Los premios Fronteras honran a los expertos que cambiaron el mundo enfrentándose a la soledad
Los galardones de la Fundación BBVA eligen a los científicos que hicieron posibles las vacunas contra la covid o a quienes detectaron el cambio climático en los glaciares de las montañas
Lo desconocido asusta y excita, y entre esas dos emociones navegan los humanos y sus sociedades. La mayoría, conservadora, prefiere permanecer en el entorno conocido, pero con frecuencia acaba arrastrada por esos pocos aventureros que sienten la llamada de la frontera. Con el tiempo, cuando triunfa, la opción revolucionaria se convierte en algo que las nuevas generaciones desean conservar, y los que apostaron por la excitación reciben honores, también de los asustadizos.
Esta tarde, la Fundación BBVA premió en el Palacio Euskalduna de Bilbao a los responsables de unas cuantas revoluciones que ya forman parte del patrimonio humano incuestionable. Los 14 premiados en la cuarta edición de los Premios Fronteras del Conocimiento respondieron agradecidos, pero no olvidaron reivindicar la soledad de los pioneros. Robert Langer, galardonado en la categoría de Biología y Medicina por crear las nanopartículas que hicieron viables las vacunas contra el coronavirus, recordó que muchos científicos criticaron su solución por “imposible”. Langer, cofundador de Moderna, una de las compañías productoras de las vacunas que detuvieron la pandemia, tampoco olvidó que cuando empezaron “a desarrollar vacunas para tratar la covid-19, el [diario] Boston Globe publicó un artículo en primera plana titulado ‘Así no se hace la ciencia’” con una foto suya debajo. Langer compartió el premio de 400.000 euros con Drew Weissman y Katalin Karikó, de la Universidad de Pensilvania, que también realizaron contribuciones fundamentales para poder utilizar el ARN mensajero en medicamentos que tendrán aplicación en el cáncer, las vacunas o las dolencias autoinmunes.
Los verdaderos innovadores, los que trabajan en las fronteras del conocimiento, están siempre solos y es probable que la reivindicación de su soledad sea también un acto de comunión con los autores de las revoluciones del pasado y de apoyo a los que encabezarán las del futuro. Karikó suele enseñar en sus charlas una carta de la farmacéutica Merck & Co (MSD) rechazando su petición de 10.000 dólares para financiar su investigación, una advertencia a los timoratos del futuro y un acicate para los valientes del presente. En su discurso durante la ceremonia, copresidida por el presidente de la Fundación BBVA, Carlos Torres Vila, y la presidenta del CSIC, Rosa Menéndez, la investigadora húngara recordó a sus antecesores: “Este premio también reconoce a los compañeros científicos que trabajaron diligentemente durante décadas y contribuyeron a construir la base de nuestro trabajo”.
Desde su nacimiento, hace 15 años, el objetivo crucial de los Premios Fronteras del Conocimiento es impulsar “el conocimiento rigoroso y validado” como “la mejor brújula y el mejor instrumento del que disponemos para entender el mundo y a nosotros mismos”, y, por lo tanto, “para afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo”, ha aseverado el presidente de la Fundación BBVA en una intervención al final del evento. En opinión de Torres Vila, las vacunas contra la covid 19 han demostrado que, ante los grandes desafíos, la clave del éxito es “el conocimiento generado gracias a la colaboración internacional”. En el futuro, ha asegurado, esa colaboración será necesaria para afrontar “la gravedad del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, ambos probablemente entre las mayores disrupciones de la historia”.
La ambición y la audacia son rasgos necesarios en los exploradores, pero la experiencia y el conocimiento acumulado de las últimas décadas ha evidenciado que los temerosos también tienen sus motivos cuando quieren embridar a los que nunca ven límite. La categoría de Cambio Climático y la de Ecología y Biología de la Conservación están dedicadas a los científicos que buscan comprender las complejas relaciones tras el equilibrio que hizo nuestro planeta habitable y que ahora está en peligro. En la primera de ellas, los premiados fueron Lonnie y Ellen Thompson, una pareja de investigadores que desde 1974 ha realizado 64 expediciones en las cimas de las montañas más altas del mundo para recuperar la historia que encierran los núcleos de hielo conservados en los glaciares. En esos bloques de hielo hay miles de años de información climática, de precipitaciones o de erupciones volcánicas, que ayudan a reconstruir el clima del pasado.
En su discurso, Lonnie Thompson recordó que, gracias a la información acumulada en sus barras de hielo, ya en 1992 él y su esposa testificaron “ante el Senado de Estados Unidos sobre la realidad del cambio climático extremo que se ha documentado en zonas remotas del mundo”. “Desde entonces, la documentación científica sobre el cambio climático y los impactos que se prevén ha seguido acumulándose, pero, por desgracia, los habitantes de la Tierra y sus gobiernos han hecho poco por frenar el acelerado aumento de las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero”, ha afirmado, reivindicando como sus compañeros la soledad de los pioneros, delante de una audiencia en la que también se encontraban el lehendakari, Íñigo Urkullu, y el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto. Thompson, no obstante, se mostró optimista ante la capacidad humana para tomar conciencia y buscar soluciones sociales, científicas y tecnológicas frente “a un problema existencial” de la humanidad.
