Muere el diseñador Jesús del Pozo
El diseñador definió el nuevo estilo de un país que se acababa de despertar a la democracia
Dicen los que estaban cerca que ni él mismo parecía ser consciente del alcance de su larga dolencia. Que nunca ejerció de enfermo y trabajó hasta el final. Aunque su frágil aspecto despertó alarmas en los últimos tiempos y por recomendación médica se mantuvo algo apartado de la esfera pública. El sábado por la tarde, el diseñador de moda Jesús del Pozo falleció, a los 65 años, en el Hospital La Paz de Madrid.
Según su compañía, sufrió un repentino empeoramiento del enfisema pulmonar que padecía desde hace años. En un comunicado emitido hoy, la empresa anuncia que su colección de primavera/verano 2012 se presentará tal como estaba previsto. Será el 16 de septiembre a las 12.00 en la pasarela Cibeles Madrid Fashion Week. También en septiembre se celebrará un funeral en su honor en su ciudad natal. Hoy, la familia le despedirá con una ceremonia íntima.
Se va una figura fundamental del diseño de los últimos treinta años. No solo en lo creativo. "Hay reconocerle haber sido uno de los instigadores de la era actual de la moda en España", afirma Modesto Lomba, presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME). "Junto a Manuel Piña o Antonio Alvarado fue protagonista de la pasarela del Ferrocarril, después de la pasarela Cibeles y, finalmente, de Cibeles Madrid Fashion Week. Hizo posible la realidad que hoy vivimos los demás".
Jesús del Pozo se convirtió en el primer diseñador de moda que recibió la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, en 1998. También obtuvo el Premio Nacional Cristóbal Balenciaga en 1989 y la Aguja de Oro en 1981. Vistió por igual escenarios bohemios y eventos reales. Lidió con obsesiones recurrentes, con pasiones y contradicciones. Este es un boceto de Jesús del Pozo en cuatro capítulos.
La modernidad. La calle Almirante de Madrid, en la que nació Jesús del Pozo y donde abrió su primera tienda en 1974, definió aspectos fundamentales de su historia. Fue una arteria principal de la vanguardia madrileña de la que él se convirtió en emblema. Su colección de debut data de 1976 y sus inicios fueron contemporáneos a los de Antonio Miró y Adolfo Domínguez. Curiosamente, los tres empezaron diseñando para hombre. Un hilo común recorre su estilo y une Madrid, Cataluña y Galicia. El periodista Pedro Mansilla señala esta coincidencia, pero considera que les emparienta algo más. Recuerda un texto en el que Manuel Vázquez Montalbán analizaba cómo esa generación abrazó la estética, desilusionada por la política. En todo caso, Del Pozo siguió cobijando en sus costuras altas ambiciones intelectuales. Solía decir que creaba para una mujer que no buscaba disfrazarse, sino que se arreglaba para sí misma. Que se vestía "para adentro". Un discurso que le acompañó hasta el final. En septiembre de 2010, en una conversación con lectores de EL PAÍS, explicaba: "Quiero mucho a la mujer y me encanta potenciar todo lo positivo. No quiero uniformar. Es importante que cada persona aporte algo de su personalidad, por eso trato de hacer moda dúctil y adaptable". La filosofía estética de un creador que buscaba furiosamente la originalidad.
El arte. "Por haber nacido en la calle Almirante, Jesús del Pozo se llevaba muy bien con el teatro", apunta Mansilla. "Y acudía regularmente a las tertulias del café Gijón. Al principio, quería gustarle a la intelectualidad madrileña". Vistió a sus musas, especialmente a Ana Belén. Pero no solo el teatro y la literatura figuraban en su agenda. De la mano de su amigo, el arquitecto Alberto Campo Baeza, se acercó a la arquitectura, que marcó sus volúmenes y formas. Con todo, su proyecto artístico más destacado fue el vestuario de la ópera Carmen, en 1998. Aunque también se atrevió con la zarzuela y la danza y vistió al Ballet Nacional de Cuba. Para algunos la disciplina artística con la que mantuvo una relación más estrecha fue la escultura. La tesis doctoral que le dedicó Luis Casablanca Migueles considera a Del Pozo "un creador de esculturas habitables, que se enfrenta a la tela como el escultor al mármol o a las piedras".
El sector. Le gustaba considerar que contribuyó "a la profesionalización del sector". Al final de los años 90 fue uno de los impulsores de ACME y ejerció como presidente de esa asociación hasta 2004. Fue uno de los más destacados disidentes, nombre que se dio al grupo de cinco diseñadores -entre los que también estaban Roberto Verino o Ángel Schlesser- que entre 1999 y 2001 se encaró con la pasarela Cibeles y decidió mostrar sus colecciones en paralelo. En la conversación con los lectores de EL PAÍS recordaba así aquella época: "Fue tremendamente excitante, muy enriquecedora, pero al mismo tiempo muy dura. Creo que no fue en vano lo que en aquel momento reclamábamos. No se consiguió todo, pero sí se lograron grandes cosas". "Jesús fue uno de los que más creyó en un proyecto de trabajo conjunto de los diseñadores españoles", recuerda Modesto Lomba.
El negocio. En 1992, Del Pozo lanzó su primer perfume. Duende abrió una nueva vía de negocio y definió una nueva era, con menos penurias económicas y un estilo más sofisticado y ampuloso. Le seguirían una docena de fragancias. La última, Ámbar, en 2010. En la década de los noventa también apareció una rentable línea de punto y el diseñador gozó de una hasta entonces desconocida estabilidad y solvencia. Fue uno de los primeros en comprender el potencial del mercado nupcial y presentó su primera colección de trajes de novia en 1996. Un año después firmó un acuerdo de distribución en Japón y lanzó una colección de relojes y de gafas de sol. Le seguirían la ropa infantil, vajillas y hasta alfombras. "Nos enseñó a desarrollar una colección alrededor de una idea estética y también la necesidad de construir una empresa", según Modesto Lomba.
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