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La pugna por el modelo de desarrollo de las energías renovables se tensa a escala local

La revolución de las energías limpias choca entre los que quieren ir más deprisa y los que prefieren frenar. “No hay tiempo”, advierte Greenpeace

Pedro Fresco energias renovables
El ex director general de Transición Ecológica de la Generalitat Valenciana, Pedro Fresco, este martes en Valencia.Mònica Torres

Hay pocas dudas de la necesidad de expandir las energías renovables en España, ya sea para reducir las emisiones que causan el calentamiento del planeta o para abaratar la factura energética. Sin embargo, cómo hacerlo está provocando una creciente pugna a escala local. En los últimos días, se han producido movimientos relevantes en el tira y afloja entre dos visiones muy distintas. En Cataluña, el lunes se presentó un manifiesto apoyado por expertos de muy distintos ámbitos que reclama una aceleración del desarrollo de las renovables en esta comunidad: “Centrales fotovoltaicas y parques eólicos —terrestres y marinos— tienen que pasar a formar parte de nuestro paisaje”, señala el texto apoyado por científicos de prestigio como el explorador de National Geographic Enric Sala, el ecólogo marino del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB- CSIC) Kike Ballesteros o el director ejecutivo del consorcio internacional Global Carbon Project, Pep Canadell. Casi al mismo tiempo, en la Comunidad Valenciana, solo unos días antes era destituido el director general de Transición Ecológica, Pedro Fresco, justamente una de las voces que defienden la necesidad de acelerar la construcción de centrales fotovoltaicas y eólicas en España, en medio de fuertes discrepancias con Compromís, partido que aboga por empezar por proyectos solares más pequeños en los tejados.

Frente a los que piden acelerar, otros prefieren pisar el freno. “Nosotros creemos que una parte de ese manifiesto [en Cataluña] está mal enfocado, porque las renovables tienen que ir sobre espacios antropizados y fundamentalmente en proyectos pequeños, hay científicos que apoyan ese texto, pero también hay un montón de científicos que dicen que parte de sus conclusiones no son correctas”, señala Montserrat Coberó Farrés, de la Xarxa Catalana per una Transició Energètica Justa, una organización muy crítica con la instalación de centrales fotovoltaicas en actuales terrenos de regadío. Si bien Cataluña es de las comunidades que menos megavatios renovables está incorporando a su territorio (en 2021 generó solo un 17,5% de la electricidad con fuentes renovables, frente al 46,7% del conjunto de España), Coberó Farrés no cree que sea el momento de pensar a lo grande, sino todo lo contrario. “Evidentemente, todos queremos avanzar hacia las renovables, pero estamos convencidos de que es mucho más sostenible y resiliente basar las renovables sobre todo en proyectos de autoconsumo, en familias, industrias, instalaciones agrarias, y en comunidades energéticas, con pequeños proyectos que surjan, si es posible, desde las iniciativas del propio territorio”, incide la catalana.

Los que reclaman darse más prisa ante la gravedad de la amenaza climática también apoyan instalaciones de pequeño tamaño en el tejado, pero consideran que esto no es suficiente para reducir de forma rápida las emisiones que causan el cambio climático. El propio Fresco calificó de “barbaridad” la propuesta de parte del Gobierno valenciano de empezar el despliegue de las fotovoltaicas cubriendo los edificios con placas solares. “Es un debate irreal”, asegura el ya ex director general de Transición Ecológica, quien entiende que este enfoque solo busca desviar la atención porque se tardaría más de 40 años en llenar todos los tejados para conseguir menos de un 10% de la energía que precisamos. “La emergencia climática requiere que se haga todo a la vez”, esgrime Fresco, que asegura que construir 20 pequeñas plantas requiere mucho más trabajo y tiempo que construir una que genere la misma cantidad de energía.

Aparte del tamaño de las instalaciones, las discrepancias también surgen sobre la titularidad de las plantas y su ubicación. Fernando Prieto, director del Observatorio de Sostenibilidad, es partidario de dar prioridad al autoconsumo y las comunidades energéticas más allá de las grandes compañías y defiende que California o países como Australia han optado por cubrir los edificios. “También hay estadios de fútbol y estaciones de tren”, señala. Además, alega que la propia Hoja de Ruta del Autoconsumo del Ministerio de Transición habla de un importante potencial técnico (169 GW) y que esta sería la mejor opción para territorios muy poblados como Madrid, que está en la cola en la generación de renovables, por la escasa superficie libre de la que dispone. Asimismo, este profesor de Ecología considera que primero se han de utilizar superficies artificiales como vertederos, escombreras o invernaderos.

Pedro Fresco no descarta acudir a los suelos degradados, pero aparte de las barreras normativas existentes, advierte de los efectos colaterales de este planteamiento: “Estos pueden estar lejos de las subestaciones en las que se ha de verter la energía y, entonces, lo que hace es llenar el territorio de tendidos de alta tensión para llegar a la estación más próxima”. Aunque Fernando Prieto admite este problema, considera que hay casos como Teruel en los que hay escombreras que ya tienen las vías de evacuación por la existencia de la central térmica de Andorra.

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Cataluña y la Comunidad Valenciana son, entre las grandes comunidades, de las más retrasadas en la generación de energía renovable. En sus manos está la aprobación de parques pequeños y medianos, de hasta 50 MW. En ambas administraciones autonómicas, los promotores están encontrando, además, trabas para sacar adelante sus planes, con lo que en el caso de Cataluña se ha optado por unir varios proyectos para sortear a la administración autonómica y dirigirse directamente a la estatal, que es la que ha de aprobar los grandes planes. El perfil minifundista de estos territorios hace que las empresas tengan que gestionar los alquileres o compras de suelo con decenas, cuando no centenares, de propietarios. “Cuanto más grande es la planta, menos posibles actores pueden aspirar a hacerla”, advierte Pedro Fresco, que dibuja la paradoja en el intento de proteger el paisaje. Fernando Prieto aboga por la proliferación de comunidades energéticas “porque la energía no va de grandes compañías, es una cosa de todos”.

Entre unos y otros, Greenpeace defiende la energía ciudadana y también las plantas grandes, pero en lo que no está de acuerdo es que sea el momento de frenar. “Evidentemente, dónde más hace falta impulsar y apoyar es en la energía ciudadana, para que esté en manos de la gente, sea cual sea el tamaño. Y, por supuesto, también hay que seguir con el autoconsumo, en la parte que menos desarrollada está, que es el compartido”, comenta José Luis García, experto en energía de la organización ecologista. “Pero no hay tiempo, a la velocidad que va el cambio climático la necesidad de sustituir los combustibles fósiles es de máxima urgencia, con lo cual hacen falta renovables a todas las escalas”.

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