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El disputado rostro del Libertador

El retrato de Simón Bolívar presentado por Chávez genera polémica en familiares y especialistas

Hugo Chávez, en frente del retrato de Simon Bolivar. / JUAN BARRETO (AFP)
Hugo Chávez, en frente del retrato de Simon Bolivar. / JUAN BARRETO (AFP)

Lo primero que salta a la vista son unos ojillos pequeños y brillantes que miran al horizonte. Unos ojos que contrastan con el tamaño del resto de las facciones: la nariz grande y recta, las gruesas orejas, la boca ancha, el mentón alargado y la frente amplia, marcada por profundas entradas disimuladas por mechones negros. Cejas muy pobladas, patillas largas, barba incipiente y casaca bordada completan el conjunto. Es el retrato digitalizado de Simón Bolívar (1783-1830), el personaje más discutido y venerado de América Latina, responsable de las independencias de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela. Su rostro fue reconstruido por científicos y presentado por Hugo Chávez el pasado 24 de mayo. Inmediatamente, los medios opositores y los descendientes indirectos del Libertador comenzaron a criticar la utilización partidista de la imagen del personaje.

El presidente venezolano presidió el acto oficial en Caracas acompañado por su gabinete de Gobierno, los científicos y un grupo de niños. “A partir de hoy tu rostro verdadero rescatado por las manos amorosas de tus hijas científicas y de tus hijos científicos brillará mucho más porque ya sabemos con precisión y recibimos con intensidad infinita la luminosa presencia de esa mirada”. Con estas palabras se expresaba Chávez en un discurso retrasmitido en la cadena nacional, en plena campaña electoral para las presidenciales del próximo 7 de octubre. Los aplausos y las felicitaciones no cesaron a lo largo del evento.

era un hombre que cambiaba su expresión constantemente, podía pasar de la alegría a la cólera a una velocidad de vértigo”

William Ospina

La imagen digital del prócer independentista no es muy diferente a la que muestran los cuadros y las pinturas de la época: un criollo delgado y pálido de marcados rasgos peninsulares. El ensayista y novelista colombiano, William Ospina, autor del ensayo En busca de Bolívar (2010), opina que la digitalización no aporta nada nuevo, “porque una cosa es el rostro y otra el gesto, y acceder a la gestualidad de Bolívar hoy es imposible. Además, era un hombre que cambiaba su expresión constantemente, podía pasar de la alegría a la cólera a una velocidad de vértigo”. Ospina sigue prefiriendo los retratos pictóricos del personaje, “sobre todo los de Antonio Salas” y no cree que la imagen pueda influir en la campaña electoral: “Nadie normal decidiría su voto por un retrato”.

Aunque el prócer no tuvo hijos, los familiares que tienen parentesco con él han criticado la utilización electoral de la imagen de Bolívar por parte del Gobierno de Chávez. Ricardo Meneses Pilonieta, tataranieto de la tía del prócer, Juana Bolívar, ha calificado como “abusivo” el culto a la imagen del líder independentista y ha reprochado al presidente que regalara réplicas de la espada de Bolívar a personajes como Muamar el Gadafi, Vladimir Putin y Raúl Castro. La familia también ha acusado al Gobierno de profanar “sin autorización de los familiares los restos del Libertador” (Chávez ordenó la exhumación del cuerpo en 2010 para averiguar las causas de su muerte). Incluso culparon a los científicos de pretender dar al personaje un aspecto mulato. “Han querido presentar una imagen que se asemeje más a un origen africano, cuando sabemos que es de origen español y portugués. Así le dan una apariencia similar a la del presidente” afirmó Piloneta, sin explicar en dónde ve los rasgos mulatos y el parecido con Chávez.

Simón Bolívar, retratado por José Gil de Castro, 1928.
Simón Bolívar, retratado por José Gil de Castro, 1928.

