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¿Y si los neandertales somos nosotros?

Los últimos descubrimientos genéticos reabren el debate sobre la posibilidad de que esta especie no se extinguiese, sino que fuese integrada por los ‘sapiens’

Neandertales
Una niña observa una figura que recrea la fisonomía atribuida al hombre de neandertal.MUSEO DEL NEANDERTAL

El debate sobre la capacidad cognitiva de los neandertales, la especie humana más cercana a la nuestra, desaparecida hace unos 40.000 años, parece cada vez más cerrado en la comunidad científica: eran tan inteligentes, hábiles, solidarios y creativos como nosotros, los Homo sapiens. Pero ahora, los nuevos descubrimientos genéticos abren un debate todavía más desafiante: ¿y si, en realidad, no se extinguieron? Impulsados por nuevos análisis de ADN fósil, algunos expertos apuntan que los neandertales siguen aquí porque somos nosotros, ya que se produjo una integración entre las dos especies.

Cuanto más material genético se logra extraer y analizar de la prehistoria remota —algo nada sencillo, porque cuanto más antiguo es el ADN, más difícil es que dé resultados fiables— resulta más evidente que los neandertales y los seres humanos mantuvieron cruces constantes. La revista Nature reveló el miércoles los análisis de ADN de cuatro individuos europeos de hace 45.000 años: todos ellos tenían antepasados, más o menos directos, neandertales. Y no es la primera vez que ocurre: los otros dos genomas de Homo sapiens de aquella época que se han logrado analizar también revelan hibridación entre las especies, en un caso, además, muy reciente (su tatarabuelo pertenecía a la otra especie).

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Si los cruces entre neandertales y Homo sapiens hubiesen sido raros y muy localizados en el tiempo y en el espacio, esos resultados serían el equivalente científico a encontrar una aguja en el inmenso pajar de la prehistoria. El hecho de que, una y otra vez, aparezcan antepasados directos indica un patrón. No está claro cuántas olas migratorias humanas llegaron desde África a Europa y Asia, ni cuándo se produjeron. Tampoco qué ocurrió con los seres humanos —neandertales y denisovanos— que estaban allí cuando llegó nuestra especie. Pero es evidente que mantuvieron relaciones mucho más que amistosas, como demuestran los resultados obtenidos por el equipo de Svante Pääbo, el genetista sueco que ha revolucionado la investigación de la evolución humana gracias al análisis del ADN antiguo y que obtuvo el primer genoma completo de un neandertal.

“La huella neandertal está muy presente, en seis o siete generaciones anteriores”, explica Antonio Rosas, paleoantropólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y uno de los grandes expertos europeos en neandertales. “Cuando se analizaron restos más recientes, parecía que la hibridación había sido más esporádica; pero los nuevos resultados demuestran que es mucho más frecuente”, agrega este investigador que, sin embargo, no comparte la teoría de la “dilución de los neandertales en la población humana”.

“Me parece una visión un poco buenista”, prosigue Rosas. “Los cromañones analizados son claramente sapiens desde el punto de vista fenotípico: no son neandertales, ni tampoco son una mezcla. Pero es indudable que estos nuevos descubrimientos vuelven a abrir el debate sobre la posibilidad de que se produjese una integración de los neandertales y los sapiens. Es posible que en algunos lugares se produjese ese fenómeno; pero también es probable que en otros los neandertales se extinguiesen”. Factores como la geografía o el clima pudieron influir en la extinción o la integración.

Otros expertos creen, en cambio, que estos resultados demuestran sin duda que la extinción no se produjo, sino que los neandertales fueron absorbidos por los sapiens. Raquel Pérez Gómez, bióloga experta en genética y doctora en Ciencias Veterinarias por la Complutense, publicó hace tres años un artículo en EL PAÍS en el que señalaba que la paleogenética estaba minando la idea de que se trata de dos especies diferentes. “Estos resultados confirman (aún más si cabe) la postura de que no se puede hablar de especies, tampoco de híbridos, tampoco de extinción de los neandertales”, señala Pérez Gómez por correo electrónico.

“En ciencia los conceptos son fundamentales”, prosigue Pérez Gómez. “Según [el biólogo evolutivo] Mayr y [el genetista] Dobzhansky, se acepta que una especie biológica es un grupo (o población) natural de individuos que pueden cruzarse entre sí y generar descendencia fértil. Cuantos más fósiles se secuencian, más eventos de cruce entre poblaciones de neandertales y humanos que migraban desde África se documentan. Cuanta más información tengamos, más completo irá siendo el mapa genético y la historia evolutiva de nuestra especie. Y pese a todas las resistencias, dentro de unas décadas quedará claro por el peso de las evidencias que los neandertales eran humanos como nosotros, con características, llamémosles, arcaicas”.

Un cráneo de neandertal (derecha), con otro de humano actual.
Un cráneo de neandertal (derecha), con otro de humano actual.AP

Lo interesante es que el proceso de hibridación no se produjo al revés: en neandertales europeos recientes no se han encontrado restos de ADN de sapiens, lo que indicaría que los humanos modernos adoptaron a neandertales; pero estos no convivieron en sus grupos con humanos modernos. Aunque, como siempre en la prehistoria, cuánto más se sabe, más misterioso resulta todo: Antonio Rosas recuerda que, en cambio, en neandertales siberianos más antiguos, de hace unos 100.000 años, sí se han encontrado huellas sapiens.

Lo que hace no tanto tiempo parecía imposible, se va haciendo realidad. Cuando se estrenó en 1981 la película En busca del fuego, la versión de Jean Jacques Annaud de la novela clásica de J.-H. Rosny Aîné, fue muy criticada porque mostraba una escena de sexo entre una sapiens y un neandertal. La paleogenética lo ha confirmado, pero también recalca algo que tiene una clara lectura contemporánea: el estudio de la prehistoria nos demuestra que es absurdo hablar de razas, que la humanidad es el resultado de un cruce infinito. Nosotros, la humanidad moderna, somos una mezcla interminable, que se prolonga a lo largo de los siglos y de los milenios.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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