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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Burton en su salsa... pero no contagia

Todas las películas de Tim Burton ofrecen la gozosa sensación de que este hombre se sigue divirtiendo y creando cine con los juguetes favoritos de su infancia

Carlos Boyero
Un fotograma de 'Sombras tenebrosas'.
Un fotograma de 'Sombras tenebrosas'.

Todas las películas de Tim Burton ofrecen la gozosa sensación de que este hombre se sigue divirtiendo y creando cine con los juguetes favoritos de su infancia y adolescencia, con las filias y fobias, amores y miedos, anhelos y sueños, dudas y certezas, mitos y fetiches que en esas épocas decisivas marcan para siempre la personalidad. Y ha tenido el talento y la suerte para hacerse rico y famoso practicando sus diversiones ancestrales, hablando de magia y freaks, fantasmas y brujas, pesadillas y seres deformes, cuentos góticos y tenebrismos líricos. Si repasas su obra es imposible descubrir rasgos de impostura o proyectos mercenarios (incluido el estratégico derroche de un gran estudio que supone la adaptación al cine de Batman, esas sombrías y lujosas películas que Burton consiguió trasladar a su mundo, el histriónico Joker y el malvado Pingüino son Burton puro), siempre un cine muy personal realizado con vocación y corazón cuya continuidad está asegurada por sus espectaculares resultados.

Reconociendo la permanente identificación del planeta, el estilo, el género Burton, hay ocasiones para mi gusto en el que ha logrado películas maravillosas como Ed Wood y Big fish, otras tan atractivas como irregulares y algunas en las que ese genuino universo me deja frío o me irrita.

Sombras tenebrosas nace, cómo no, de una serie de televisión que programó la cadena ABC desde 1966 a 1971. Esa telenovela con elementos sobrenaturales y en la que el vampiro Barnabas Collins ejercía jugoso protagonismo es, al parecer, uno de los más felices recuerdos de infancia no solo de Tim Burton sino también de su alter ego en las ficciones, conocido como Johnny Depp, ese excelente actor que no solo encarna una y otra vez en cuerpo y alma las fantasías de Burton sino que también debe compartir sus aficiones, mitos y fetiches e identificarse con su inquietante espíritu.

El arranque, caracterizado por la eterna fuerza visual de la barroca cámara de Burton, te prepara para una tragedia gótica que se desarrolla en el Maine del siglo XVIII, con una guapa, malísima y despechada bruja que condena al vampirismo a un amante que se enamoró de otra mujer. Doscientos años más tarde, con la salida de la tumba de ese triste y abatido chupasangre y su deseo de encontrar un refugio en su antiguamente esplendorosa y ahora arruinada y crepuscular familia, la tragedia se convierte en una comedia pretendidamente hilarante, en la tradición de Los Monster y La familia Addams.

Resulta transparente que Tim Burton y Johnny Depp han disfrutado mogollón reinventando a Barnabas, exhibiendo un humor entre estrafalario y negro, jugando al esperpento, buscando situaciones, diálogos y personajes jocosos. Pero aunque pongo toda mi buena intención en participar del presunto jolgorio, la sonrisa se me va congelando y a ratos aparece el aburrimiento. La gracia, la fantasía y los guiños que pretende Sombras tenebrosas en mi caso no se contagian. A pesar de que aparezca Michelle Pfeiffer, esa mujer preciosa y actriz notable, a la que hay tan pocas oportunidades de ver en los últimos años, ya que se escriben escasos papeles jugosos para las bellezas que han superado los cincuenta años. Pero ni siquiera ella consigue reprimir mi indiferencia o mi bostezo.

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