La sutil diferencia entre un perro y una rata
La directora Yasemin Samdereli echa una mirada divertida a la integración turca en Alemania con la comedia 'Almanya. Bienvenido a Alemania'
Era pequeñito, de un verde algo triste y apenas tenía decoraciones. “¿Qué es eso?”, pensó la pequeña Yasemin Samdereli de aquel intento de árbol de Navidad que su madre había colocado en el salón de su casa de Dortmund (Alemania). Y eso que la mujer se había esmerado en ofrecerle esa celebración a lo occidental que la niña tanto pedía y que tan poco tenía que ver con su origen turco. Esta anécdota y otras reflexiones acerca de las distancias culturales protagonizan Almanya. Bienvenido a Alemania, la comedia de la Samdereli adulta sobre la integración turca en ese país que se estrena hoy en España.
“Es la historia de la llegada a Alemania del inmigrante número 1.000.001 y de cómo ha cambiado 40 años después”, es el resumen de la cineasta a la propuesta de explicar el filme en 15 segundos. Ese joven turco cortés que en la frontera cede el paso, y con ello la fama, a otro (el que se convierte en millonésimo inmigrante) está inspirado en el abuelo de Samdereli. Y es el mismo señor Hüseyn que, ya con la barba blanca y el peso de la vejez en sus hombros, propone a toda su familia (ya instalada en Alemania) volver a su pueblo natal en Turquía para unas vacaciones en el álbum de los recuerdos.
De ese álbum, y de mucha ironía, ha tirado Samdereli, nacida en Dortmund pero de origen turco, para buscar una mirada distinta sobre un tema algo manido. “Hay muchas películas que hablan de la integración turca en Alemania. Pero Almanya muestra la perspectiva del inmigrante recién llegado y algo perdido y lo hace con un humor absurdo”, asegura la cineasta. Tan absurdo como el peculiar lenguaje que Yasemin Samdereli y su hermana Nesrin, guionista del filme, inventaron para los personajes alemanes que se dirigen a Hüseyn: “Queríamos que hablaran cómo a mi abuelo le parecía que hablaban, para situar al público en su piel”. Y para provocar una sonrisa.
Al fin y al cabo, lo mismo que buscaba Demet Gül, una de las intérpretes de Almanya, justo el día que entendió que quería ser actriz. Eso sí, el contexto no tenía nada de divertido. “Mi madre estaba hospitalizada por un cáncer y le quedaba poco por vivir. Fui a verla y me puse a bailar y decir tonterías para que sonriera. Y me sentí bien”, explica Gül.
Algo parecido ocurre con Almanya, un viaje de 97 minutos por Alemania y Turquía a lo largo de la línea que separa la risa y el llanto. “Hay que ser capaces de reírnos de nosotros mismos”, afirma Samdereli, que juega a desmontar estereotipos e incomprensiones culturales a fuerza de situaciones ridículas. “¿Por qué esa rata no tiene patas?”, le preguntan por ejemplo a Hüseyn sus hijos pequeños al ver por primera vez a un alemanísimo perro salchicha.
La primera vez que las hermanas Samdereli vieron clara la idea de este filme, en cambio, fue hace 10 años. Su abuelo acababa de fallecer y Yasemin y Nesrin decidieron agradecerle su coraje por abandonar un pueblo de Anatolia en busca de fortuna. “Si no fuera por él, seguramente no sería cineasta y muchas cosas de mi vida serían distintas. Fue muy valiente”, sostiene la directora. Menos lo fueron las productoras a cuyas puertas las Samdereli fueron a pedir financiación: “Nos decían que la historia era preciosa pero que no iba a funcionar”.
Tantos bofetones dejaron el proyecto agonizante durante tres años. Pero las hermanas tenían antidepresivos de carne y huesos: “Siempre que una de las dos estaba de bajón la otra la animaba. Y así seguimos adelante”. Hasta recorrer los miles de kilómetros que llevan a Taiwan, el más lejano entre los 20 países en los que se distribuirá Almanya.
Una distancia más metafórica separa todavía los inmigrantes turcos de los residentes alemanes. Mucho se ha hecho, pero mucho, según la directora y la intérprete de Almanya, hay que hacer. “Uno de los problemas principales es el idioma. Hay clases donde el 90% de los estudiantes es extranjero y los niños no consiguen llegar a hablar un alemán fluido”, defiende Samdereli. Es ese uno de los pasos que quedan para llegar a la esperanza de Gül: “Quiero que me valoren solo como persona y no por lo que pone mi pasaporte”. O por no saber que hay perros que parecen ratas sin patas.
Babelia
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