La trompeta de Alex de la Iglesia despierta la Mostra
El director de Bilbao realiza probablemente la película más personal que ha dado el cine español en lustros
Mano de Santo. Los que le pedían al certamen un poco de caña, un poco de diversión y un más de disparate se habrán quedado -por fin- satisfechos esta noche con la exhibición de Alex de la Iglesia y su Balada triste de trompeta. Desde los impresionantes títulos de crédito el de Bilbao ha regalado a una platea atónita un empujón de cine donde se atreve a meterle mano a todos los géneros sin ofender a ninguno. Imaginemos un Forrest Gump absolutamente pasado de vueltas donde se repasa a sopapos la historia de España a través de dos personajes que vendrían a ser, el primero un joker con sobrepeso y el segundo una especie de cruce entre Frankenstein y el hombre elefante en un día espeso. A todo ello debemos sumarle los tics, las sombras, las luces (y todo lo que a uno se le pueda ocurrir) que han formado parte del paisaje patrio en esa época tan dada a confusiones que fue la década de los setenta. Dos payasos, una trapecista y un circo de freaks que hubiera puesto a Tod Browning a bailar la polca. Se le dan unas vueltas, se agita y voilà.
La maravillosa marcianada del autor de El día de la bestia o La comunidad toca aquí tantos palos y los hace sonar tan bien que cuesta seguirle el ritmo sin bizquear. Y es que Balada triste de trompeta lo es todo, probablemente la película más personal que ha dado el cine español en lustros, el filme más arrojado y suicida jamás firmado por Alex de la Iglesia (y por otros cientos de la piel de toro) y un precioso díptico sobre las dos Españas: la de payaso triste y de la payaso alegre. Obviamente si a uno le da por ponerse metafórico nos pueden dar las tantas.
La mala noticia -que la hay- es que el gran recibimiento que puede tener esta fabulosa película en nuestro país puede ser un desastre fuera de España por culpa de la cantidad de referentes históricos que De la Iglesia mete en la cantimplora: que si Raphael , que si Carrero Blanco, que si ETA, que si El Lute... Nosotros tenemos sed, puede que los otros no tanto.
En todo caso Balada triste de trompeta para ser un océano de autenticidad en el que confluye toda la obra del director vasco, como si todo se hubiera preparado para llegar hasta aquí: el Madrid satánico de El día de la bestia, los enredos de vodevil con mala baba de La comunidad y hasta el western patrio de 800 balas o el thriller con ñ de Crimen ferpecto encuentran aquí un receptáculo ideal para el caldo de cultivo.
Si el jurado le echa arrestos, Balada triste de trompeta debería llevarse al menos un premio: el de mejor actor. Si Antonio de la Torre es una bestia parda lo de Carlos Areces es para ponerle velas... La parte femenina la remacha con aplomo absoluto una Carolina Bang a la que habrá que seguir la pista. Lo de la Iglesia por cierto es una auténtica barbaridad, y es que cuando uno sabe, sabe.
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