El FIBA internacionaliza la rica escena teatral porteña
El festival de Buenos Aires acoge montajes de varios países
Buenos Aires se jacta de ser una de las ciudades con más teatros del mundo. Tiene 187 salas, más o casi tantas como Nueva York, Londres, París o Madrid. El debate que está detrás de esa cifra es si la calidad acompaña la cantidad. Es una discusión que ha reverdecido en la nueva edición del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), la bienal de la dramaturgia que se celebra en una de las capitales más reconocidas de la materia.
El Gobierno porteño, conservador, ha puesto mucha energía en este festival, pese a que la comunidad teatral en general critica que durante el resto del año apoya poco la actividad. El FIBA nació en 1997 y desde entonces pasaron alcaldes de diversas ideologías, pero siempre se celebró. El director artístico de la octava edición, que comenzó el pasado sábado y finalizará el 8 de octubre, es Darío Lopérfido, el mismo que lo creó y lo dirigió en 1997 y 1999.
"Buenos Aires no tenía en aquel tiempo un festival como tienen Bogotá o Caracas", recuerda Lopérfido. "Extrañamente no tenía, pese a ser una ciudad con una impactante y permanente cartelera teatral. ¿Pero entonces qué papel podía tener un festival en una ciudad así? Sirve para no correr el riesgo de que el público no confronte con otras estéticas del resto del mundo, de que nos quedemos en lo autorreferencial. El FIBA se ha convertido en un lugar de discusión mundial de estéticas. Hay riqueza por los que vienen y por lo que ven aquí", cuenta el director del festival.
El FIBA siempre se ha distinguido por permitirle al ávido público teatral de Buenos Aires el acceso con entradas baratas a espectáculos de categoría internacional. Por ejemplo, en 1997 Berliner Ensemble presentó allí La resistible ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht. En 1999 el alemán Christoph Mathaler dirigió Murx, una velada patriótica, y en 2007 el francés Théâtre du Soleil trajo Les Éphémères. "Asombrar al público porteño es difícil porque cada fin de semana tiene 80 espectáculos para ver en salas y hasta en casas", cuenta Lopérfido. "Es un público que investiga y averigua. Por eso el FIBA tiene que empeñarse más en impactar", cuenta el director de este festival, uno de los más importantes de Latinoamérica, junto con los de Bogotá, Santiago de Chile y Porto Alegre.
Desde la comunidad teatral de Buenos Aires se criticó que este año se había reducido el número de espectáculos extranjeros que habían venido (son 14 en total), pero también que se privilegiaba demasiado a estos en detrimento de la producción local, tanto en el apoyo económico como en la disposición de las salas. En paralelo al FIBA, la asociación Espacios Escénicos Autónomos organiza el festival Escena en teatros más pequeños. Lopérfido, sin embargo, destaca que el FIBA presenta 34 obras argentinas y, sobre todo, la posibilidad de que sean vistas por programadores internacionales que acuden al FIBA a la caza de buenos espectáculos para llevárselos a otros países.
Agustín Mendilaharzu es el coautor y director de una de las piezas más destacadas de la actual cartelera del teatro independiente de Buenos Aires, Los talentos, y califica al FIBA, en el que participa por primera vez, como el principal festival teatral de Argentina, pero no deja de quejarse por las arduas negociaciones que tuvieron que hacer todos los artistas para que el Gobierno porteño les mejorara la paga y les permitiera hacer más de una función. "Yo nunca había asistido al FIBA ni como espectador porque es una fatiga conseguir entradas, pero es importante participar, porque permite el acceso popular al teatro argentino y a espectáculos prestigiosos de los países centrales, como los de Peter Brook. Además, es importante estar, porque los programadores internacionales vienen con mucho interés", añade Mendilaharzu.
En Argentina existe mucho teatro independiente, pero con mucho esfuerzo. "Aquí el teatro independiente no da buenos dividendos, sino que se gana para el pancho [perrito caliente] y la Coca-Cola", reconoce Mendilaharzu, que forma parte de una cooperativa teatral y que en una buena semana puede cobrar no más de 34 euros. "En cambio, si conseguimos viajar al exterior, ahí sí se consigue mejor dinero", añade el dramaturgo y también cineasta. De ahí la relevancia de espacios como el FIBA.
"El FIBA es importante por las visitas extranjeras, que siempre dinamizan la creación local, esperado como vidriera a otros mercados teatrales e importante en tanto puede sintetizar una actividad arrolladora como la que se lleva a cabo en esta ciudad tan teatrera", opina Juan Pablo Gómez, coautor y director de El hueco, que también se presenta en el FIBA. Pero este dramaturgo también critica la política cultural del alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri: "Eventos de alto impacto mediático regados con resonantes figuras internacionales en detrimento de un verdadero plan de fomento a la actividad, recortes presupuestarios y utilización espuria de los teatros pertenecientes a la ciudad".
El público arrasó con las entradas a los pocos días de ponerse a la venta. Antes de abrirse las taquillas había colas de 200 metros para comprar tiques, que cuestan desde 1,37 euros para las obras argentinas hasta 16,50 para el espectáculo más caro de origen extranjero.
De aquí y de allá
La programación de la edición 2011 del FIBA incluye 14 compañías de Alemania, Brasil, Chile, España, Francia, Reino Unido, México, Suiza y Uruguay. Con un gran éxito de público, ya han actuado las dos representantes españolas: la cantaora flamenca Estrella Morente y Angélica Liddell, con su monólogo Yo no soy bonita, sobre la violencia de género, que despertó mucha curiosidad no solo de los espectadores, sino también de los profesionales del teatro y psicólogos que la escucharon disertar fuera del escenario.
El FIBA comenzó con el Hamlet del alemán Thomas Ostermeier. También se presentarán ¡Te estoy mirando a los ojos, contexto social de ofuscación!, que escribió y dirige el alemán René Pollesch; la versión del británico Peter Brook de Una flauta mágica, y el monólogo del francés Patrice Chéreau El gran inquisidor. Entre las obras argentinas se destacan Ala de criados, de Mauricio Kartun; La familia argentina, de Alberto Ure y dirigida por Cristina Banegas; El secuestro de Isabelita, de Daniel Dalmaroni; Los talentos, de Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, y El hueco, de Juan Pablo Gómez.
Babelia
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