¿Qué inauguró anoche el Festival de Mérida?
La muestra se inició con una gala con música, Nuria Espert y Andreu Buenafuente
El Festival de Teatro de Mérida ha cambiado este año de director. Una novedad que no lo es tanto porque es algo que a esta muestra le ha pasado muchas veces. Pero Francisco Suárez, el nuevo responsable de poner en pie a partir de ahora este conocido evento, ha querido sentar reales y ha introducido cambios, al margen de que tras ser nombrado se encontró con una efeméride obligada: la del 75 aniversario de esta muestra que inauguró Margarita Xirgu con Miguel de Unamuno el 18 de junio de 1933.
Por lo pronto, el nombre. Ahora pasa a ser Festival de Mérida Teatro y Anfiteatro Romanos. La duración, que durante años se centraba claramente en julio y fue entrando tímidamente en agosto, ahora será hasta el 30 de agosto. Y las galas de inauguración y clausura. La primera se celebró anoche por todo lo alto y con retransmisión en directo por La 2 de TVE.
Una gala dividida en tres grandes bloques aislados y aislantes que nada tenían que ver entre sí, parece que intencionadamente. El primero fue un concierto de la Orquesta y Coro de RTVE que eligió a Gluck y Mozart y cuya duración, teniendo en cuenta el contexto y el objetivo fue en exceso largo, ya que duró 70 minutos. Se trataba tan sólo del inicio y el Teatro Romano es eso, un teatro sin butacas, sin respaldos, y la noche no trajo consigo el ansiado frescor tras una jornada brutalmente calurosa. Cosas que se aguantan cuando la emoción y la tensión de un texto y de unos actores sumergen a los espectadores en su propia pasión, pero no era el caso.
La segunda parte, sin duda la más esperada, era la intervención de Nuria Espert paseando por varios fragmentos de Medea, una obra y un personaje con la que la Espert (como se la llama en el mundo del teatro, al igual que a las grandes) insiste en reencontrarse desde los 19 años y que en Mérida ha representado en cuatro ocasiones. La primera en 1959. La última hace cuatro años bajo la dirección de Michel Cacoyannis. Tomó fragmentos tanto de Eurípides como de Séneca (ambos en versión de Juan Germán Schroeder) y dejó atónitos a los casi tres mil espectadores. La historia hacía un bucle allí, delante de todos, porque la actriz consiguió que todos viéramos también a la Xirgu. Primero porque era patente que estábamos ante una diosa de la escena, pero es que la Espert fue más allá. Salió con el mismo traje y el mismo peinado que Margarita en 1933 y con sus mismos colores. Rojo para el vestido, confeccionado con telas como las que llevó Xirgu, amarillo para el manto y los bordes de la túnica y un morado para el tocado que recogía el cabello.
Espert abrazó anoche la bandera republicana como lo hizo aquella mujer que dio al teatro romano una nueva vida después de tantos siglos oculto y semienterrado. Entonces estuvo Manuel Azaña, presidente del consejo de Ministros de la II República, Fernando de los Ríos, ministro de Estado, Francisco Barnés, ministro de Instrucción Pública, Andrés Nieto Carmona, alcalde de Mérida, el director de escena Cripiano de Rivas Cheriff y el mismísimo Miguel de Unamuno, que hizo la traducción del texto. Ayer el acto contó con el presidente de la Junta de Extremadura Guillermo Fernández Vara, flanqueado por la consejera de Cultura, Leonor Flores, y el actual alcalde, Ángel Calle, que se deshacía en elogios hacia su predecesor (el de 1933, claro) que "en dos años reactivó la ciudad como nunca se había hecho" con numerosos proyectos. En cuanto a gentes de la escena sí había una buena representación. Autores pocos, pero se vio a José Ramón Fernández, entre los directores el argentino Jorge Lavelli y Antonio Corencia; actores muchos como Blanca Portillo, Asunción Balaguer, María Galiana, Ernesto Alterio, Juan Margallo, Esperanza Roy, Petra Martínez, María Fernanda D'Ocón, Joaquín Kremel, José Pedro Carrión, Charo Soriano, Ángeles Martín, y del mundo de la danza Merche Esmeralda. Otros rostros conocidos fueron Lucía Dominguín, Carlos Tristancho y Javier Aguirre. También acudió la delegada de las Artes del ayuntamiento de Madrid, alicia Moreno, que anoche no ejercía más cargo que el de ser hija de Nuria Espert, que no es poco.
Del documental al 'follonero'
La parte centrada en la rememoración de la relación de ese teatro y Margarita Xirgu también contó con la proyección del documental Xirgu, la desterrada, dirigido por Christian Polanco. Y tras él y lo que provocó en el público, una mezcla de angustia, tristeza y vergüenza, otra herencia que dejó la Xirgu cuando se repasa esa vida que nunca pudo vivir en España después de que saliera de gira en 1936, llegó Andreu Buenafuente y sus colaboradores habituales. Hizó su monólogo, sus chascarrillos y presentó la programación (parte de ella) de la 54 edición del Festival de Mérida desde su humor ágil y directo. La gente le aplaudía, le reía las gracias, no digamos cuando micrófono en mano el follonero (uno de sus habituales) entraba a los políticos y los utilizaba para sus fines jaraneros. Todo muy bonito, muy gracioso, pero..., ¿qué se inauguró anoche en Mérida?
Si marcamos el territorio del espectáculo dentro de una línea imaginaria, en un extremo estaría Nuria Espert, con sus trágicas, con su oficio, con su trayectoria. En el extremo totalmente opuesto estaría Andreu Buenafuente y sus muchachos. En medio de ambos todos los demás. ¿Qué se inauguró anoche en Mérida? ¿Se abre la veda? ¿Todo vale a partir de ahora?
A Buenafuente no hay nada que criticarle. Es un genio en lo suyo y lo hace muy bien. Pero su reino no es de este mundo. Él pensara que esto es un disparate. Pero a él nunca se le ocurriría pensar que es merecedor del Nobel de literatura por el simple hecho de que se escribe, y muy bien, sus monólogos. Buenafuente no tiene nada que hacer en un acto del Festival Grecolatino de Mérida, ni en el Teatro Real, ni en el Liceo, ni en Salzburgo, ni en la Cour d'Honneur del Palais des Papes de Avignon. El populismo fácil y resultón no debería invadirlo todo. No se debería permitir la frivolización de estos territorios. Ellos tienen su propio terreno y allí son dioses. Pero no pueden compartir el trono con Margarita Xirgu, con Nuria Espert, con Séneca, Eurípides, Sófocles...
Quizá el contar en este acto con Buenafuente fuera una buena idea, pero totalmente equivocada y quien haya pensado que era para divertir a la gente y que no se aburriera el público, sólo habría que decirle con todo cariño y todo respeto: ¡¡¡Majadero!!!
Babelia
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