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69ª MOSTRA DE VENECIA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tortuoso, complejo y fascinante Paul Thomas Anderson

En el argumento de 'The master' puede ser reconocible la Iglesia de la Cienciología

Carlos Boyero
El actor Joaquin Phoenix, durante la presentación en la Mostra de Venecia de la película 'The master'.
El actor Joaquin Phoenix, durante la presentación en la Mostra de Venecia de la película 'The master'.TONY GENTILE (REUTERS)

Existe una genuina y poderosa marca de fábrica en el cine de ese director tan extraño, perturbador y dotado de genio llamado Paul Thomas Anderson, un estilo narrativo y unos personajes que podrías identificarlos con su mundo, aunque no existieran los títulos de crédito. Dispone del suficiente prestigio artístico en Hollywood como para hacer lo que le da la gana, sin la menor concesión a lo que aconseja la taquilla. Reconociendo su personalidad, en su corta y muy pensada filmografía hay películas que me gustan mucho como las angustiosas y demoledoras Boogie nights y Magnolia, una excéntrica comedia con pretensiones surrealistas y románticas en la que no comprendí nada ni le pillé la supuesta gracia titulada Punch-drunk love y la irregular Pozos de ambición, película que valoro de forma distinta cada vez que la reviso, pero teniendo claro que su primera parte es magistral, contándome la frenética búsqueda de explotaciones petrolíferas que emprende un hombre agreste y obsesivo acompañado de un hijo pequeño, pero que después se transforma en un delirio hiperviolento, en un esperpento gratuito.

Independientemente de que conectes en mayor o menor medida con su denso universo, cualquier obra que lleve la firma de este autor total (escribe, dirige y produce) te despierta lógica expectación. Y en el caso de The master, que acaba de ser exhibida en la Mostra, al magnetismo que posee el cine de Anderson se añadía el morbo extracinematográfico de que en su argumento puede ser reconocible la Iglesia de la Cienciología, a cuya inspiración los amantes de Van Morrison le debemos un disco extraordinario titulado consecuentemente No guru, no method, no teacher, creado después de que Morrison abandonara esa cienciología en la que profesó cinco años. También sabemos de las feroces diatribas que lanzó sobre ella el desertor Paul Haggis, director de Crash y En el valle de Elah. Y, cómo no, nos consta la inquebrantable militancia en ella de estrellas del cine como Tom Cruise y John Travolta.

Paul Thomas Anderson nunca se pilla los dedos ni se expone a que le frían a querellas en The master utilizando el nombre de esa iglesia, pero cualquier espectador avisado podría deducir claramente que nos está hablando de su fundador, Ron L. Hubbard, de su sofisticada metodología y de sus feligreses, buscados preferentemente entre la alta burguesía. The master comienza al final de la Segunda Guerra Mundial, mostrándonos a un grupo de soldados en una isla del Pacífico que llevan huellas de estar destrozados psicológicamente. Vamos a seguir el posterior vagabundeo de uno de ellos, un ser desquiciado, alcohólico, provocador y violento, con reacciones tan desconcertantes como salvajes, al que borda un Joaquin Phoenix de rostro deformado y movimientos tambaleantes, ofreciéndonos la sensación de que este actor no tiene que hacer demasiados esfuerzos para meterse en la piel y en el cerebro de ese hombre enloquecido.

Siempre a punto de que alguien le parta la cabeza y huyendo de todos y de sí mismo, este hombre va a parar a un barco habitado por gente tan pulcra como inquietante. El líder de esta organización religiosa y empresarial, una especie de filósofo, seductor, psicólogo y gran sacerdote laico, especializado en borrar los traumas de sus feligreses y que recuperen el control de su vida, convencido de la reencarnación, pero con una atención desmesurada hacia los negocios terrenales, se empeñará en cambiar, redimir y afiliar a su iglesia a ese exsoldado que está roto espiritualmente, que parece un caso perdido.

Todo lo que ves y escuchas tiene poder de fascinación

Paul Thomas Anderson es enormemente sutil al hablarnos de los mecanismos de esa tribu religiosa, prefiere sugerir a mostrar, hace elipsis que ponen a trabajar a tu imaginación. También te atrapa con su hipnótico lenguaje visual, con una atmósfera envolvente, con personajes, situaciones y diálogos que siempre resultan imprevisibles y alarmantes. Es de esas películas en las que todo lo que ves y escuchas tiene poder de fascinación, aunque haya cosas que no acabes de entender. Anderson no solo dispone del atormentado y atrayente Joaquin Phoenix, sino del que probablemente sea el mejor y más versátil actor del mundo en activo. Se llama Philip Seymour Hoffman, ese tipo gordo y sin nada deslumbrante en su apariencia que te transmite credibilidad y un volcán de sensaciones en cualquier personaje que interprete, alguien con imán permanente, del que no puedes desviar la vista ni el oído aunque esté en segundo plano. The master es una película insólita, oscura y tortuosa. También un ejercicio de gran cine. Su tono y sus imágenes te siguen impregnando horas después de salir del cine.

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