Auster lleva a Barcelona sus preguntas esenciales
El autor estadounidense inicia la gira de promoción de ‘Diario de invierno’
Paul Auster (Nueva Jersey, 1947) se esconde del sol mañanero tras unas gafas de sol de tipo aviador. Elegante en los andares, siempre sutil, agradece la pausa entre entrevistas de promoción de su último libro Diario de Invierno (Anagrama) para poder atacar un pequeño cigarro holandés con tabaco de Sumatra. Caladas largas, disfruta de un placer “casi prohibido”, como subraya mientras bromea con el poco tiempo que tiene cuando visita una ciudad como, en este caso, Barcelona. La familia es uno de los temas transversales que atraviesan este Diario de Invierno: “La familia es todavía el centro de la sociedad estadounidense, sin duda, pero eso se está transformando porque la gente no se casa como antes; se ha perdido el sentimiento de sacramento”, razona Auster.
Sobre la oportunidad y el motivo del libro Paul Auster asegura que no sabe “por qué” ha escrito. “Puedo saber cómo, cuándo, quién y qué escribo pero nunca por qué, creo que nunca un escritor puede contestar a eso”. Hablamos sobre las heridas vitales que se enumeran en Diario de Invierno y si en su balanza pesa más el sufrimiento o el placer pasados. “Ambos, placer y sufrimiento cuentan igual en la vida”, indica el autor de Trilogía de Nueva York. Auster apunta: “Este libro habla del cuerpo humano, concretamente sobre el mío, y cuando atraviesas la memoria de heridas y de enfermedades que has sufrido te das cuenta de que por todos lados has recibido, pero no soy solo yo, es una verdad universal”.
No cree que este particular diario tenga un eje temático concreto, aunque insiste en el placer como leitmotiv y subraya: “el placer viene por el sexo, por la comida, por sentarte al sol o un baño caliente, pero también hay que tener en cuenta el dolor porque sin uno no existe el otro, hay que contar con ambos”.
Auster asegura que a pesar de estar en edad de jubilación este libro no es “para hacer balance” ni tampoco “una salvación ni una declaración sobre nada, solo es un informe sobre el ahora”. Recuerda que empezó a escribir el libro el 3 de enero de 2011, “cuando no paraba de nevar, nevar y nevar en Nueva York” y que lo terminó en primavera, “muy rápido”. De ahí el nombre, Diario de Invierno, aunque admite que el título lo ha medio copiado de Franz Schubert y su Viaje de Invierno (que en inglés tienen una sonoridad tremendamente similar). De hecho el título esconde una metáfora que se entiende en la última frase del libro.
Llama la atención el método narrativo escogido por Auster. Es una pieza escrita en segunda persona, vocativa. La idea, según el autor, es conseguir un ritmo musical. “Es una colección de fragmentos, no una biografía”, insiste Auster. “Trato de construir lo que en música se conoce como fuga”. Son varios bloques separados por espacios. Por ejemplo, el compendio de los 21 lugares donde ha vivido durante su dilatada trayectoria. Auster va para adelante y para atrás con maestría, sin mareos, en la línea de sus recuerdos. “En el mundo de la memoria todo es simultáneo”, remata misterioso.
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