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Los centinelas que vigilan a los tiburones y las mantas rayas en las costas españolas

Ciudadanos voluntarios colaboran con científicos del CSIC y con la plataforma Observadores del Mar en la obtención de fotos y datos para el estudio de estos elasmobranquios

El biólogo Marino del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), Claudio Barría buceando con tiburones, en diciembre de 2021. Foto: CEDIDAS POR CLAUDIO BARRÍA | Vídeo: Observadores del Mar
Jose Sanz Sainz

Cuando Pablo García —cartaginés e ingeniero de robótica de 23 años— apaga el ordenador del trabajo, solo puede pensar en una cosa: coger sus aletas, sus gafas de bucear y su cámara acuática y fotografiar la fauna marina que vive en Calblanque (Murcia). Igual que este joven talasófilo —amante de los mares—, unos 5.000 voluntarios que comparten la pasión por las aguas abiertas colaboran con Observadores del Mar, una plataforma de ciencia ciudadana que, desde 2012, se dedica a la investigación y conservación de los océanos. Las fotos y datos que aportan estos ciudadanos cuando realizan actividades acuáticas como bucear, navegar o pescar permiten a los científicos obtener información valiosa sobre los animales.

La información recogida también será de gran utilidad para la Administración pública, la responsable de proteger a las especies, que podrá instaurar un control sobre estas áreas y protegerlas de la pesca, sobre todo en la época de reproducción. Para una de las integrantes del equipo de coordinación de Observadores del Mar, Gemma Agell este proyecto cuenta con tres patas: “Los ciudadanos implicados que reportan la información, los científicos que investigan en relación con esos datos y las administraciones que tendrán que hacer políticas para conservar los ecosistemas marinos basándose en esa información. El hecho de que las administraciones, que son las que tienen que regular cambios, tengan en cuenta todos los datos que recopila la ciencia ciudadana es lo más importante”.

Los observadores se apoyan en una red que denominan centros centinelas, establecimientos —distribuidos por todas las costas españolas— que ayudan a recoger datos y los envían a través de una plataforma. Uno de ellos es el centro de buceo SuperDive Tossa en Tossa de Mar (Girona), que introduce una gran variedad de observaciones cuando sus buceadores se sumergen en las aguas cercanas. “Toda la vida marina que vemos la grabamos, porque sabemos que esos vídeos van a servir para mejorar y proteger la fauna. Si todo lo que yo hago va a servir para algo, me sumo”, cuenta por teléfono Meri Alorda, propietaria del centro e instructora de buceo.

Los reportajes que comparte García tienen en algo en común con el centro de buceo SuperDiveTossa: suelen ser de rayas y tiburones. “En Calblanque habitualmente vas a ver alguna raya, puedes ver de 7 a 15 en un día y de hasta 7 u 8 especies diferentes. Y aunque he visto huevos de tiburón, no he tenido la suerte de tener ninguno cerca”, dice el cartagenero. Los enamorados del mar que envían sus fotos y vídeos de tiburones y rayas para la plataforma son tan solo 80 (frente a los 5.000 voluntarios totales), y la información va a un proyecto que lidera Catsharks.

Esta segunda iniciativa tiene el objetivo de estudiar y proteger a las más de 45 especies de tiburones y 35 especies de mantas rayas que pueblan las costas del mediterráneo español, ya que más de la mitad de estos animales están amenazados por extinción. “La causa del peligro es la pesca y la sobreexplotación. Además, estos peces óseos son de lento crecimiento, tienen baja fecundidad y cualquier agente externo hace que disminuyan de manera considerable”, explica Claudio Barría, responsable de Catsharks y biólogo marino en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC).

La herramienta para subir los datos a la plataforma es muy intuitiva: se mete la foto y solo hay que introducir profundidad, día y hora, una información muy sencilla que todos los buceadores tienen a mano. Después, “los científicos hacen de guía didáctico, te dicen, por ejemplo, ‘esta raya tiene estos detalles, por eso es de esta especie’, es un poco win-win [todos se benefician], los científicos ganan datos y el voluntario aprende un poco más”, indica Alorda, de SuperDive Tossa. La instructora de buceo cuenta que hace poco vieron dos pastinacas ―conocidas también como rayas látigo― con un comportamiento extraño y el director de Catsharks les explicó que se trataba de un cortejo.

El joven murciano también tiene experiencias sorprendentes: “Una vez vi una raya guitarra, una especie que es muy rara de ver en el Mediterráneo, es un híbrido entre tiburón y raya, de lejos parece un tiburón y luego es una raya. Y gracias al equipo de observadores supe que la podía identificar por cómo tenía las branquias”.

Pablo García, un apasionado del esnorquel, con una raya en Cal Blanque, Murcia.
Pablo García, un apasionado del esnorquel, con una raya en Cal Blanque, Murcia.

