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65º FESTIVAL DE CANNES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adaptación sin alma de ‘En el camino’

Ignoro si la gente joven sigue leyendo la novela de Jack Kerouac Si así fuera, ignoro si les provoca la hipnosis y la ensoñación que sintieron otras generaciones

Carlos Boyero
Viggo Mortensen, ejerciendo de torero 'amateur'
Viggo Mortensen, ejerciendo de torero 'amateur'Valéry Hache

Ignoro si la gente joven sigue leyendo la novela de Jack Kerouac En el camino, y si así fuera, ignoro si les provoca la hipnosis y la ensoñación que sintieron otras generaciones. Yo recuerdo mi encuentro con ella a comienzos de los años setenta como una revelación conmovedora, una sensación parecida a la que me otorgó la maravillosa vitalidad de la obra de Henry Miller, que estaba prohibida en España y la conseguías clandestinamente en ediciones argentinas. Y por supuesto, al leer a Kerouac en aquellos años de excesiva incertidumbre y lógico desasosiego te entraban irresistibles ganas de lanzarte a la carretera. El autoestop era una forma accesible de viajar. En mi caso no llegué muy lejos. Solo di algunas vueltas por España y crucé la frontera con Francia un par de veces. No encontré mi camino definitivo en esos viajes pero sirvieron para oxigenarme y hacerme soñar. También me acompañaba permanentemente en la mochila esa novela elegiaca. No he vuelto a leerla. Por precaución o miedo, temiendo el desencanto o la comprobación de que eras otra persona en aquellos momentos, pero guardará eternamente un lugar privilegiado en mi memoria.

A lo largo del tiempo oías hablar insistentemente de proyectos que pretendían adaptar al cine las aventuras itinerantes, internas y externas, del sensible y observador Sal Paradise y el muy golfo y entrañable buscavidas Dean Moriarty, su imperiosa necesidad de encontrar sentido a la vida mediante el movimiento continuo, su convicción de que todavía quedaba pureza en la carretera recorriendo las ciudades y los pueblos de Estados Unidos, su amor al jazz, sus continuos pasotes de alcohol, hierba y anfetas, el ansia saciada de sexo, el pavor al compromiso sentimental y familiar, la certeza de que se iban a cruzar con otros espíritus como los suyos y de que en cualquier lugar habría amigos esperándoles y ofreciéndoles provisional cobijo. Esos otros podían ser el yonqui William Burroughs (en la película, Viggo Mortensen), viviendo en el campo y disparando a las botellas entre chute y chute, o el poeta Allen Ginsberg, que estaba acumulando experiencias vitales para que tanta gente se estremeciera y se identificara existencialmente con su alucinado y emocionante poema Aullido.

Walter Salles, que ya había descrito en Diarios de motocicleta los viajes a través de Sudamérica del joven Ernesto Guevara, ese vagabundeo iniciático que le convencerá de la necesidad de actuar e intentar cambiar las cosas, se ha empeñado en retratar en imágenes el universo de En el camino. Y ha fallado en la apuesta. No ha sabido trasladar el espíritu, el latido, la poesía, el vértigo que contiene esa novela excepcional. Que la ambientación, la atmósfera, la multitud de localizaciones, la época y la música estén muy cuidadas no sirve para atrapar el alma de esa compleja gente, para que te impliques en sus complicadas relaciones afectivas, en su hambre de vida. Está bien ilustrada pero le falta lo principal. Tampoco me sugieren nada especial los actores principales, esos juveniles Garrett Hedlund y Sam Riley que componen a Moriarty y a Paradise desde fuera, sin lograr que al espectador le interese demasiado lo que les pasa por dentro. Walter Salles ha realizado una película fría y rutinaria con un material que estaba en carne viva. Otra vez será. El cine sigue en deuda con esos vagabundos de las estrellas que inventó Jack Kerouac.

EL INVITADO DE HONOR. A sus 73 años, el director italiano Bernardo Bertolucci se convirtió ayer en el invitado especial de Cannes. Bertolucci presentó su nueva película, 'Io e te'.
EL INVITADO DE HONOR. A sus 73 años, el director italiano Bernardo Bertolucci se convirtió ayer en el invitado especial de Cannes. Bertolucci presentó su nueva película, 'Io e te'.SEBASTIEN NOGIER (EFE)

Se oían muchas risas y había sensación de alborozo y complicidad en la sala ante el último disparate del director francés Leos Carax, señor al que se profesa culto en Francia aunque jamás haya podido comprender las razones. Nada de lo que ocurre en la espantosa Holy motors es comprensible para un espectador que no haya perdido las neuronas, aunque también dudo que su autor entienda de que está hablando. Pero alguien nos explicará que se trata de poesía, corrosión y delirio, cositas tan prestigiosas que no precisan la mínima coherencia. A lo largo de un día y una noche un multimillonario al que trasladan en una limusina por París adopta disfraces de mendiga anciana, de chino loco que zampa flores en los cementerios y secuestra a una modelo, de ninja psicodélico, de viejo moribundo, de asesino, de acordeonista popular. Imagino que con la supuesta intención de transgredir y provocar, de exaltar la belleza del gesto y de la impostura. Es una sucesión de tonterías sin gracia, los caprichos vacuamente surrealistas de un niño consentido e irritante.

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Se ha proyectado en la Quincena de Realizadores la película del español Jaime Rosales Sueño y silencio. La he visto y oído con pasmo ingrato, sabiendo que me está contando algo tan terrorífico como la muerte de un hijo en un accidente y los intentos de los devastados padres y hermana por sobrevivir a esa experiencia atroz y encontrar algún asidero vital. Ese tema lo trató de forma conmocionante Nanni Moretti en La habitación del hijo. El lenguaje visual que utiliza Rosales para hablar de la tragedia de esa familia, las elipsis, los diálogos improvisados, esos actores que parecen no actuar, el afán por no subrayar los sentimientos, me alejan permanentemente de un argumento que tendría que impresionarme.

Jaime Rosales me inquietó con la malsana Las horas del día y percibí un original talento expresivo en La soledad. No entendí nada y me puso de los nervios el estilo para retratar la cotidianeidad de un asesino etarra en Tiro en la cabeza. En Sueño y silencio, mi deserción de su mundo ya es acelerada. Como dicen los críticos con espíritu reflexivo y rigor analítico, ya habrá tiempo cuando se estrene en España para hablar en profundidad de película tan rara. Pero yo renuncio a esa tarea tan árida como imposible. Que se la expliquen a ustedes aquellos que saben valorarla.

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