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Las incógnitas de la pastilla milagrosa contra un tipo de calvicie

El fármaco baricitinib devuelve el pelo a personas con alopecia areata, pero no funciona en todos los pacientes, el cabello se vuelve a caer si se deja de tomar y cuesta hasta 34.000 euros al año tener éxito en un solo caso

María Guaita, una chica de 18 años de Cuenca, sufre alopecia areata desde los 11 y ha recuperado su pelo gracias al fármaco baricitinib.
María Guaita, una chica de 18 años de Cuenca, sufre alopecia areata desde los 11 y ha recuperado su pelo gracias al fármaco baricitinib.Jaime Villanueva
Manuel Ansede

El mundo feliz de una niña de 11 años comenzó a desmoronarse un día del verano de 2015. A María Guaita se le empezó a caer todo el pelo de golpe, como si fuera una disparatada pesadilla o una película de terror. Sin ningún tratamiento específico disponible, sus médicos decidieron darle corticoides, unos fármacos que provocaron que engordase 20 kilos. De repente, la niña se había quedado sin cabello y con sobrepeso, una metamorfosis muy difícil de digerir en el mundo a menudo cruel de los adolescentes. “Fue un golpe muy duro. Siendo tan pequeñita, te planteas muchas cosas: ¿Por qué yo? ¿Por qué me ha tocado a mí? Los primeros años los pasé muy mal”, recuerda ahora Guaita, que acaba de cumplir 18 años. La joven, de Cuenca, ha sido una de las primeras personas en comprobar los revolucionarios efectos de una pastilla diaria que revierte su calvicie: el baricitinib. Tras siete años despiadados, vuelve a tener pelo y ha recuperado su peso normal.

María Guaita sufre alopecia areata, una enigmática enfermedad en la que las propias defensas del cuerpo humano atacan el cuero cabelludo. El problema afecta al 2% de los ciudadanos en algún momento de sus vidas, pero generalmente se reduce a pequeñas calvas del tamaño de una moneda. En casos extremos, como el de Guaita, el pelo se cae por completo, a veces en apenas unos días. El baricitinib logra el efecto contrario: el cabello vuelve a brotar, como por arte de magia, en unas pocas semanas. Las autoridades sanitarias de EE UU aprobaron el fármaco el 13 de junio. Y la Agencia Europea de Medicamentos recomendó su autorización hace un mes. La Comisión Europea tomará su decisión definitiva probablemente en los próximos siete días, según explica Stefan de Keersmaecker, portavoz del organismo.

El dermatólogo Sergio Vañó, director de la Unidad de Tricología del hospital madrileño Ramón y Cajal, cree que el baricitinib abre “una nueva era”. El fármaco inhibe unas proteínas, denominadas JAK, que están implicadas en el feroz ataque al cuero cabelludo. Tras la aprobación del baricitinib, de la farmacéutica estadounidense Lilly, llegarán previsiblemente las autorizaciones de otros medicamentos similares, como el tofacitinib, de la también estadounidense Pfizer. “Van a suponer una revolución y una mejora brutal de la calidad de vida de estos pacientes”, opina Vañó, que ha tratado a la joven María Guaita en la Clínica Grupo Pedro Jaén, un centro privado madrileño en el que también pasa consulta.

Baldness cure
La joven María Guaita, paciente con alopeacia areata, antes y después de tomar el fármaco baricitinib. Imágenes facilitadas por el dermatólogo Sergio Vañó.

No todo es milagroso en el baricitinib, según advierte Vañó. “Un hándicap de estos tratamientos es que no son curativos. No te tomas esto seis meses y ya tienes curada la alopecia areata. Es un tratamiento que hace efecto mientras se utiliza”, puntualiza el dermatólogo. “Cuando el paciente lo deja de tomar, la tendencia es a que vuelva a empeorar. Es un gran avance, pero no es la panacea”, sentencia el médico.

