una familia que, como muchas otras, luchó por sobrevivir en medio de la Depresión y la Segunda Guerra Mundial, sin antecedentes en las artes y escasos medios económicos, comenzó su carrera tocando el piano en un club de Oakland a cambio de comida, y siguió como bombero y leñador hasta enrolarse en la guerra de Corea. Todo para ganarse la vida. Fue precisamente mientras formaba parte del Ejército cuando se interesó por el cine; a su regreso se mudó a Hollywood, donde comenzó a trabajar en los estudios Universal, primero como extra, después como protagonista de la serie Rawhide, que le haría una estrella, y de ahí al mundo del cine de la mano de Sergio Leone en esos spaghetti-western rodados en gran parte en España y que con el paso del tiempo acabaron convirtiéndose en películas de culto. Luego vendría su franquicia como Dirty Harry y el nacimiento de un mito que echó firmes raíces en la dirección.
¿Qué le ha llevado a regresar delante de las cámaras para Golpe de efecto? ¿Echaba de menos la vanidad del actor sin los deberes de la dirección? Lo cierto es que ha sido divertido trabajar solo como actor. Como unas vacaciones. Llegar, hacer mi trabajo, incluso contar con días libres durante el rodaje. La primera vez desde 1993, desde En la línea de fuego. Me gusta dirigir, pero ha sido un cambio agradable.
¿Qué es lo que encuentra en la realización que le falta como actor? Conmigo las cosas nunca están pensadas. Soy una persona que no hace planes, ni a corto ni a largo plazo. Nada está organizado en mi vida. Soy alguien espontáneo que respondo según el momento. La dirección llegó como algo normal. Cuando hice Escalofrío en la noche pensé que podía tener éxito como director. Eso fue todo. Me atrae más la dirección, pero hasta que llega alguien con un reto como actor.
Me resulta difícil pensar que en 19 años nadie más le haya ofrecido un trabajo interesante como actor. Al menos ninguno que haya querido hacer. Si me ha interesado mucho, he querido hacer las dos cosas, actuar y dirigir. También es cierto que a estas alturas la industria me ve como el hombre que hace sus propias películas.
¿Y usted? ¿Cómo se ve Clint Eastwood? ¿Alguien satisfecho con lo que hace? Siempre hay algo más. Así es como me veo. Lo mismo que uno madura con los años, yo aprendo con cada película. El fuera de la ley ha sido una de las que más he disfrutado. Luego vino Sin perdón. Y Un mundo perfecto… En ese periodo de los noventa hice unas cuantas películas con las que logré el éxito, al menos para mí, no hablo necesariamente del éxito comercial. Hablo de satisfacción más que de éxito. Una situación que se repitió en la década pasada con Mystic River, Million dollar baby, Cartas desde Iwo Jima o Gran Torino. En concreto, recuerdo Cartas desde Iwo Jima como algo especial, porque nació del aire, de una pequeña idea que investigué y perseguí hasta construir el guion.
Hablamos de las satisfacciones, pero ¿qué me dice de las lamentaciones? ¿Qué se ha quedado en el tintero de Clint Eastwood? Lo único que lamento es no haber trabajado en la década de los cuarenta con gente como Howard Hawks, Frank Cappa, Preston Sturges o John Ford, porque los admiro. Y estuve muy cerca de [Alfred] Hitchcock y desde luego que habría sido interesante trabajar con él. Pero ahora tendré que hacer mi propia película de Hitchcock [risas]. Pero, en fin, ¿quién sabe? Quizá no me habría gustado. Es muy romántico lo de echar la vista atrás, pero yo no quiero ser uno de esos viejos gruñones para los que lo pasado siempre fue mejor.
"Lamento no haber trabajado en los 40 con gente como Howard Hawks"
¿Qué ha visto recientemente? Me gustó mucho Intocable. Me gustó ver una película sin efectos especiales. Y El artista. Sobre todo pensando cómo convencieron a alguien para que financiara una película muda, en blanco y negro y con un poquito de música. ¿Se imagina la cara? Me gusta ver cine en el cine, pero tampoco veo tantas películas. Porque me alegro de que los Spiderman y los Superman y todas esas hagan dinero, pero ¿tengo que verlas? Hollywood se mueve por modas y la última es hacer películas inspiradas en cómics porque hacen dinero. Antes fueron otras modas, tipo Mi gran boda griega. Una película que no cuesta mucho y hace dinero, la receta perfecta para que Hollywood se interese. A mí no me van las modas. Y he tenido la suerte de no verme forzado por los números, de poder hacer las películas que quiero y contar las historias que me interesan. Unas han funcionado bien y otras no, pero aquí estoy.
