¿Amor a los sesenta?
Como parece que hay demanda, sigue la oferta: Si de verdad quieres… continúa la senda abierta este año por películas como Tres veces veinte años, El exótico hotel Marigold y Cairo time, historias protagonizadas por (y destinadas principalmente a) personas al borde la jubilación, que están llegando a esa encrucijada en la que muchas veces la vida coloca a los matrimonios anclados en la fuerza de la costumbre, que quizá se aman pero que hace tiempo que no lo demuestran, una edad en la que la madurez comienza a girar hacia un estado de cierta desesperación al ver las orejas al lobo de la vejez, una edad en la que ya no hay la paciencia, la delicadeza ni la dulzura para aguantar ciertas cosas a la persona supuestamente amada, convertida muchas veces en oponente, sobre todo cuando en el entramado emocional el machismo juega un papel importante.
Y si Tres veces veinte años y El exótico hotel Marigold tenían lo mejor y lo peor del cine de sus respectivas procedencias (Francia y Reino Unido), Si de verdad quieres… resulta también inequívocamente estadounidense, para lo malo y para lo bueno: liviana, agradable, superficial, glamurosa, de discreta altura dramática y potentísima altura interpretativa: Meryl Streep y Tommy Lee Jones soportan la película sobre su carisma y su variedad de registros (del llanto a la sonrisa sin que te des cuenta), mientras el guion de Vanessa Taylor recurre excesivamente al cliché (la mamada como centro del universo y unos cuantos lugares comunes más) y la dirección de David Frankel, el realizador de El diablo se viste de Prada, es simplemente funcional. Como la propia terapia de pareja en la que los dos protagonistas se introducen, 5.000 euros del ala para el médico, solo por unos ratos de charla durante una semana, la película es un lujo, pero también una impostura. Escenifica buena parte de las problemáticas diarias de este tipo de parejas, centrándose en la más comercial de todas ellas, el sexo, pero nunca osa acercarse a la esencia de la cuestión: el miedo a la soledad (emocional y económica), la pervivencia del amor en su sentido más estricto pasadas unas cuantas décadas, el terror a hacerse viejo, la decadencia del cuerpo humano… Así, a pesar de los excelentes trabajos de Streep y Lee Jones, la película, más que contar una historia de autoayuda para parejas maduras en crisis, parece una película de autoayuda, con su misma indolencia, con su misma falta de autoexigencia.
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