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La salvación en los ojos de un niño

'Niños cuentan' (Barcelona, 1956).
'Niños cuentan' (Barcelona, 1956).FRANCISCO ONTAÑÓN

Francisco Ontañón dijo alguna vez que su fotografía y sus imágenes procedían de "la época del hambre" y de la España del tebeo, aquella en que los niños como él tenían que revender tabaco y viandas de estraperlo si querían sobrevivir y agenciarse los 25 céntimos que costaba el ejemplar de Flechas y Pelayos, historieta que esperaba con ansia cada domingo para huir de la grisura y miseria cotidiana en el barrio de Gracia. Nacido en una casa humilde de Barcelona el 28 de mayo de 1930, a los seis años perdió a su padre en el frente del Ebro y al poco tiempo murió su madre, probablemente de pena, solía decir también Ontañón. Como la mayoría de los niños de su generación tuvo una infancia más que dura y por ello pronto aguzó el ingenio, y él siempre vinculó a su origen obrero su determinación de convertirse en fotógrafo, una profesión que consideró le había salvado la vida por permitirle acceder al alma de los más débiles y desfavorecidos y mostrar sus vicisitudes pero también su dignidad, como queda claro en Más que niños, la exposición que la galería ArteSonado acaba de inaugurar en La Granja de San Ildefonso (Segovia) y que se mantendrá abierta hasta el 16 de diciembre de 2012.

La muestra, reunida cuatro años después de su desaparición, a los 78 años de edad, incluye 33 retratos tomados en los años cincuenta y sesenta en diversas ciudades y pueblos de España, también en el Santuario de la virgen de Fátima, en Portugal. Son imágenes cargadas de ternura y de humor donde siempre brilla una luz pese al dramatismo de muchas de las situaciones, y en ellas la figura infantil es protagonista constante y comodín, pues gracias a los niños la pobreza y la cutrez general de aquella España retratada adquiere un aura de respeto y compasión.

Hay de todo en las fotografías de Mas que niños: una sufriente familia andaluza que hiela la sangre por su entereza, una boda, una mudanza con motocarro y perro incluido, unos niños jugando ajenos a los dramones de la peregrinación de Cova de Iria, en Fátima; un vendedor de pescado en Mojácar arropado por una nube de niños fiestas populares en cualquier pueblo de la Península con niños disfrazados de ángeles y sobre todo inventarios de lazarillos y buscavidas tan pillos como él cuando era un golfillo en Barcelona, de donde salió hacia Madrid a los 28 años para entrar como redactor gráfico de Europa Press. Ontañón recorrió el mundo y trabajó con muchos periodistas. En EL PAÍS trabajó desde los ochenta y nunca perdió su mirada sensible hacia la gente sencilla y subalterna que aparece en estas fotos y que con su dignidad nos hacen mejores a todos.

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