Very well, Barack, very well
Lo peor que tiene traer a los ectoplasmas en los viajes es que enseguida les da la nostálgica. En EE UU el que se pone más pesado es Azorín
Me dije que una visita a América siempre tiene su gracia. Primero fuimos a Estados Unidos. Yo ya he ido mucho, a América, digo, que con los lazos con los del sur, y desde que Felipe se hizo atlantista con el norte, los presis no han parado de aparecer por allí. Estados Unidos le gustaba más a José María Aznar, que los fantasmas somos muy malos para las estadísticas, pero me juego un brazo —claro, dirán ustedes, como si Leandro tuviera brazos— a que visitó más veces Estados Unidos tal que Cádiz, que está mucho más cerca, y con lo bonita que dicen que es la tacita de plata, que sé que la llaman así pero que aún no la conozco. Lo mismo le digo un día a Arenas…
A lo que iba, que parezco Por Consiguiente, que me estaba dando la matraca para acompañarme. Le dije que sí, que tenía el día tonto, y ya me animé a traerme a Azorín, que le cambia hasta el carácter —moderadamente, que tampoco hay que exagerar— que en cuanto que llegamos a tierra yanqui, que es ver comer una hamburguesa de verdad, con su beicon chorreando grasa y su kétchup de laboratorio y se nos convierte en un ectoplasma casi agradable. A Om no me lo traje, claro, que vaya lío con las banderas, que las hay por todos lados, y siempre hay que esperar a que las pisotee o, si están altas, a que las escupa. Una pesadez. Y Ecto y Fito pues qué les voy a contar, pobrecillos…
En Estados Unidos Obama estuvo muy simpático y sonriente, yo diría que hasta un poco excesivo en su recibimiento, venga a pasarle la mano por la espalda a Mariano, que no creo yo, como dijo Azorín, siempre tan crítico con los demócratas, que era por lo que decía el Newsweek de que era el primer presidente gay de Estados Unidos. Que no había más que verle las maneras. ¡Qué tipo, este Azorín!
—Qué. ¿Y cómo va ese inglés? Yo español amejoro era tras era.
—Well, well, Barack. Ya sé decir de corrido Jau dú yú dú.
—Muy bien, José Luis, very, very well. Harvard accent…
—No, no, José Luis, no, míster Obama. My name is Mariano. MA-RIA-NO.
Se enfadó un poco, que ya le vi que no le gustaba nada la confusión, que a ver si le confundían con el otro y le echaban de la Casa Blanca de un momento a otro.
—Oh, yes, excuse me, Mariano Zapatero.
—No, no, no, Rajoy, MA-RIA-NO RA-JOY…
—Oh! I’m sorry! Mariano, es que hoy he tenido a varios jefes de Estado de sitios muy bonitos, pero todos imposibles, Beluchistán, Islas Fiji, Belice, España… No puedo evitarlo, es el nombre que se me ha quedado, que aquí cuando llegué estaban todo el día Fuck Zapatero, Fucking Zapatero, José Luis son of a bitch…
Peor fue con Mitt Romney.
—¿España? Me suena. ¿Eso está cerca de El Salvador, verdad? Yo tengo un jardinero de allí y son muy calladitos, sí…
—No, no, verá usted, míster Romney, España está en Europa…
—Ah, Europa, sí… Allí solo conozco a Merkel y a la vidente de El Escorial. Muy interesante. Me ha hecho reflexionar mucho… Por cierto, hablando de Dios, vamos a cantar algo de góspel, que seguro que nos ayuda en nuestro camino. A mí hacia la Casa Blanca y usted para que llegue con bien hasta El Escorial.
—Hallelujah! Hallelujah! Hallelujah! Hallelujah! Hallelujah! Hallelujah! For the Lord God Onmipotent reighneth…
—¡Haz que cantas, Mariano, por tu padre, que como este gane nos quedamos sin subvenciones! Eso, así, así, ojos al cielo, mucha agitación de brazos y manos y bamboleo de lado a lado, eso, así, muy bien… decía Margallo, dando ejemplo con gran entusiasmo, que a Por Consiguiente, Azorín y a mí mismo nos daba una poco de risa, que Mariano en esto del baile no es precisamente Ricky Martin.
