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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Emmanuel Nunes, el compositor que no se parecía a nadie

El artista portugués fue una de las figuras más destacadas de la música contemporánea

El pasado 2 de septiembre, a la edad de 71 años, murió Emmanuel Nunes en París, ciudad donde el compositor de origen portugués vivía desde hace tiempo. Sin duda, Nunes (Lisboa, 1941) era una de las figuras más destacadas de la música contemporánea. Empezó sus estudios musicales con Fernando Lopes-Graça en Portugal. En 1964 se va a París, frecuenta los célebres ferienkurse de Darmstadt entre 1963 y 1965 y después asiste a clases de composición y de música electrónica en la Reihnische Musikhochschule de Colonia. Son años de estudio fundamentales para Nunes con nombres como Pierre Boulez, Henri Posseur, Karlheinz Stockhausen, que en los años cincuenta habían revolucionado el mundo de la música culta.

En aquella época, Nunes madura una personal interpretación del radicalismo lingüístico de las vanguardias de la posguerra de la II Guerra Mundial, sabiendo conjugar rigor compositivo, extrema sensibilidad acústica, gran fuerza de pensamiento y una fascinante tensión lógica. Su éxito internacional empieza con la ejecución de Ruf en el Festival de Royan. En 1978 recibe la prestigiosa beca de estudios dada por el DAAD de Berlín.

En esos meses pasados en Alemania, Nunes, entre otras obras, empieza a escribir Tif'Ereth, para seis instrumentos solistas y seis grupos instrumentales dispuestos en el espacio y dirigidos por dos directores, cuya primera ejecución se realizó en París el 9 de diciembre de 1985. Nunes dedicó esta obra, fundamental en su largo catálogo, “a los 300 años del nacimiento de Johann Sebastian Bach, los 100 años del nacimiento y los 50 de la muerte de Alban Berg, y al 60º cumpleaños de un compositor vivo”. Solo años después revelaría que el músico era Pierre Boulez. En esta magnífica obra, Nunes elabora una idea del espacio acústico que reanuda los hilos entre la tradición de la policoralidad renacentista veneciana con una nueva idea de especialización musical ligada al célebre Carré (1960) de Stockhausen.

A Tif'Ereth le siguieron muchísimas otras composiciones, como Quodlibet (1991), Machina mundi (1991) las series de Lichtung I-III, Improvisation I-IV, Nachtmusik I-II, y también una ópera de teatro musical. En 2008, en Lisboa, se estrenó su más ambicioso proyecto, la ópera teatral Das Märchen (El cuento), una visionaria reinterpretación musical del célebre relato alquímico de Johann Wolfgang Goethe.

Más allá de su actividad como músico, dedicó mucho tiempo a dar clases en seminarios de composición. Estuvo en los cursos de la Fundación Gulbenkian en Lisboa, en la Universidad de Harvard, en la Musikhochschule de Freiburg, y en el año 1992 fue nombrado profesor de composición del Conservatorio de París. En la capital francesa, en 1986, fue condecorado con el grado de oficial de la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno francés, y en el año 1991, por el presidente de la República portuguesa, con el grado de Comendador da Ordem de Santiago da Espada; fue también Premio Unesco, Pessoa y doctor honoris causa por la Universidad de París VIII.

Su personalidad destacó por la coherencia y el rigor que siempre acompañó a su música, indiferente a las modas del momento o al recurso de tanta superficial cultura posmodernista. Su oído sabía entender, percibir y crear fascinantes mundos musicales.

Quiero terminar con las palabras del musicólogo Massimo Mila, que en 1987, con ocasión del estreno italiano de Tief'Ereth, escribía: “Cuando se escucha a Nunes se olvida cada posición que se disputa en el campo de la música contemporánea. Expresionismo, dodecafonía, tonalidad, atonalidad, politonalidad, se transforman en expresiones vacías. Hay una impresión de grandeza, de positividad, de fuerza. Necesitaremos decenas de años para sacar a la luz los secretos estructurales de esta música. [Los instrumentos] no están, como es habitual, para traducir un pensamiento musical; están, simplemente, para tocar, libres y activos. De ahí la naturalidad y la impenetrabilidad de este excepcional compositor que no se parece a nadie”.

Paolo Pinamonti es director del teatro de la Zarzuela.

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