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Reportaje:

La segunda oportunidad de 'Florecita'

La serie televisiva 'El cartel de los sapos' arrasa en Colombia con el relato de un ex 'narco' que cooperó con las autoridades

"Aquí en esta cocina no se prepara comida, papá". El hombre que advierte a dos jóvenes de 16 años, vestidos con sus uniformes del colegio militar está parado frente a una mesa en la que trabajan al menos media docena de personas con mascarillas. Es uno de los muchos laboratorios de droga en el que cientos de adolescentes colombianos se iniciaron en el negocio del narcotráfico en la década de los ochenta. En esas improvisadas cocinas se encontraba la forma segura de ganar mucho dinero en poco tiempo. "Puedes ganarte la plata en otro lugar, dice el hombre a los dos nuevos reclutas, "pero aquí venimos a camellar".

Andrés López López (Cali, 1971) era uno de esos dos adolescentes que comenzaron a trabajar en un laboratorio de cocaína una tarde cualquiera después de salir del colegio. "Mi compañero de pupitre era hermano de Orlando Henao Montoya, un gran jefe del narco", relata. Era 1986 y el término de narcotraficante no existía. "En ese entonces les llamaban mágicos porque tenían la habilidad de producir fortunas en un abrir y cerrar de ojos".

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Andrés era parte del cartel del norte del Valle, una organización criminal del Valle del Cauca, en el suroeste de Bogotá. Durante la década de los noventa esta mafia introdujo a Estados Unidos más de 544 toneladas de cocaína, según el FBI -un 60% de todo el estupefaciente esnifado por los americanos-. "Primero comienzas trabajando en un laboratorio de droga, pero después dices 'lo que hay que hacer es comercializar tu propia droga'. Me volví entonces dueño de un laboratorio. Después me convertí en exportador de cocaína y finalmente, distribuidor", recuerda López.

Las vivencias de Andrés como criminal, conocido después como Florecita en el seno de la organización, se encuentran en el libro El cartel de los sapos, un exorcismo de 300 páginas escrito en secreto en una cárcel estadounidense y que ha sido adaptado exitosamente para la televisión en Colombia. "Es una serie que muestra la realidad de nuestro país, y que por más golpes de pecho o ladridos que den no se puede negar", dice Andrés.

Y vaya si ha habido críticas. La serie ha aprovechado una veda abierta por telenovelas como Sin tetas no hay paraíso para contar crudamente cómo se pudren las vidas de aquellos que se enriquecen con la cocaína. Historias de poder y traición forjadas a sangre y fuego. Esta historia, sin embargo, ha sido contada para alcanzar la libertad. "Sólo se llega a ella conociendo los hechos violentos que te han tocado", dice Andrés. El mea culpa de Florecita le convirtió en un sapo para los narcos, alguien que había dado la espalda al crimen y deseaba "enderezar el camino y afrontar las consecuencias". Andrés comenzó a colaborar con las autoridades norteamericanas para deshacer las estructuras de las mafias.

El cartel tuvo un buen arranque en el canal de televisión Caracol, pero fue Óscar Naranjo, el jefe de la Policía Nacional de Colombia, cuyo hermano purga una pena por corrupción, el que la puso en el centro de la opinión pública. En una carta publicada por El Tiempo acusaba a la serie de "ridiculizar al Estado y sus instituciones" al retratar a los narcotraficantes como "estrellas" y a los "funcionarios y ciudadanos como simples villanos".

"Nadie sale a desmentir la realidad en Colombia", dice el catedrático y crítico mediático Omar Rincón. "El país está mejor contado en la pantalla que en el día a día", añade. Parte del acierto de la serie es que cada tarde desfilaban por la televisión "todos los personajes del jet set colombiano", que eran identificados por los televidentes a pesar de estar disueltos en personajes de ficción.

En la serie, Andrés López Florecita es Martín González Fresita, el clan de los Henao es transformado en los Cadena y el capo, Juan Carlos Rodríguez Abadía Chupeta, se llama Pirulito. Los actores de El cartel han adoptado todas las filias, fobias, manías y tics de los traficantes de carne y hueso.

Diego Montoya Don Diego y Wilber Varela Jabón, los grandes capos de esa mafia, también aparecen en la serie. Sendas facciones del cartel del norte del Valle se disputaron el control del negocio, desatando una sangrienta batalla que dejó cerca de un millar de muertos entre 2003 y 2004. "Tuve trato con los dos", admite Andrés López. "Varela trabajó en mi laboratorio de droga. Podemos decir que fui su jefe por algún tiempo. Era un tipo muy pintoresco, siempre vestido con chándal, era muy explosivo. Siempre he creído que era una versión más delictiva de Pablo Escobar". Varela fue asesinado por sus propios hombres a inicios de este año, mientras que Don Diego fue capturado y se encuentra en prisión.

