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Mientras usted está durmiendo

La feria del libro más importante del mundo, con Nueva Zelanda como invitada, empieza hoy y termina el domingo Se reorienta hacia la formación privilegiada y el 'crossmedia'. Nueva Zelanda es la invitada de honor

Preparativos antes de la apertura de la Feria de Fráncfort.
Preparativos antes de la apertura de la Feria de Fráncfort.Alexander Heimann (Frankfurt Book Fair )

Ni crisis económica ni que el invitado de honor sea un país tan minúsculo en el ámbito editorial y literario como Nueva Zelanda. La Feria del Libro de Francfort ni se despeina con la ventisca que está soplando. Casi 7.400 expositores de 110 países y más de 3.200 actividades previstas son la tarjeta de presentación de la edición que empieza mañana y se cierra el domingo. “Se está enviando menos gente o se hacen estancias de menos días, pero no se puede dejar de ir y más cuando lo que está aguantando al sector es la exportación”, argumentan fuentes de la patronal de la industria editorial para justificar que la representación española no haya mermado especialmente en los últimos años.

El modelo está muy (bien) consolidado. Por eso, mientras por la crisis medio mundo está durmiendo (He moemoēa he ohorere, Mientras usted está durmiendo, es el lema en maorí con el que se presentan los neozelandeses en esta feria, jugando con el concepto de las antípodas en relación a Europa), Francfort sigue adelante porque se ha parcialmente reinventado a tiempo. Sí, Internet y las nuevas tecnologías, redes sociales incluidas, deberían provocar una sensación de inutilidad del encuentro pero casi seis de cada 10 de los participantes –el 58%, de fuera de Alemania y constantemente encuestados-- ponen como gran objetivo de su presencia precisamente “refrescar los contactos”. Y poco más de la mitad el “hacer de nuevos”. Como tercer elemento, y no menos baladí, arguyen que les interesa acudir a la feria para reforzar su perfil y crear imagen de marca. Ver y dejarse ver.

Nueva Zelanda

Tan aislada como lo está en la vida real (a 2.000 kilómetros de Australia, por ejemplo) la literatura neozelandesa parece un invitado insólito. En realidad, lo es. Con menos de 4,5 millones de habitantes (de ellos, apenas 750.000 maoríes), la industria del libro y la cultura ofrece datos chocantes pero que más de alguna nación grande quisiera para sí. Por ejemplo: la población adulta lee por placer una media de 44 minutos al día, consecuencia de que también un 44% de la población declara comprar al menos un libro al mes. Y, lo mejor: al parecer los leen. Casi la mitad de los neozelandeses declara haber leído un libro la semana anterior en la última encuesta realizada por el sector. El colmo: la no ficción (especialmente libros de cocina, biografías y de negocios) se lleva el 36% de las ventas, por encima de la narrativa. Y si no los pueden adquirir, acuden a las bibliotecas, la segunda actividad de ocio de los habitantes de las dos grandes islas, lo que explica que 1,54 millones de personas afirmaran que fueron a pedir prestado un libro en los últimos tres meses.

La traducción industrial de todo ello es la que es. Con el inglés, junto con el maorí, como lenguas oficiales, la importación de libros de Inglaterra, y seguramente Australia, es notable, lo que explica que la industria editorial neozelandesa edite apenas unos 2.000 títulos al año (España produce más de 86.000) y que sea poco más de un millar de personas las que vivan directamente de este sector. Cerca de 300 actividades, con la participación de un centenar de artistas, 40 editoriales y 70 escritores, darán muestras en Francfort de una cultura que está haciendo un notable esfuerzo por incorporar (las famosas apps ayudan) la rica tradición oral maorí, que hasta mediados de los sesenta ni tan siquiera aparecía en las antologías de la literatura neozelandesa. Tampoco es que su literatura blanca sea demasiado reconocida internacionalmente, aunque nombres como Kate De Goldi (el año pasado, Mondadori editó en España su novela La pregunta de las diez de la noche), Alan Duff (Seix Barral le publicó en 1999 Guerreros de antaño) y Lloyd Jones (que con su Mister Pip ganó hace cinco años el premio de la Commonwealth) se esfuerzan en ello. Eso es lo que hacen los neozelandeses mientras aquí dormimos.

¿El factor humano por encima del business? No del todo. La Feria de Francfort lleva varios años afilando dos puntas de lanza: la formación e información privilegiada y las sinergias de contenido del brazo del mundo digital. Ratifica el primer ámbito que casi un tercio de los acontecimientos que tienen lugar en la Buchmesse (1.100 convocatorias) sean paneles y seminarios (casi todos, exclusivos) donde los grandes gurús del sector muestran powerpoints por cuya información editores, agentes y fabricantes tecnológicos están dispuestos a pagar los siempre elevados precios de inscripción. Crece, pues, una parte académica de la feria.

La otra gran obsesión del equipo que capitanea Jürgen Boos es enlazar el mundo del libro con el del digital y convertir el evento en un obligado puente de trasvase de contenidos del papel a cualquier formato imaginable, del cine a una tableta; y ahí entran todo tipo de aplicaciones, videojuegos… Entre los organizadores lo han bautizado como “cooperación crossmedia” y el máximo exponente de ello es el StoreDrive Bussiness Center, creado hace solo dos años para sustituir el ya obsoleto rincón especializado en venta de derechos de libros al cine. Eso es puro pasado. “Maximice su historia; maximice su negocio”, reza uno de los epígrafes de los eventos que acoge StoreDrive. Pero toda la feria está ya impregnada de esa filosofía: aproximadamente medio millar de convocatorias son de temas digitales, lo que hace las delicias de unos participantes la mitad de los cuales (47%) ofrecen ya productos para ese formato. Con esas coordenadas, no es de extrañar que el ámbito dedicado a las agencias literarias no pare de crecer y sobrepasase ya el año anterior las 524 firmas presentes.

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