¿Y cómo ve a los nuevos Clint Eastwood? ¿Existen? ¡Yo qué sé! Probablemente Bradley Cooper o Justin Timberlake. Depende de cómo les vaya en el futuro. Además, las cosas han cambiado mucho y con tantas revistas en el mercado tenemos estrellas profesionales que ni tan siquiera son artistas. Ni actúan ni cantan, nada. Su profesión es ser estrella. Han cambiado mucho las reglas del juego en Hollywood.
Otra cosa que también ha cambiado mucho en la vida de Eastwood son las mujeres. Casado en dos ocasiones, con Maggie Eastwood y en la actualidad con la periodista hispana Dina Ruiz, 35 años más joven que él, es padre de siete hijos concebidos de cinco mujeres. Algunos de ellos ya están en el cine, como Alison Eastwood, mientras que otros están dando sus primeros pasos, pero literales, como es el caso de Morgan, más pequeña que sus nietos. Una vida longeva no ausente de escándalos, como las denuncias de maltrato de Sandra Locke tras romper con él; o, más recientemente, ese reality show que contra todo pronóstico protagoniza su familia bajo el título de Mrs. Eastwood & Company. También mantiene cierta vanidad; pese a su cordialidad, se niega a posar para instantáneas que no estén sacadas por su fotógrafo. Él se lo puede permitir todo. Porque con filmes como Gran Torino ha obtenido una recaudación de 270 millones de dólares.
Más que un nombre, Eastwood es ya una marca. Hay un comic-book llamado Clint. Mel Gibson utilizó su nombre en su última película, y una reciente encuesta de la revista Esquire le sitúa entre los hombres más atractivos de Estados Unidos, por encima incluso de Timberlake. ¡No sé quién hace estas encuestas! [risas]. Seguro que le han preguntado a dos secretarias y a un bedel.
¿Y el reality-show, cómo lo explica? Eso son cosas de mi esposa. Organizó ese coro de voces en Sudáfrica que utilicé en Invictus y luego quiso ayudarles a encontrar trabajo aquí. Y una cosa llevó a la otra y a alguien se le ocurrió la idea del reality-show. Mi única condición fue que me dejaran fuera. No es lo mío. Y creo que a ella le está dando más trabajo de lo que esperaba. Pero no quiero hablar por ella. Supongo que le da publicidad y le sacan partido. A alguien le gustará. El mundo de los ordenadores, del Facebook y los reality-shows no me va. Yo soy de los que leen el periódico y me gustan los libros en papel. Me gusta su peso, su olor. Pero si no lo tengo en papel, lo leo en el iPad. Y tengo que reconocer que cada vez leo más libros en el iPad porque la pantalla está iluminada y puedo leer en la cama a oscuras. Pero no me verán utilizarlo para otras cosas. Ni tan siquiera para enviar mensajes. Cuando voy por la calle soy de los pocos que siguen mirando las cosas que le rodean, no voy pendiente de una pantallita. Esa no es mi generación.
¿Y cómo es su relación con los de esa otra generación? Tiene hijos de todas las edades. Siempre escuché que es más fácil ser padre cuando uno tiene más años, y es cierto. Uno es más flexible a medida que va madurando. Un padre joven espera demasiado de sus hijos. Tiene las expectativas muy altas. Con los años van bajando [risas].
¿Y la vanidad? ¿También va a la baja? Tienes que ser realista, cuidarte lo mejor posible y el resto dejarlo a la suerte.
¿Ese es su secreto? También me gusta la meditación. No soy un experto, pero sé que me ayuda a limpiar la mente, a dejarla en un estado de relajación. Yo practico técnicas de meditación desde 1971, todos los días, y me relaja. Tal vez no sea muy diferente a dormir la siesta todos los días, como hacen en España. Quizá sepan algo que los demás ignoramos. Pero en mi caso es la meditación, creo en ella y me parece una buena herramienta para sentirte bien en una sociedad tan caótica como la que vivimos.
Babelia
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