‘Waffles’, la hiena que llegó a hembra alfa desde lo más bajo al liderar la insurrección de las humildes
La ‘revolución de sirope’ coronó a las hienas de menor rango del clan de Masai Mara, un episodio que ofrece importantes claves evolutivas sobre por qué los animales respetan las jerarquías y cómo las doblegan
Cuando las hembras de alto rango comenzaron a acosar y golpear a la pequeña Log Cabin, su madre Waffles no lo dudó ni un momento. Empujó lejos de ahí a su cría y se arrojó para ocupar su lugar bajo la tormenta de porrazos. Permaneció inmóvil mientras la agredían, como si supiera que con su propio cuerpo podría satisfacer la sed de violencia de las hienas más poderosas del clan. Y es que la vida no es fácil para la hiena de más bajo rango, como le sucedía entonces a Waffles. Pero las cosas iban a cambiar. Y mucho. Dos años después, esa hiena dócil y más bien solitaria consiguió dar un golpe de Estado que la colocó en lo alto de la jerarquía, para sorpresa de todos los que las estudian hace décadas en Masai Mara (Kenia). De la noche a la mañana, Waffles pasaba de paria a reina gracias a sus alianzas con otras hienas humildes.
“La historia de Waffles es una historia poderosa”, resume la investigadora Kay Holekamp, quien lleva tres décadas estudiando las jerarquías sociales de este animal fascinante, tan perjudicado por los estereotipos y que vive en un estricto matriarcado. Las hembras dominan el escalafón con la ayuda de sus familiares —madres, hijas, nietas—, con un concepto hereditario del poder, en linajes que se comportan como casas reales. Pero la revolución de sirope (llamada así porque a las crías de Waffles les ponen nombres de este líquido azucarado) cambió casi todo lo que se daba por normal en la sociedad del clan Serena Norte.
Cuando analizaron la rigidez de este sistema basado en el nepotismo, Holekamp y su compañero Eli Strauss, de la Universidad Estatal de Michigan, observaron que a veces se producían “coaliciones revolucionarias” en las que hienas de bajo rango desafiaban a otras situadas algún escalón por encima de ellas, poniendo en peligro sus vidas. Pero lo que pasó en 2012 fue excepcional: Waffles tejió alianzas con las otras hienas del último escalón, como Eleanor, Peepers o su hija Log Cabin, y sometieron a las familias más poderosas.
El éxito de esta revolución, explica Strauss, fue resultado de saber aprovechar las circunstancias y de formar alianzas exitosas con sus semejantes. Las hembras nobles estaban inmersas en luchas de poder, una inestabilidad que le dio a Waffles la oportunidad que necesitaba. “Se las arregló para mejorar su posición en la jerarquía a través de alianzas con parientes y no parientes. Pasó mucho tiempo asociándose y formando equipo”, apunta Strauss. Waffles y Log Cabin pasaron de ser las últimas a colocarse primera y segunda en la jerarquía. Su camarada Peepers también ascendió, pero murió en la época del golpe, seguramente debido a la violencia desatada por la insurrección.
Pero su llegada al poder no es lo único revolucionario en el reinado de Waffles. Comparado con lo habitual en las hembras alfa, su mando es mucho más sociable, menos violento y dominante. Y desde luego nada clasista: mantuvo su amistad con la hiena que ocupó sus puestos al final del escalafón, buscándola para amamantar a sus cachorros en el cubil en el que se criaron juntas, de peores condiciones, contradiciendo toda la literatura sobre cómo deben de comportarse los animales de alto rango. Una de las estudiantes del equipo escribía en el blog del grupo de investigación de Holekamp: ”Nos encanta Waffles porque es muy benévola y amistosa con los de bajo rango. (...) Es inusualmente dulce, creemos que recuerda que solía ser uno de ellos no hace mucho tiempo”.