Una mirada incómoda

"Se cuenta muy poco desde el punto de vista de ellos. Sabemos siempre la versión oficial", dice el maestro Rincón. Andrés se encontraba entre los 10 personajes más poderosos del cartel del norte del Valle, que nació a finales de 1993, después de la muerte de Pablo Escobar.

"Siempre tuvimos dinero, pero también muchos problemas", dice Andrés. Florecita pertenecía a un grupo de narcos que rechazó una oferta para dejar las actividades ilícitas y colaborar con el Gobierno de Estados Unidos. "Estábamos en el negocio, lo conocíamos y queríamos empezar, no terminar", cuenta. Tres años después, en 1996, se dieron cuenta que la colaboración de los Rodríguez Orejuela -mafiosos del cartel de Cali- con el FBI daba como resultado que ellos, los nuevos narcotraficantes, fueran el nuevo objetivo de los agentes antidroga estadounidenses.

Andrés no tomo la decisión que cambió su vida hasta 1999, cuando decidió someterse junto a cuatro compañeros a las autoridades de la estadounidense Drug Enforcement Administration (DEA). "Pero al acudir a ellos provocamos una división de las agencias de seguridad internas, la DEA, Homeland Security, el FBI, etcétera. Todos reclamaban su porción. Buscaban beneficios y crédito". Una trampa había sido tendida. "Nos estaban llevando al matadero. No tenían cargos, ni siquiera contra mí. Nos envenenaban con nuestras declaraciones, usaban nuestras palabras para generar los cargos".

Viviendo a salto de mata entre Panamá, Colombia, México y España, Andrés López esperó el mejor momento para dar el paso decisivo y convertirse en un informante. "Yo me entregué el 12 de julio de 2001, un año y medio después de comenzar a hablar con los agentes". El juez le impuso una pena de 11 años tomando en cuenta una serie de atenuantes: no le habían acusado de asesinatos; Andrés se declaró culpable; se entregó voluntariamente y colaboró con las autoridades. La condena fue reducida primero a cinco años y medio, y acabó en 20 meses. El libro nació en ese periodo tras las rejas. Escrito con un lápiz en varias hojas de una libreta sobre la litera de su celda.

A Andrés le disgusta que le llamen soplón. "En este negocio no hay principios, amigos ni verdades", dice con el aplomo de quien ha escuchado el término en varias ocasiones. Y reflexiona: "muchas veces me pregunto si la sociedad le da más mérito a ser leal y seguir involucrado con la delincuencia, que haber tomado la decisión que transformó mi vida".

"Me siento en paz conmigo y con mi familia", dice Andrés. Su vida anterior tuvo un precio muy alto. La mayoría de sus amigos están muertos o presos. La infancia de sus hijos pasó sin ser testigo de ella y su matrimonio fracasó, pero la libertad le ha devuelto algunas cosas. "Mis hijos tienen ahora 11 y 12 años. Tengo una relación maravillosa con ellos y los veo cuatro veces por semana. Conocen mi historia, la han oído de la voz de su padre. Quiero que la conozcan".

Florecita continúa escribiendo. Sabe que "el pasado del narco es un lastre con el que hay que cargar", pero eso no le impide que siga adelante con sus muchos proyectos. Entre ellos destaca otra serie, Las fantásticas, sobre mujeres en el negocio. La segunda temporada de El cartel también ha comenzado a tomar forma en su cabeza y estará lista para 2009. "Habrá muchas sorpresas", promete.

Andrés López es el autor de 'El cartel de los sapos', un libro adaptado de forma exitosa a la televisión que narra sus años como narcotraficante
Andrés López es el autor de 'El cartel de los sapos', un libro adaptado de forma exitosa a la televisión que narra sus años como narcotraficanteCARACOL
El actor colombiano Manolo Cardona interpreta a 'Fresita', el personaje de ficción basado en la vida de Andrés López
El actor colombiano Manolo Cardona interpreta a 'Fresita', el personaje de ficción basado en la vida de Andrés LópezCARACOL

Éxito de audiencias

El capítulo final de El cartel de los sapos, emitido a finales de octubre en Colombia, obtuvo un 53% del share, lo que la convierte en una de las series de la televisión más exitosas. Protagonizada por Manolo Cardona, Róbinson Díaz, Diego Cadavid y Karen Martínez, ha sido vendida en la mayoría de los países de Latinoamérica. Argentina, México, Venezuela y Ecuador ya tienen la historia en sus pantallas. La segunda temporada será transmitida en 2009.

Caracol admite que "varios países europeos, entre ellos España", se encuentran haciendo ya la adaptación. Telecinco, que compró los derechos de Sin tetas no hay paraíso no ha confirmado la transacción. "No hablamos de los proyectos que tenemos en marcha", ha señalado una fuente del canal de televisión.

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