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La inteligencia colectiva de las hormigas supera a la de los humanos

Un experimento muestra cómo los insectos cooperan de una forma más eficiente que las personas en igualdad de condiciones para comunicarse

Los investigadores diseñaron un experimento en el que grupos de hormigas y humanos tenían que sacar una T por dos umbrales.Foto: Ofer Feinerman
Miguel Ángel Criado

Solo hay dos tipos de animales capaces de transportar un objeto tan grande que solo pueden lograrlo cooperando y yendo a una: los humanos y las hormigas. Y no todas las 15.000 especies de formícidos saben hacer algo así. Apenas el 1% son capaces de trabajar en equipo como para lograr sacar un trozo en forma de T a través de dos estrechas puertas muy juntas. El experimento es propio de la informática y la inteligencia artificial, pero un grupo de entomólogos lo ha usado para comparar las habilidades cognitivas de los insectos y las personas, tanto de forma individual como trabajando en equipo. En igualdad de condiciones, las hormigas nos superan en inteligencia colectiva.

La hormiga loca de cuerno largo (Paratrechina longicornis) está dentro del 1% de formícidos que unen sus fuerzas y cerebros cuando se encuentran con algo parecido a este rompecabezas. Se las llama así porque cuando se encuentran con algo valioso se mueven en todas direcciones y rara vez en línea recta, aparentemente alocadas. Pero en ese movimiento emerge una inteligencia colectiva. Y es inteligencia porque, como el individuo, el grupo siente, integra y responde al entorno. El laboratorio de Ofer Feinerman, del Instituto Weizmann de Ciencia (Israel), las lleva estudiando años. Esta vez diseñaron un experimento exigente: tenían que sacar un trozo de madera en forma de T de una sala por una puerta pequeña hasta una segunda estancia más estrecha que la primera, de la que se sale por otra puerta de igual tamaño, acabando en una tercera estancia en dirección al nido. Para ver quién ganaba, si insectos o humanos, fabricaron cinco T de distintos tamaños y levantaron otras tres salas con sus dos estrechas puertas, pero a escala humana. Realizaron una serie de pruebas con una sola hormiga o persona (con las T más pequeñas), grupos de seis a nueve y grandes equipos de hasta 25 personas u 80 hormigas.

Los resultados, publicados en la revista científica PNAS, muestran cómo emerge la inteligencia colectiva de las hormigas, pero también cómo le cuesta tomar decisiones a los humanos cuando empiezan a ser muchos. Es evidente que al sumar más individuos cuando la T es grande, esto les permite levantar un mayor peso. Pero lo que enseña este trabajo es que la suma de las inteligencias individuales no es igual a la colectiva. Los insectos que intentaban sacar las T pequeñas fracasaban muchas más veces que cuando se juntaban varias y estas rendían aún peor que los grandes grupos de formícidos, gracias a una especie de memoria emergente.

“Una hormiga que transporta una carga por sí sola no recuerda durante mucho tiempo la dirección de su movimiento: la cambia constantemente, especialmente si choca con una pared”, dice en un correo Feinerman, el autor sénior de la investigación. “El grupo de hormigas puede recordar la dirección en la que se dirigían durante unos segundos y persistir en caminar en esa dirección, incluso si un borde de la carga que llevan golpea la pared”, añade el entomólogo. Esto encaja en lo que llaman inteligencia emergente, “una memoria que el grupo de hormigas tiene, pero la hormiga individual no”, completa. Tal habilidad de las hormigas locas podría tener una base evolutiva. “Se trata de una especie de hormigas que tienden a darse por vencidas ante el menor conflicto; en este contexto, eso significa que, si una colonia vecina de otra especie también llega a la comida, ahuyentarán a las hormigas locas”, explica Feinerman. Así que, la única posibilidad que tienen las hormigas locas de conseguir alimento es cooperar para llevárselo lo más rápido posible a su nido: “Por lo tanto, se convirtieron en sorprendentes solucionadores de problemas cuando se trataba de transportar grandes cargas en entornos complejos”, destaca el científico israelí.

La comparación entre estas hormigas tan especiales y los humanos dejó varios resultados. A escala individual, hormiga frente a humano, este siempre superó al formícido. Agrupados, tanto en grupos pequeños como grandes, los sapiens también eran más eficientes que las longicornis manejando las T. Pero hubo una variación del experimento en el que las hormigas superaron a los humanos: en la condición experimental del gran grupo, a varios de ellos se les prohibió hablar entre ellos o hacerse gestos. Para asegurarse de que cumplían, los investigadores les pusieron mascarillas y gafas de sol muy oscuras. Buscaban así igualar la capacidad de comunicarse de una especie y otra. En los bordes de la T levantada por los humanos había asideros con sensores de fuerza. Con ellos querían medir la intensidad y dirección de los tirones de los participantes. Esa era la única forma que tenían de comunicar sus intenciones. El resultado fue que, en la mayoría de los intentos de estos grupos, las hormigas eran más eficientes.

“Las personas de un grupo no comunicativo (es decir, con un esquema de comunicación similar al de las hormigas) comienzan a comportarse un poco más como ellas y, al hacerlo, sus niveles de rendimiento disminuyen”, explica Feinerman. El experimento les ha servido para conocer mejor las habilidades cognitivas de las hormigas locas como grupo, pero también las de los humanos. “Una persona individual y una hormiga individual son, por supuesto, muy diferentes. La persona transforma el laberinto en su mente en un gráfico, lo que supone una reducción dimensional extrema. En lugar de explorar todo el laberinto complejo, solo hay que explorar un puñado de nodos”, razona el entomólogo. Y añade: “Para resolver el rompecabezas, las personas intentan descubrir qué nodo está conectado a qué otros nodos y lentamente podan los vínculos entre los nodos no conectados hasta que encuentran el camino a través del laberinto”.

Cuando las personas podan un vínculo entre nodos, utilizan la memoria a largo plazo para recordar esa acción y no repetirla más tarde. Una hormiga sola es muy diferente. Incapaz de reproducir el rompecabezas en su cerebro, levanta la carga y prueba en todas direcciones. Feinerman recuerda que ya en esto superan a la mayoría de las otras especies que cogerán la T y tirarán hacia el nido por el camino más recto o corto, aunque el objeto no pueda pasar, sin intentar nunca nada diferente. Pero, cuando se juntan muchas hormigas, “adquieren algunas características parecidas a las humanas”, dice el entomólogo.

En sus conclusiones, los autores destacan sus dos principales hallazgos. “Nuestros resultados ejemplifican como mentes simples pueden aprovechar con facilidad la escalabilidad, mientras que los cerebros más complejos necesitan de una amplia comunicación para cooperar de forma eficiente”.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Criado
Es cofundador de Materia y escribe de tecnología, inteligencia artificial, cambio climático, antropología… desde 2014. Antes pasó por Público, Cuarto Poder y El Mundo. Es licenciado en CC. Políticas y Sociología.
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