Una inversión de 34.000 euros al año

Otro inconveniente del baricitinib es su precio prohibitivo. El fármaco ya está aprobado en España contra la artritis reumatoide y la dermatitis atópica, pero cuesta unos 940 euros al mes. Y tampoco es efectivo en todos los pacientes con alopecia areata. El farmacéutico Jesús Sierra echa cuentas, basándose en la eficacia parcial observada en los ensayos clínicos: si por cada tres pacientes tratados se recupera el pelo de uno, harían falta casi 34.000 euros al año para tener éxito en una sola persona. “Debería hacerse una adecuada selección de los pacientes que más podrían beneficiarse del tratamiento y habría que negociar con la empresa farmacéutica para revisar el actual precio”, opina Sierra, del Hospital Universitario de Jerez de la Frontera (Cádiz). La farmacéutica Lilly ganó unos 5.000 millones de euros el año pasado.

El dermatólogo Sergio Vañó aclara otras posibles confusiones. “La aprobación de la Comisión Europea no quiere decir que ya vaya a ser un tratamiento financiado en el sistema sanitario español. El Ministerio de Sanidad tiene que valorar si lo va a financiar y en qué casos. Y este proceso tarda incluso un año más”, apunta Vañó. “Si un paciente viene al hospital dentro de un mes, no le vamos a poder prescribir baricitinib de forma automática. Habría que solicitarlo individualmente y lo más probable es que vayan diciendo que no”, añade.

María Guaita y su madre, Paloma Torrecilla, fotografiadas este lunes en el parque de Los Moralejos, en Cuenca.
María Guaita y su madre, Paloma Torrecilla, fotografiadas este lunes en el parque de Los Moralejos, en Cuenca.Jaime Villanueva

Vañó recalca que la alopecia areata no es simplemente un problema estético. “Imagina que, de la noche a la mañana, no tienes ni un pelo en todo el cuerpo. Cambia completamente tu imagen, te estigmatiza mucho. La gente te pregunta si tienes cáncer. Te cambia a nivel sociolaboral. Yo he tenido pacientes en el hospital Ramón y Cajal, chicas jóvenes con este problema, que han intentado suicidarse”, alerta el dermatólogo. Las formas más graves de la enfermedad están asociadas a menudo a problemas psiquiátricos, como la ansiedad y la depresión. “Los pacientes tienen, además, problemas funcionales: al no tener pestañas, tienen un mayor riesgo de erosiones en la córnea, les incomoda hacer deporte porque el sudor se les mete en los ojos y tienen más infecciones en la nariz y en las orejas por no tener pelo en esas zonas”, enumera Vañó.

El dermatólogo Joan Ferrando, profesor honorario en la Universidad de Barcelona, subraya además que el baricitinib requiere un estricto control médico. “Que la gente no se crea que todo es tan fácil. El baricitinib tiene efectos secundarios: puede bajar las defensas, facilitar las infecciones, activar una tuberculosis dormida y también puede haber una mayor incidencia de linfomas o de infartos cerebrales”, señala Ferrando. Su colega Sergio Vañó destaca que los efectos secundarios más habituales son leves infecciones respiratorias, la aparición de acné y un mayor riesgo de herpes zóster. “Es un medicamento muy seguro. La mejora en la calidad de vida y en la autoestima del paciente al recuperar el pelo compensa frente al posible riesgo de esos efectos secundarios”, opina Vañó.

El jefe de Tricología del hospital Ramón y Cajal calcula que el 0,05% de la población puede sufrir alopecia areata grave: unas 25.000 personas en España. “Yo creo que el medicamento, por un tema de costes, se reservará para estos casos”, opina Vañó, que vaticina que el precio del baricitinib bajará hasta unos 500 euros al mes. Paloma Torrecilla, la madre de María Guaita, recuerda el “calvario” que ha pasado su hija durante la adolescencia, con centenares de pinchazos de fármacos inútiles en su cuero cabelludo, y pide que el Sistema Nacional de Salud cubra los gastos del baricitinib para los pacientes más graves. “María ahora se está empezando a encontrar bien. Es increíble lo que cambia una persona de verla sin pelo a verla con pelo. Es una transformación”, reflexiona la madre.

La propia María Guaita habla con extraordinaria madurez sobre su enfermedad y hace un llamamiento a las autoridades para que financien los fármacos contra la alopecia areata. “Como no hay muchos casos, es una opción viable. Yo les pediría que lo intenten por todos los medios”, insta la joven. “Y a las personas que están como yo, les diría que no pierdan la esperanza, que hay salida. Tarde o temprano, van a salir de ese pozo”.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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