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Don Nica cervantino

Ahora que escasea la otra, la que nos queda es la justicia poética. El premio Cervantes a Nicanor Parra es una larga reparación. Lo celebramos con alborozo sus lectores fieles (¿hay otros?), descorchando una botella, con la sonrisa fija del antipoema. Hoy Cervantes viste hoja de parra.

Pocos más cervantinos que Don Nica. Descubrió la poesía en el lenguaje de las matemáticas, como el otro en el de las caballerías. De esos modelos solventes del mundo, uno y otro derivan la ironía, el relativismo y el sinsentido común. Por ello, una pasión los distingue: la crítica del lenguaje, no sólo del habla autoritaria y del habla profusa , sino del idioma mismo, este español que ambos han confrontado para liberarlo de sus oropeles y devolverlo a la calle.

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En una "Advertencia al lector," Parra se reclamó como eslabón perdido de la tribu del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein, a quien había leído y conocido en la época en que escribía sus Antipoemas poemas en Inglaterra. En esa antipoética declara: "Me vanaglorio de mis limitaciones," haciendo eco al famoso principio wittgenstiano que dice, con entusiasmo, "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo." De inmediato, Parra corrige: "Pongo por las nubes mis creaciones." Con lo cual reescribe al filósofo millonario y suicida al introducir el principio de la contradicción como la nueva lógica del discurso. Parra cita también al Círculo de Viena, el grupo de filósofos y matemáticos que en los años 20 había iniciado el positivismo lógico. La noción antimetafísica de una filosofía analítica y crítica atrajo a Parra, estudiante de física en las universidades de Brown y de Oxford a comienzos de los años 40. Don Nica ha ido siempre armado de una libretita y un lápiz, escudo y lanza de un Qujiote escrito por Sancho.

Cervantes, no es casual, escribió en su Don Quijote el primer "artefacto" parreano:

IMPRENTA

Aquí se imprimen libros

"Aquí" está de más, y sobran "imprimen" y "libros." Basta con el nombre. Esa ironía del habla redundante es central a la poética empírica, mundana y gozosa de Parra. El idioma respira mejor en esta poesía.

Una de las veces que lo he visitado me dijo que buscaba escribir la"página en blanco," pero no la del idealismo casto de Mallarmé sino el poema que al ser escrito se borrase. Entiendo que no sólo cuestionaba la elocuencia de los malos poemas (que decía Darío "no acaban nunca"), sino que postulaba lo que hoy sabemos: la verdad es un hueco en el discurso. Cuando la literatura abre trampas donde caen los más, y hasta la Universidad es un negocio de los menos, la obra de Parra se nos hace más actual que nunca. Ahora que de la polis sólo nos queda la policía, recuperamos en ella el espacio público, la certidumbre de los jóvenes que reclaman, la inteligencia de la palabra. Este premio es para el lector.

Julio Ortega es poeta y narrador peruano

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