Secretos y cotilleos de la gala de los Goya
La intrahistoria de los galardones da a pie a algunos de los momentos más complejos y divertidos de la noche
Además de la sorpresiva aparición de Pedro Almodóvar , la noche de los Goya dio para un buen puñado de anécdotas y situaciones pintorescas. El pendiente de Mar Coll trajo por la calle de la amargura a la directora catalana. Se le enganchó en la alfombra verde al hombro de su vestido, se le volvió a enganchar a la hora de recoger el Goya y tuvo que subir al escenario sin él... Su jefa de prensa se lamentaba: "Mira que le dije que pendientes largos no".
La pareja en el escenario de Juan Diego Botto fue Amaia Salamanca. Todos los entregadores de cabezones fueron anunciados por el speaker de la ceremonia, excepto ellos dos. Un probable motivo es que Salamanca fue reclutada ayer mismo por la tarde, cuando volvía de uno de los bolos en San Sebastián de la obra de teatro en la que participa: La marquesa de O. A la carrera, recién duchada, llegó a tiempo a una ceremonia en la que al final ni fue mencionada. Eso sí, apareció impecable.
Los premios dieron pocas sorpresas en casi todas sus categorías. Pero una de esas sorpresas estuvo en una categoría disputada. El galardón pilló por sorpresa al ganador, y el favorito en ese apartado salió disparado al acabar el show, pidió las llaves de su casa y una cámara de fotos (no hizo ninguna, frustrado) que había dejado entre la gente de prensa de su filme, y desapareció corriendo. Había pasado toda la tarde paseando, intentando relajarse ante el runrún de la prensa que había apostado por él, y finalmente no hubo cabezón. ¿Quién era?
La fiesta grande, la de Telecinco, que celebraba sus 32 candidaturas en la discoteca madrileña MOMA, tuvo overbooking. Hasta participantes en otros saraos, como el equipo de Tres días con la familia que tuvo su party en la coctelería Coq, finalizaron en el MOMA.
En mitad de la fiesta del cine español, pasaron por la alfombra verde cineastas de culto como el chileno Miguel Littín (candidato por Dawson isla 10), el sueco Thomas Alfredson (seleccionado con Déjame entrar) o el francés Laurent Cantet (Palma de Oro en Cannes, finalista al Oscar y perdedor en los Goya con La clase). No hicieron casi entrevistas: Alfredson ni llegó a parar, Cantet sólo charló con un único plumilla... Las cámaras y los medios de comunicación estaban más pendientes de perros, modelos y actores con tirón entre los adolescentes.
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