Una “amenaza existencial”
Simon Levin, galardonado en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación junto a Lenore Fahrig, y Steward Pickett, hizo también un discurso en el que advirtió sobre los peligros de una expansión humana desatada. Este matemático, responsable de introducir en el estudio de los ecosistemas la dimensión del espacio físico, del territorio y sus diferentes escalas e interrelaciones, también habló de otra “amenaza existencial”, en este caso la pérdida de la biodiversidad. Sus modelos pueden ser una base para comprender las relaciones entre los sistemas naturales y los humanos y crear políticas que hagan posible su convivencia. “La variedad de hábitats y biomas que hay en el mundo, la propagación de especies invasoras y enfermedades infecciosas, el diseño de reservas naturales y la movilidad de las especies, incluida la nuestra, son factores todos ellos que ponen de manifiesto la necesidad de elaborar enfoques que tengan plenamente en cuenta las dimensiones espaciales de la dinámica de poblaciones, las interacciones entre especies y los flujos de nutrientes”, ha explicado Levin.
En un mundo de tanta complejidad, las máquinas pueden ser un apoyo para tratar de darle sentido, y Judea Pearl, galardonado en Tecnologías de la Información y la Comunicación por sus contribuciones pioneras a la Inteligencia Artificial, es una de las personas que más han aportado al desarrollo de máquinas capaces de resolver problemas como lo hacemos los humanos. Pero además, según ha explicado en su discurso, tratar de hacer que las inteligencias artificiales resuelvan problemas antes imposibles le ha permitido conocer un poco mejor a las inteligencias naturales. “Conducir un coche, cruzar una calle o acudir a un médico: todo ello lo hacemos [los humanos] en medio de un océano de ruido e incertidumbre y, curiosamente, ustedes y yo nos las arreglamos para navegar por ese océano bastante bien, con sorprendente comodidad y gran destreza”, ha dicho Pearl. Sin embargo, todas estas tareas son muy difíciles para un robot. “Al preguntarnos ‘¿cómo lo haría una máquina?’ nos hacemos una idea de cómo lo hacemos nosotros, porque las máquinas son como laboratorios flexibles para probar teorías diversas del pensamiento humano y ver cuál de ellas se desenvuelve tan bien como nosotros… De hecho, la investigación en Inteligencia Artificial ha desvelado algunos secretos básicos del razonamiento”, ha dicho el investigador de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), que también ha rememorado que sus investigaciones iniciales “fueron recibidas con escepticismo”.
Con frecuencia, cuando se quiere acercar la ciencia al público, se destacan sus aplicaciones prácticas, traicionando en cierta medida su naturaleza fundamental como el mejor método para satisfacer la innata atracción humana por lo desconocido. Esa devoción ante el conocimiento por el conocimiento, que según el director de la Fundación BBVA, Rafael Pardo, es la inspiración fundamental de los premios Fronteras, tiene su mejor reflejo en la categoría de Ciencias Básicas. El matemático francés, Jean François Le Gall lo ha recibido junto a Charles Fefferman, ausente por motivos de salud, del que destacó sus aportaciones a la comprensión de “fenómenos en dos dimensiones, como la elaboración de mapas precisos, el flujo del agua sobre una superficie plana o el campo eléctrico en materiales bidimensionales”. El matemático, que en una entrevista por la mañana reconocía que el principal impulso de su investigación “es principalmente estético”, agradeció además el reconocimiento de un país como España que, salvando los tópicos habituales, considera que tiene mucho más respeto por los matemáticos que su propio país. “Así lo he vivido yo al menos”, ha dicho.
Finalizando con la ceremonia, también intervinieron dos economistas de la Universidad Stanford (EE UU), Matthew Jackson y Mark Granovetter, premiados en las categorías de Economía, Finanzas y Gestión de Empresas, y en la de Ciencias Sociales respectivamente. Ambos han destacado la relevancia de las relaciones personales y grupales que tienen los individuos, empresas e instituciones y su desempeño social y económico, en ámbitos tan relevantes y diversos como la carrera profesional, el nivel de renta, o la dependencia financiera. “tradicionalmente la economía ha ignorado el hecho de que la mayoría de las interacciones económicas están —tomando prestado un término de mi colega Mark Granovetter— integradas en entornos sociales”, ha afirmado Jackson.
El economista ofreció un ejemplo arquetípico sobre la importancia de las relaciones sociales en la situación económica de cada individuo. “Si una persona que se encuentra en paro tiene a sus redes sociales (familia, amigos y conocidos) en la misma situación, le será mucho más difícil encontrar trabajo que si estuvieran empleados”. Por ese motivo, cree que es necesario un cambio en los mecanismos para reducir desigualdades. “La redistribución de la riqueza y la renta solo aborda los síntomas de la desigualdad, y no sus causas fundamentales. Nos ayuda a ver la necesidad de políticas que enriquezcan las redes de la gente y faciliten la información y las oportunidades que sus redes no facilitan”, ha indicado. “Esta perspectiva explica por qué la desigualdad es tan persistente y por qué la inmovilidad y la desigualdad van de la mano”, concluye.
Por último, en la categoría de Música y Ópera, que, de manera original, los premios Fronteras del Conocimiento sitúan en igualdad con el resto de ámbitos del conocimiento científico, premio al compositor estadounidense Philip Glass. En su discurso, Glass ha relatado cómo cuando empezó a escribir música se percató de que algunas de las aptitudes que utilizaba para crear eran las mismas que necesitaba cuando estudiaba física o matemáticas. “Descubrí que casi todo lo que hacía podía expresarse con la música”, ha dicho. La relación entre arte y ciencias es natural para el compositor, que ha dedicado obras a figuras como Einstein, Galileo, Kepler o Stephen Hawking. Estas personalidades “fueron muy radicales en su forma de vida y cambiaron el mundo en el que vivían”, ha expresado, antes de concluir con lo que podría ser un manifiesto para todas las mentes creativas, esas que, incluso arriesgándose a la soledad, aceptaron los peligros de dirigirse a lo desconocido: “La alegría de crear aporta una enorme satisfacción, es lo que me hace despertarme por las mañanas. Debería haber una especie de compromiso para traer algo de alegría al mundo, y ojalá también para uno mismo”.
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