García confiesa que desde pequeño se pasaba todo el día metido bajo el agua y que poder participar en este tipo de proyectos le hace “mucha ilusión”: “Cada verano hay más y más animales porque se están haciendo reservas y, por tanto, tiene una influencia directa”. El esnorquelista hace un repaso de todos los lugares en los que ha buceado, como Cabo Tiñoso e Isla Plana (ambos en Murcia), y lugares como Cabo Huertas, Tabarca y Denia (en Alicante). En este último recuerda con emoción que se llevó una gran sorpresa al ver siete mantelinas, “unas rayas que pueden llegar a medir más de dos metros”.

El mar Cantábrico

En las costas del norte de España, frente a Bermeo (Vizcaya), desde hace dos años también hay un enclave de centinelas, “la empresa de turismo sostenible Makopako”, que colabora estrechamente con el responsable del proyecto Catsharks, Claudio Barría. Estos amantes del mar se dedican a llevar a las intrépidas personas que quieran avistar tiburones azules ―conocidos también como tintoreras―. El director de Makopako, Isaías Cruz, indica que trabajan de dos formas. Por una parte, “salimos con el barco, con las personas que se apuntan a los tours, y que toman fotos con las GoPro para luego introducirlas en la plataforma de Observadores del Mar”. Y, por otro lado, si aparecen los tiburones, ellos anotan cada día “la especie, la hora a la que se ven o su comportamiento. Además de la fecha, las coordenadas que marque el GPS, la temperatura del agua, el viento, y la profundidad del mar”.

Las salidas en busca de tiburones solo las hacen en verano, al ser el momento en el que esta especie llega a la costa; en invierno, ayudan a organizar datos. El equipo de Bermeo también se compone de buceadores y cuando salen a darse un baño tampoco pierden la oportunidad de hacer fotos como, por ejemplo, del tiburón pintarroja, alguna raya pelágica y rayas mosaico. “Nos da mucha satisfacción ayudar sin ser científicos, ofrecemos nuestros medios y tiempo a los expertos que saben trabajar con los datos que facilitamos”.

El objetivo de los centinelas de Bermeo es proteger al tiburón azul y que no pase a estar en riesgo, como sucedió con el marrajo, “un tiburón que cayó de forma brusca porque se pescaba muchísimo y que ahora está en peligro de extinción”, aclara Barría. “Nosotros con suerte vemos un marrajo una vez al año, mientras que tiburones azules puedes ver 250″, puntualiza Cruz.

Barría resalta que ha podido avanzar en sus estudios sobre especies como el tiburón musola o la raya radula en Mallorca, a las que se pudo observar en su estado natural, y que hasta que no le avisó un observador, solo las había visto después de que las pescaran. También pudo sacar adelante el trabajo sobre varias hembras de tiburón sol rayo preñadas que llegaron a la isla de El Hierro (Canarias). Y logró realizar el seguimiento del tiburón más grande del Mediterráneo, el tiburón peregrino, que llega a medir 10 metros de largo y que visita la costa en primavera. Este escuálido entró por Gibraltar, pasó por Andalucía y llegó hasta Valencia y Cataluña.

Los desconocidos del mar

Estos tiburones son poco abundantes pero muy importantes “como miembros de la cadena atrófica, puesto que están en la cima de la cadena alimenticia y pueden regular a los otros peces”, señala el biólogo. La colaboración con las personas les ayuda a saber dónde se distribuyen y cuál es la abundancia concreta en un lugar, ver dónde se alimentan, o los lugares en los que se pueden observar los rituales de apareamiento y de cortejo, además de que logran saber en qué época salen las primeras crías.

El biólogo Marino del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), Claudio Barría, trabaja con un tiburón.
El biólogo Marino del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), Claudio Barría, trabaja con un tiburón.Cedidas por Claudio Barría

Los científicos llaman a estos animales “los desconocidos” porque su estudio se ha postergado y aún queda mucho por investigar. “En la costa española hay trabajos que dicen que puede haber presencia de estos peces, pero muchas de estas especies no se ven en 50 años”, agrega el biólogo. El problema es que a pesar de que más de la mitad de los tiburones están amenazados, hay pocas especies protegidas porque no hay información suficiente. “Aunque estén amenazadas de extinción, se pueden seguir pescando, si no paramos este círculo vicioso, muchas de las especies van a ir muriendo de forma silenciosa y afectará al ecosistema y, por lo tanto, a nosotros que vivimos de frente al mar y no de espaldas”, señala el director de Catsharks.

Si los tiburones son desconocidos, la raya lo es todavía más. El experto en fauna marina explica: “En el Mediterráneo tenemos unas mantas rayas pequeñitas, pero esa diversidad en términos de abundancia es muy baja y su hábitat ha sido explotado y ellas también. De hecho, nos seguimos alimentando de algunas especies tanto de tiburón como de raya y a estas últimas no las podemos identificar en el mercado porque solo se venden sus aletas”.

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