Lo peor que tiene traer a los ectoplasmas en los viajes es que enseguida les da la nostálgica. En Estados Unidos el que se pone más pesado es Azorín, que enseguida se hincha y crece, que de pronto parece mucho más alto y esbelto.
—Aquel rancho en Crawford, hay que ver cómo era aquel rancho… Esas vacas, esas 670 hectáreas de pasto, esos pick ups, esos sombreros, esas botas, y ese Bush, qué tío era George, cómo le gustaba serrar troncos con una sierra como el de la matanza de Texas, que me dije, ya verás cómo se la deje a Aznar y le hagan una foto, con el mandilón, la sierra y esa sonrisilla suya… Bueno, y aquel salón, esos sofás, esas mesitas bajas para poner las botas, que Aznar lo hacía con el desparpajo que da no tener al lado a Ana, que a buenas horas se hubiera atrevido: quita esos pies de ahí, endereza la espalda, cierra la tapa del váter…
Tuve que callarle, porque ya estaba a punto de repetirme lo de la conferencia de prensa, que él tenía una explicación científica a lo del Estamooouuuus, una cuestión de empatía, afirmaba…
De Washington nos fuimos a Buenos Aires, que Margallo insistió en que debíamos mejorar las relaciones con la Kirchner, pero la cosa nos salió así, así.
—¿No es raro que no nos espere en el aeropuerto nadie del Gobierno argentino, embajador?
—Este, bueno, ché, ya sabés…, que hablaba en argentino para pasar desapercibido…
—¿No es raro que tengamos que llevarnos nosotros las maletas, embajador?
—Sí, bueno, no sé, a lo mejor están en huelga los del aropuerto…
—¿No es raro que se las lleven a todos, menos a nosotros?...
—Quizá, es posible…
—¿No es raro que nos tengamos que meter todos en este taxi?
—Es que…
—¿Y no es raro que nos tiren piedras?
En Bolivia nos trataron mucho mejor, que si es verdad que nos hablaron en quechua, el presidente, en aimara el ministro de Exteriores y en guaraní el del Industria, nos sonreían mucho. No nos enteramos de nada y Margallo firmó unos acuerdos que vaya usted a saber a qué nos comprometimos, que el presidente se mosqueó…
—Margallo, decía, que no sé si nos están liando…
—Deja de protestar, Mariano, y tómate esta manzanillita, que está riquísima…
—No, no, ministro, dijo el embajador, no es manzanilla, no, es una infusión de hojas de coca…
—Eso, eso, kuka, kuka, decían muy alegres Evo Morales, el ministro de Exteriores y el de Industria…
Y no quiero ni contarles lo de México, que hasta para un fantasma, y máxime si es de raigambre, como yo, es incómodo tener que contar algunas cosas, que si un margarita primero, y luego otro, y un tercero, y un cuarto, y era de ver a aquella comitiva con un sombrero charro y cantando las mañanitas… Y luego en la comisaría, que ponte a explicarles a los policías mexicanos, todo el rato gachupines por aquí y gachupines por allá, que hasta que el embajador no logró despertar al ministro del Interior aquello no se solucionó… Una pasta gansa, que tuvo que llamar el embajador a un primo suyo que estaba de visita para pedirle unos pesos, que el presupuesto de la embajada ya se lo habían bajado tres veces desde Madrid.
En el Sur el que no paraba de hablar era Por Consiguiente. Y es que cuando venía Felipe, oye, esto era una fiesta, nos decía. Que si presidente por aquí, que si Felipe por allí, que si un mate, que si un pisco… Un lujo, oye, todos amigos… para qué os voy a contar… Por no hablarte del tequila o del roncito, Y rendidos, oye, rendidos…
Lo peor fue el viaje en sí, que con esto de los recortes los hacíamos en turista. El drama era en los aeropuertos, que además de tener que descalzarse, que un presidente en calcetines ni es presidente ni es nada, a todos los escoltas les pitaba el pistolón, que era un cante ponerlos en la bandejilla…
—Pues tengo previsto otro viaje por Asia, presidente, que no podemos dejar todo un continente sin que se haga efectiva tu presencia…
—Tu padre, Margallo, tu padre…
Mañana, siguiente capítulo: De aprendizaje por Atenas
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.