Jerarquías y revoluciones
La historia de estas hienas aporta muchas claves sobre por qué los animales que viven en este tipo de sociedades respetan las jerarquías, como sucede con los monos del viejo mundo, aunque eso les perjudique enormemente. Las hienas de bajo rango tienen peor salud porque se alimentan mal, puesto que son las últimas en comer, aunque hayan capturado la pieza. Y, por tanto, sus crías tienen menos probabilidades de sobrevivir, porque además sufren agresiones en el cubil y se mueven en las afueras del territorio del clan. Esas dificultades las llevan a pasar más tiempo solas, por lo que tejen menos alianzas que las puedan beneficiar socialmente.
Mientras tanto, las hienas de alto rango comen hasta saciarse, tienen familias más amplias que las apoyan, heredan las alianzas que entronizan a sus madres y dedican más tiempo a socializar. El propio sistema las protege en lo alto de la pirámide. “Aunque todas las hienas de bajo rango sueñan con lograr lo que Waffles logró, a menos que puedan reclutar a los aliados necesarios no podrán cambiar con éxito su posición en la jerarquía”, aclara Strauss. Lo que han observado estos etólogos es que cuando las hienas se atreven a intentar mejorar su situación, lo hacen gradualmente: tejen una alianza y se arriesgan a desafiar a otra hiena algo mejor situada. Y poco a poco tratan de medrar.
En su trabajo, Holekamp y Strauss muestran que las hienas que forman coaliciones repetidamente con sus principales aliados tienden a mejorar su posición en la jerarquía, por lo que concluyen que “las alianzas sociales facilitan el cambio social revolucionario”. Es decir, no es proceso genético determinado por cualidades innatas que les llevan al trono (como un ciervo con la mejor osamenta), sino un proceso de herencia conductual que involucra aprendizaje. “Las coaliciones revolucionarias rara vez ocurren”, sentencia Holekamp. El 78% de las hienas estudiadas durante 27 años ocupaba el lugar en la jerarquía que les corresponde por la posición de su linaje y solo el 14% lo han mejorado peleando por ello.
Las interacciones agresivas entre hienas suelen ser muy ritualizadas y de baja intensidad, por ejemplo, mediante posturas sin contacto físico entre los individuos. “Sin embargo”, advierte el investigador, “las peleas entre grupos de aliados pueden ser increíblemente intensas y pueden causar lesiones graves que conducen a la muerte”. El precio por la rebelión puede ser muy caro y lo normal es que las poderosas partan con mucha ventaja: no por ser más fuertes, sino porque la estructura social está de su parte, fue diseñada para eso.
“Se las arregló para mejorar su posición en la jerarquía a través de alianzas con parientes y no parientes. Pasó mucho tiempo asociándose y formando equipo”Eli Strauss, Universidad Estatal de Michigan
Holekamp lo explica con una metáfora humana: “Considera, por ejemplo, lo fácil que sería para un joven fuerte derrocar a la reina Isabel, que ahora es anciana y frágil, pero mantiene su alto estatus en la sociedad británica porque tiene muchos aliados”. Gracias a su investigación, ahora se entiende mejor por qué el caso de Waffles es tan extraordinario. “Esto resuelve un problema desconcertante sobre por qué los animales de bajo rango en sociedades jerárquicas estructuradas por convenciones aparentemente arbitrarias, como la realeza, no usurpan simplemente el poder de los compañeros de grupo más pequeños y débiles”, afirma Holekamp.
El reinado de Waffles duró desde 2012 hasta 2019, cuando su nieta Soup ocupó el trono. ¿Cómo es su vida ahora, al perder el cetro tras liderar una revolución? ¿La tratan como a una usurpadora? “Es tratada más bien como una exreina”, asegura Strauss. La mayor consecuencia del golpe que dio hace una década es que las de su linaje siguen siendo las de más alto rango en el grupo. “Si hubiera permanecido en su posición original, todas sus hijas habrían heredado su bajo estatus”, añade, “y Soup, la actual matriarca, sería una de las hembras de más bajo rango”. Ha sido superada por su nieta y sus bisnietas, pero Waffles y su estirpe se benefician ahora de la estricta jerarquía social. “Puede que ya no sea reina, pero todavía está en la familia real”, resume Strauss.
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