La psicología social se lleva el premio Fronteras del Conocimiento 2025 en Ciencias Sociales
La Fundación BBVA premia a cinco psicólogos por sus contribuciones a la predicción del comportamiento humano, que han influido en aplicaciones prácticas que van desde las campañas de vacunación a luchar contra la desinformación

Los psicólogos sociales Icek Ajzen (Universidad de Massachusetts), Dolores Albarracín (Universidad de Pennsylvania), Mahzarin Banaji (Universidad de Harvard), Anthony Greenwald (Universidad de Washington) y Richard Petty (Universidad Estatal de Ohio) han sido reconocidos con el Premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Ciencias Sociales por sus aportes fundamentales en la compresión y predicción del comportamiento humano. En la XVII edición de este premio de la Fundación BBVA, el jurado ha elegido a estos cinco expertos entre 45 nominados y ha destacado que su trayectoria, que abarca más de cinco décadas, ha ayudado a entender los procesos de persuasión, qué sesgos ocultos pueden tener las personas y cómo pueden cambiar esas actitudes. El trabajo de los premiados ha influido en campos que van desde la psicología a la sociología, pasando por las ciencias políticas e incluso la educación y economía.
A Ajzen, el veredicto del jurado lo sorprendió cuando recibió un mensaje en su bandeja de entrada de correo electrónico. “Me llegó un mail de la nada. Estoy muy agradecido y es un honor”, contó a través de una videollamada, en una rueda de prensa celebrada hoy en Madrid. El catedrático emérito de Psicología y Ciencias del Cerebro desarrolló, junto al fallecido investigador Martin Fishbein, la relación entre actitud y comportamiento en uno de los modelos de mayor impacto en el campo de la psicología social para explicar la conducta: la Teoría del Comportamiento Planificado (o TPB, por sus siglas en inglés), cuyo modelo fue propuesto en 1985.
A lo largo de las últimas cuatro décadas, este modelo se ha aplicado en más de 2.000 investigaciones y se ha comprobado su utilidad para identificar los factores clave del comportamiento, y, por tanto, para desarrollar estrategias que puedan modificarlo. De esta manera, la investigación que ha elaborado este experto ha servido de manera práctica para la realización de campañas de la salud pública ―tanto el fomento de la vacunación o el uso de preservativos para la prevención del sida― hasta el medio ambiente. “Las actitudes constituyen uno de los componentes fundamentales que determinan el comportamiento, junto con la influencia social y los medios con los que cuenta el individuo para llevarlo a cabo”, sostuvo el investigador polaco.
Pero la relación entre actitud y comportamiento también se puede estudiar a través de la persuasión, entendida esta como el proceso de influencia social sobre el individuo. Así lo ha corroborado Petty a través del Modelo de la Probabilidad de Elaboración. “Este modelo es que propone que una misma variable puede conducir a una mayor o menor influencia en el sujeto dependiendo de la situación”, explicó. En investigaciones recientes sobre los factores que conducen a creer en teorías conspirativas, el investigador estadounidense, que trabajó junto al fallecido neurocientífico John Cacioppo, ha descubierto que el sentirse amenazado acerca de una actitud particular motiva al individuo a adoptar posiciones aún más extremas.
El área de estudio de la psicóloga argentina Dolores Albarracín, en cambio, se ha centrado en cómo pueden variar las actitudes, “sobre todo con respecto a los mensajes persuasivos”, tal y como destaca el jurado. “Fue una gran alegría y es importante en un momento en el que las ciencias sociales están siendo atacadas en Estados Unidos. Es un aliento para continuar”, expresó. Para Albarracín, la Teoría de las Actitudes puede ayudar a predecir qué tipo de desinformación es prioritario atajar. Por ejemplo, tener la creencia de que la Tierra es plana no tiene un impacto directo sobre una conducta, mientas que considerar que las vacunas son dañinas provoca que un individuo no se vacune.
“No es difícil abordar una política informativa para contrarrestar la desinformación, lo importante es tener principios claros sobre de qué tipo es para poder tomar las decisiones”, dijo la titular de la cátedra Alexandra Heyman Nash. Por su parte, los psicólogos sociales Anthony Greenwald y Mahzarin Banaji desarrollaron el Test de Asociación Implícita (IAT, por su denominación en inglés), que permite medir el sesgo implícito y sus efectos en la toma de decisiones de las personas. Al igual que Albarracín, Banaji consideró que el premio llega en un momento en que las ciencias sociales están siendo atacadas.
“Tuvimos la oportunidad de experimentarlo con mucha gente, y todo el mundo estaba muy sorprendido por sus resultados. En ese primer test medimos lo que llamamos la actitud racial”, complementó Greenwald. Al experto le sorprendió descubrir que le resultaba mucho más fácil “asociar términos positivos con personas blancas” y términos negativos con personas negras. “Yo no quería en absoluto tener esa actitud implícita, ni sabía que la tenía”, reconoció.
Así, este método ha servido de punto de partida para numerosas aplicaciones en psicología clínica, educación, marketing y gestión de la diversidad, y se ha utilizado para la recopilación de datos en más de 2.000 artículos. En específico, la profesora Banaji centra su investigación en las diferencias entre las expresiones conscientes de valores, actitudes y creencias, y las representaciones menos conscientes de los contenidos mentales. “En mi trabajo, me he esforzado por comprender la huella invisible, pero muy presente, de la cultura en nuestro cerebro”, señaló.
Desde que logró convencer a la Universidad de Yale para que pusiera el IAT en internet, cada día recibe 15 menciones del término implicit bias (sesgo implícito) en las noticias. En la presentación de los resultados, también se refirió a ChatGPT y los sesgos de la inteligencia artificial generativa. “Probablemente, las cosas no serán buenas para nosotros si hay una ausencia de investigadores y empresas con ánimo de lucro”, reflexionó.
En la anterior edición del galardón, el premio fue a parar a Elke Weber (Gelsenkirchen, Alemania, 1957), titular de la cátedra Gerhard R. Andlinger de Energía y Medio Ambiente y catedrática de Psicología y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton en EE UU, por sus investigaciones sobre la toma de decisiones medioambientales y los factores que motivan la acción contra el cambio climático.
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