El hogar blanco del emperador Tito se instala en el Real
‘La clemenza di Tito’, la última ópera de Mozart, se estrena el martes en el teatro madrileño con la dirección de Ursel y Karl Ernst Herrmann
Para ser el hogar del hombre que terminó de construir el Coliseo, es sorprendentemente humilde. Un cuarto blanco y tres puertas, que apenas dejan entrever Roma. Pero la decisión de encerrar en una modesta jaula al emperador Tito, a los otros cinco personajes y a todas sus vivencias responde a una elección del director de escena, el alemán Karl-Ernst Herrmann. “Normalmente esta ópera se representa con un escenario y un vestuario romanos. Pero queríamos hacer hincapié más en las pasiones y los sentimientos que en el aspecto histórico”, cuenta Herrmann. Así es su versión de la mozartiana La clemenza di Tito, que se estrena el próximo martes 14 de febrero en el Teatro Real, con la dirección musical del también alemán Thomas Hengelbrock.
La última ópera que escribió Wolfgang Amadeus Mozart es la primera que dirigió Herrmann, junto con su pareja artística, además de esposa, Ursel. Era 1982 y Herrmann, a la sazón escenógrafo, había disfrutado de unos días de vacaciones con el entonces director del Teatro de la Monnaie de Bruselas, Gerard Mortier. “Hablamos mucho de La clemenza di Tito: nunca se representaba cómo debía ser. Gerard me preguntó si quería hacer yo la escenografía. Dije que sí a condición de que me dejara escoger al director escénico”, recuerda Herrmann. El alemán no tuvo que mirar muy lejos: bastó con ponerse ante el espejo.
Un emperador compasivo, una mujer que le ama y que, cuando se ve rechazada, decide asesinarle (Vitellia) y un hombre a su vez colgado de Vitellia que promete ayudarle en su conjura. “Vitellia es la diva, la estrella. Mozart escribió ese papel pensando en Aloysia Weber [que fue amante del compositor]”, explica Mortier. Y con ese reto se medirá ahora Amanda Majeski.
Yann Beuron (Tito) y Kate Aldrich (Sesto) completan el trío que protagoniza las casi tres horas de la nueva entrega mozartiana de Mortier en el Real. “Mozart no termina nunca. Podríamos ver sus obras cada semana y siempre aprenderíamos algo”, ha defendido más de una vez el director del coliseo madrileño. Tanto que sobre el compositor alemán Mortier ha edificado el eje de la próxima temporada del Real, la 2012-2013.
Mientras llega la avalancha mozartiana, el martes el Teatro Real escenificará “una de las obras más misteriosas” del compositor, en palabras de Thomas Hengelbrock. “La clemenza di Tito no es una ópera clásica como Las bodas de Fígaro o Don Giovanni. Es más bien romántica, con una apariencia barroca. Sus arias son odres antiguos con vino nuevo”, asegura Hengelbrock. El director confía en que el público aprecie su nueva cata (el año pasado ya triunfó en Madrid con Iphigènie en Tauride).
Este nuevo título en la temporada del teatro madrileño, que Mozart escribió en poco tiempo a partir de un libreto muy esquemático de Pietro Metastasio, según le han criticado a lo largo del tiempo, ofrece puntos de vistas atractivos para el director musical Thomas Hengelbrock: “Mozart sabía que iba a tener que escribir esa obra. Y había partes que ya estaban hechas. La brevedad, la reducción a lo esencial no se debió a las prisas sino a la voluntad de Mozart”.
Sea como fuera, en 1790, cuando se representó por primera vez, la ópera tampoco gustó en exceso. “Un año después de la revolución francesa Mozart escribe una obra para los poderosos diciéndoles: ‘La clemencia es el valor principal de los gobernantes’. Es parte de su grandeza”, sostiene Mortier. La reina de Bohemia, esposa de Leopoldo II, para cuya coronación se le encargó la obra a Mozart, no pudo estar menos de acuerdo. Se dice que la definió como una “porquería alemana”. Desde luego que no tenía la clemencia de Tito.
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