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Éxito en 22 ratones: la odisea de la vacuna española más adelantada

Un equipo del CSIC anuncia una eficacia del 100% en sus primeros ensayos en animales, retrasados por una multitud de obstáculos

Los científicos Juan García Arriaza y Carmen Zamora, en el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), en Valdeolmos (Madrid).
Los científicos Juan García Arriaza y Carmen Zamora, en el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), en Valdeolmos (Madrid).CSIC
Manuel Ansede

Hace poco más de un año, el 10 de enero de 2020, el virólogo chino Yong-Zhen Zhang compartió en Internet la secuencia genética del nuevo coronavirus que aterrorizaba a los ciudadanos de Wuhan. Aquel día empezó una carrera frenética para intentar evitar millones de muertes en el mundo. Tres días después, los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE UU y la empresa estadounidense Moderna ya habían diseñado una vacuna experimental. El 16 de marzo se la inyectaron al primer voluntario. Hoy hay más de 50 millones de personas inmunizadas en el mundo con esta y otras vacunas ya autorizadas. El proyecto de tener una vacuna española, en comparación, parece una película a cámara lenta.

El Ministerio de Ciencia ha anunciado este jueves que el candidato vacunal español más adelantado ha mostrado “una eficacia del 100%” en sus primeras pruebas en animales, tras un ensayo con 22 ratones modificados genéticamente para ser susceptibles al coronavirus. Los dos responsables de esta vacuna experimental, Mariano Esteban y Juan García Arriaza, relatan la carrera de obstáculos a la que se están enfrentando: precariedad laboral extrema, un presupuesto exiguo, escasez de fábricas de vacunas humanas e incluso falta de animales de experimentación. “Tenemos que ponernos las pilas para que el día de mañana, cuando venga una nueva pandemia, tengamos todo puesto a punto y no dependamos de otros”, alerta García Arriaza, del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC), en Madrid.

El equipo español se sumó a la carrera por la vacuna el mismo 11 de enero del año pasado. Tres meses después, el ministro Pedro Duque anunció que España ya tenía un candidato a vacuna. “Existe la posibilidad todavía de que los laboratorios españoles encuentren la primera vacuna que fuera útil para esta pandemia”, declaró Duque el 17 de abril. Era demasiado optimista. Los investigadores del CSIC estaban por entonces a la espera de que llegasen a Madrid ratones humanizados, encargados a The Jackson Laboratory, una organización estadounidense especializada en roedores modificados genéticamente. Los animales aterrizaron en España a primeros de agosto. “Podríamos haber probado la eficacia de la vacuna mucho antes, pero nos vimos incapacitados porque no disponíamos de los ratones”, lamenta García Arriaza.

Los investigadores tendrán que probar su vacuna experimental en los Países Bajos, porque en España no hay monos de laboratorio

Los investigadores han tenido que abrir el camino. “Entonces nos encontramos con otro cuello de botella: no teníamos ninguna empresa para producir la vacuna para humanos”, recuerda García Arriaza. Contactaron con Biofabri, una compañía especializada en vacunas veterinarias con sede en O Porriño (Pontevedra), y se pusieron manos a la obra, “empezando de cero”. Después se toparon con otro muro, esta vez insalvable. En España no hay monos con los que probar las vacunas antes de dar el salto a humanos. El laboratorio del CSIC ha llegado a un acuerdo con el Centro de Investigación Biomédica en Primates, en Rijswijk (los Países Bajos), para comenzar los ensayos “en las próximas semanas”, según García Arriaza. Un ensayo con 12 macacos cuesta entre medio millón y un millón de euros, según el investigador.

Mariano Esteban explica que su laboratorio ha contado con un presupuesto de unos 700.000 euros para desarrollar su vacuna experimental. “Los de la Universidad de Oxford, por ejemplo, trabajan con cientos de millones de euros, no tiene nada que ver con la financiación que tenemos aquí”, subraya.

Vacuna española covid
El investigador Juan García Arriaza y el ministro Pedro Duque, en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid, el 16 de abril.

Esteban, de 76 años, dirige un equipo de 11 personas en el Centro Nacional de Biotecnología. Él es el único con contrato fijo, aunque técnicamente está jubilado, una figura que el CSIC denomina ad honorem. Si decidiera dejar la investigación, su laboratorio tendría que cerrar, explica. “Ya ocurrió con el laboratorio de Juan Ortín y Amelia Nieto, que era uno de los grupos líderes mundiales en la investigación de la gripe, otro de los virus que nos pueden provocar una pandemia terrible en cualquier momento”, recuerda Esteban. Cuando Juan Ortín se jubiló en 2016 y Amelia Nieto siguió sus pasos poco después, el grupo dedicado al virus de la gripe desapareció.

“Las personas que trabajaban en ese laboratorio se han tenido que reubicar. Si esta pandemia la hubiese causado un virus de la gripe en vez de un coronavirus, nos habríamos encontrado con que los laboratorios de gripe punteros en el Centro Nacional de Biotecnología están cerrados”, critica García Arriaza, que durante toda su carrera ha empalmado un contrato temporal tras otro. Tiene 46 años. “Las condiciones laborales que tenemos los científicos en España son lamentables. Y la ciencia la hacen las personas. Si tienes que estar pensando en que dentro de un mes se te acaba el contrato, esto también repercute en la producción científica”, denuncia. El propio ministro Pedro Duque reconoció en julio en una entrevista con EL PAÍS que “las condiciones de los científicos españoles son [ahora] peores que en 2010″, aunque pidió tiempo para reformar el sistema.

“Las condiciones laborales que tenemos los científicos en España son lamentables”, denuncia el investigador Juan García Arriaza

La vacuna experimental de Esteban y García Arriaza, pese a todo, sigue su camino. Se basa en una versión atenuada del virus Vaccinia, ya empleada en la erradicación de la viruela en la década de 1970 y ahora modificada con información genética del nuevo coronavirus. Los ensayos en ratones sugieren que se necesitarán dos dosis para impedir por completo la multiplicación del virus en los pulmones. El plan de los investigadores españoles es realizar un primer ensayo con 112 personas “en los próximos meses”, para estudiar la seguridad y la respuesta inmune generada, y comenzar un gran ensayo con más de 20.000 voluntarios antes de que acabe 2021. En todo el mundo ya hay 64 vacunas experimentales diferentes que se están probando en humanos y otras 173 en las fases de investigación previa, según el recuento de la Organización Mundial de la Salud.

El médico Felipe García aplaude los resultados en ratones de Esteban y García Arriaza. “Es una muy buena noticia. Es una vacuna algo diferente a las vacunas más avanzadas y la demostración de su eficacia en animales para evitar la enfermedad la convierte en una buena candidata para ser desarrollada”, afirma García, un investigador del Hospital Clínic de Barcelona que encabeza un consorcio para producir otra vacuna basada en el material genético (ARN) del coronavirus, como las de Pfizer y Moderna.

“Yo creo que tenemos que aprovechar esta situación para construir una infraestructura biotecnológica dedicada a la generación de vacunas, que nos pueda servir para futuras pandemias. Es muy importante que el día de mañana no nos vuelva a ocurrir lo mismo y podamos actuar de una forma mucho más rápida”, defiende García Arriaza. “Aunque nuestra vacuna llegue más tarde, eso no invalida que sea eficaz. Dentro de un tiempo, probablemente, las personas ya vacunadas tendrán que inmunizarse con una dosis de recuerdo. Si el día mañana disponemos de estas vacunas en España, mucho mejor”, zanja.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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