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La revancha final del guerrillero

Almudena Grandes presenta 'El lector de Julio Verne' en la Sierra Sur de Jaén, escenario de la segunda parte de su ciclo novelesco sobre la posguerra

Juan Cruz
Almudena Grandes, ayer en el palacio de la Mota en Alcalá la Real, en Jaén.
Almudena Grandes, ayer en el palacio de la Mota en Alcalá la Real, en Jaén.JOSÉ MANUEL PEDROSA

Al guerrillero comunista Tomás Villén Roldán quisieron apresarlo los guardias civiles a los que él burló durante seis años, desde 1941, en la Sierra Sur de Jaén, y decidió suicidarse cuando un chivatazo lo dejó al descubierto.

La Guardia Civil se llevó el cuerpo de Tomás a la plaza del pueblo, sonó la música de la banda y un requeté bailó sobre el cadáver. La mujer de Tomás acudió con su hermana y otros parientes, se lo llevó, lo lavaron de las miasmas del verano y lo enterraron en un lugar denominado Corralillo del Ahorcado. Muchos años después la misma familia pudo rescatarlo de ese campo y lo enterró con todas las de la ley en el cementerio de Castillo de Locubín, cerca de aquí.

Tomás se suicidó el 17 de julio de 1947. Era una leyenda entre los habitantes de la Sierra Sur entonces y ahora es un héroe para mucha gente. Ayer Almudena Grandes contribuyó a esa glorificación trayendo a Fuensanta de Martos y a otros escenarios de aquella historia su novela El lector de Julio Verne (Tusquets).

La novelista narra ahí ese suicidio; Tomás llevaba consigo el dinero de sus asaltos, con los que subsistía con los suyos; al guerrillero lo llamaban Cencerro, y como tal firmaba algunas de sus acciones, tras las cuales dejaba él mismo dinero: “Así paga Cencerro”, escribía. Y cuando la Guardia Civil lo localizó en una casucha él decidió matarse. Antes cortó en trocitos el dinero. Así murió Cencerro.

Las nietas del guerrillero (Esther, Isabel), que son lectoras de Almudena Grandes, supieron que la novelista iba a incluir la historia de su abuelo en la segunda entrega de sus Episodios de una Guerra Interminable, pues en el primer tomo (Inés y la alegría) están los títulos sucesivos de la saga. Ya esta novela estaba escrita; cuando Almudena supo que a la hija de Tomás (que vive) le había gustado, saltó de alegría. Ayer supo, además, que en todos estos pueblos de la Sierra Sur de Jaén el guerrillero, que fue primero un secreto y después una leyenda, es ahora también un héroe de novela. Los pueblos se volcaron ayer en homenaje al personaje, a la novelista y la memoria que rescata.

Para las nietas de Cencerro la figura del abuelo “se agiganta con orgullo”; durante años no pudieron decir nada de él; la madre, además, estuvo en la cárcel por decir que concibió a un hijo estando Tomás en la Sierra. Esther contó ayer la crónica del paseo ignominioso que el cadáver del guerrillero sufrió en Valdepeñas de Jaén. “Pasearon el cadáver, vino la banda de música, un requeté bailó encima del cuerpo del abuelo; una mujer le dio una sábana a mi madre y ella y su hermana Virtudes se lo llevaron cuando se acabó la fiesta. Estaba cubierto de tábanos, de hormigas, de arena…, imagínense esta tierra en julio. Abrieron un hoyo, lo envolvieron en la sábana que les había dado una vecina y lo metieron allí”.

En la abadía de Alcalá la Real, donde Almudena dialogó con Esther y con Cristino Pérez Meléndez, que de chico, hijo de guardia civil, oyó contar la historia de Cencerro que Almudena Grandes ha recreado, el relato de la nieta cruzó como un rayo. “Me preguntan si mi madre sintió orgullo del abuelo. Sintió rabia, pena, desconsuelo”. Cuando ya el abuelo pasó a reposar en un cementerio regulado (“y reposa en una tumba muy limpia, y tiene flores”) era como si acabara su propio calvario, como si hubiera ganado una última batalla. Entiende ella, por eso, que la lucha de muchísima gente por “recuperar los restos de los suyos” es “una obligación de la democracia” por la que luchó el abuelo. En este instante recordó con gratitud al exjuez Garzón, que es también de estos pagos.

Almudena Grandes hizo quizá su presentación más emocionada. Le preguntamos en el viaje qué actualidad tienen hoy los versos de Ángel González con los que comienza su novela: “Nada es lo mismo. Nada permanece. Menos la Historia y la morcilla de mi tierra: se hacen las dos con sangres, se repiten”. Y dijo la novelista. “Yo creo que no, que en España ya no se repetirá. No es honesto hablar de dos Españas ahora mismo”. Acaso es el triunfo final del guerrillero.

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