En el diario caraqueño, El Universal, el historiador Elías Pino Iturrieta compara la imagen digital con uno de los retratos más famosos del Libertador; el pintado por José Gil de Castro en 1828. En el cuadro, Bolívar luce gallardo con un bigote grueso y el cabello aún abundante. Ni rastro del cansancio y el sacrificio de 15 años de guerras y recorridos interminables a caballo. El historiador nicaragüense Jorge Eduardo Arellano afirma que “en menos de cuarenta años recorrió en barco, a caballo y a pie, una distancia equivalente dos veces y cuarto la vuelta a la tierra, superando en miles de kilómetros a Alejandro Magno, Julio César, Aníbal y Napoleón juntos”. Suficiente para lucir ojeras de por vida. Pero viendo el rostro pintado por Gil de Castro nadie lo diría. Tampoco se perciben los estragos de la enfermedad pulmonar que aquejaba al prócer. El mismo epistolario de Bolívar resulta contradictorio: envía copias de su retrato a familiares y conocidos asegurando que la pintura fue realizada “con la más grande exactitud y semejanza”, mientras que en otras cartas de la misma fecha se describe achacoso, avejentado y encanecido. Para Pino Iturrieta es evidente que "Gil de Castro maquilló muchas arrugas y muchos infortunios a la hora de reconstruir la imagen que agradó a su modelo, no en balde se trataba, más que de hacer un trabajo fidedigno, de fabricar una imagen susceptible de funcionar en un comprensible proyecto de naturaleza política”. Según Iturrieta, el propósito de la imagen digitalizada es el mismo: "complacer a quien encargó el trabajo y al resto de los venezolanos acostumbrados a solazarse en la pose majestuosa del padre".

Hasta ahora, el retrato del ideólogo del panamericanismo nos había llegado a través de los cuadros decimonónicos, de las estatuas de las plazas latinoamericanas y de un puñado de biografías y novelas entre las cuales destaca El general en su laberinto de Gabriel García Márquez. El retrato del héroe decrépito que traza el Premio Nobel no se parece en nada a la saludable imagen difundida por los científicos. Su novela, basada en la obra de distintos historiadores, narra el deterioro físico del general en sus últimos días de vida. “Hasta su desnudez era distinta, pues tenía el cuerpo pálido y la cabeza y las manos como achicharradas por el abuso de la intemperie”, cuenta Gabo en uno de los pasajes, “había cumplido cuarenta y seis años el pasado mes de julio, pero sus ásperos rizos caribes se habían vuelto de ceniza y tenía los huesos desordenados por la decrepitud prematura, todo él se veía tan desmerecido que no parecía capaz de perdurar hasta el julio siguiente”. Nada que ver con el rostro imponente presentado en Caracas.

La herencia en el laberinto

La figura de Bolívar está tan viva en América Latina que tanto progresistas como conservadores se disputan su herencia ideológica y lo consideran el “padre de la patria”. La batalla por apropiarse del legado del Libertador promete ser más dura que nunca de cara a las elecciones venezolanas de octubre. Las alusiones de Chávez al prócer como héroe casi sagrado, perfecto e intachable son de sobra conocidas. Últimamente también la oposición se ha apuntado al bolivarianismo. El candidato opositor Henrique Capriles se niega a renunciar a un legado tan suculento y lo proclama vía Twitter: “Diga lo que diga este Gob. (Gobierno) y su candidato del pasado, el legado de nuestro Libertador Simón Bolívar es de todos y nunca será de un determinado partido político. ¡Arriba Bolívar!”.

A la polémica generada por el legado político se le puede unir otra referente a la herencia sanguínea. En una entrevista con El Universal, el presidente del Instituto Venezolano de Genealogía, Antonio Vaillant, declaró que en el transcurso de una investigación sobre las raíces ibéricas de Henrique Capriles, descubrió "por azar" que el candidato opositor es descendiente directo de un tío de Bolívar. En plena campaña, el parentesco podría resultarle muy rentable a Capriles.

Por ahora los sondeos siguen dando una amplia ventaja a Chávez. Es poco probable que la herencia del Libertador permita a Capriles acortar distancias con el presidente, que ha festejado su 58 cumpleaños en plena batalla contra el cáncer y parece estar en plena forma. Mientras unos y otros discuten, la herencia ideológica de Bolivar sigue atrapada en un laberinto del que nunca saldrá.

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