Condenado a muerte por Franco... y por ETA
Una película para televisión estrenada en el festival de San Sebastián rememora la vida del político vasco Mario Onaindia, figura clave en la lucha por la paz en Euskadi
Faltaba poco para la medianoche de ayer cuando Rodolfo Ares, consejero de Interior del Gobierno vasco y socialista, bajaba abrazado a Lourdes Auzmendi, compañera de Pertur, militante de ETA desaparecido en 1976, las escalinatas del Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián. Una imagen que guardaba mucha historia, mucho dolor y muchos muertos. Ares y Auzmendi salían así con ese gesto cariñoso de asistir a la proyección de El precio de la libertad, una película para la televisión en torno a Mario Onaindia, símbolo como pocos de la lucha por la libertad y contra el terrorismo y la violencia en el País Vasco. El estreno de El precio de la libertad, en el marco del Festival de Cine de San Sebastián, congregó en el teatro a políticos, familiares y ex militantes de ETA.
"Claro que estamos en un momento apropiado para el recuerdo de Mario. ¿No ha visto usted con quien bajaba yo las escaleras?". Rodolfo Ares recordaba los malos momentos pero también los buenos que le habían asaltado durante las tres horas que duró este thriller político que recorre los años que van desde 1969, en el que Onaindia es detenido como militante de ETA, hasta 1982, cuando ETA político-militar anuncia el abandono de las armas. Pero el consejero de Interior se quedaba con esa sensación de optimismo y fuerza que irradiaba el político vasco, fallecido en 2003, víctima de un cáncer. "Siempre es un buen momento y ahora aún más para homenajear a una persona como Mario que tanto batalló para traer la democracia a este país y erradicar la lucha armada", señalaba el consejero de Interior.
El acto de la presentación de esta película para televisión de dos capítulos -el primero de ellos se proyecta esta noche en ETB y el segundo se emitirá el próximo martes- congregó a políticos de distinto signo como el ex alcalde de San Sebastián, el socialista Odón Elorza, el consejero de Transportes del Gobierno vasco, Iñaki Arriola, el secretario del Partido Popular de Guipúzcoa, Borja Semper, o el concejal donostiarra Ramón Gómez, también del PP. No faltaron compañeros de lucha de Mario Onaindia, como Teo Uriarte, ni su viuda Esozi Leturiondo. En sitio preferente y verdaderamente emocionado estaba su gran amigo y colega de tantas fatigas, Teo Uriarte, ahora en la Fundación para la Libertad.
Teo Uriarte y Mario Onaindia fueron dos de los condenados a muerte en el proceso de Burgos en diciembre de 1970, pena que fue luego conmutada por la prisión. Uriarte ya había visto El precio de la libertad, pero aun conociendo lo que cuentan y narran sus imágenes, salía descolocado. "Me emociona mucho. Hay detalles de nuestra detención en comisaría que fueron mucho más duros en la realidad, también algunos en la cárcel, pero todo está ahí. El juicio del proceso de Burgos fue así. Está claro que la ficción no puede retratar determinados momentos. Fueron años muy duros, pero quizás lo peor de todo fue nuestra salida de la cárcel porque fue entonces cuando nos tuvimos que enfrentar a la organización. ETA no quiere que salgan los presos de la cárcel", apuntaba Uriarte, quien también ve claro que estos momentos de "crisis en ETA" son perfectos para demostrar que el paso que él y Mario Onaindia dieron en contra de la lucha armada se podía dar y no pasa nada. "Se puede vivir", añadió Uriarte.
El precio de la libertad, que dirige Ana Murugarren y produce Joaquín Trincado, está protagonizada por Quim Gutiérrez, en el papel de Onaindia, Andres Herrera (Teo Uriarte) y Leyre Berrocal, como Esozi Leturiondo, entre otros. La miniserie está coproducida por Blog Media, ETB y TVE.
Junto al título de El precio de la libertad aparecen dos frases referidas a Onaindia: Condenado a muerte por Franco. Condenado a muerte por ETA. La película finaliza en 1982, pero aparece una última imagen de Onaindia dos años después con guardaespaldas por las amenazas de sus antiguos compañeros. Todavía anoche, apostados frente al rio, otros guardaespaldas esperaban a sus protegidos a las puertas del cine.
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