Lo que te vas a pinchar
Las autoridades estadounidenses publican la composición de la vacuna de Pfizer. No hay luciferasa ni chips de Bill Gates
La luciferasa es una proteína que brilla en las células como una candela. El proceso se llama bioluminiscencia y es el que hace refulgir a las luciérnagas y las medusas, a los copépodos y los pensamientos de mar, a ciertos hongos y bacterias que relucen en las aguas oceánicas. Es una bicoca para los científicos, porque les permite rastrear a voluntad las células de cualquier organismo en desarrollo. Su nombre, acuñado hace un siglo por el farmacólogo francés Raphaël Dubois, proviene del latín lucifer, que significa portador de luz, y es un término favorito de los poetas para referirse al planeta Venus, el lucero del alba. Pero lucifer, como todos sabemos, designa también al príncipe de los ángeles rebelados. El diablo.
Esa simple confusión etimológica ha montado la de Cristo en las redes sociales de los antivacunas. Ha corrido el bulo de que las inyecciones contienen luciferasa y, como el sonido de esa palabra resulta demoniaco a sus oídos, han propagado el consejo de no ponerse la vacuna para evitar que el diablo contamine sus cuerpos y se tengan que gastar una pasta en exorcistas. Es difícil decidir cómo desmontar esa trola. Para empezar, que la vacuna contuviera luciferasa no supondría ningún riesgo, ni satánico ni sanitario, pero es que además no la contiene, como tampoco contiene un chip diseñado por Bill Gates para domeñar a la humanidad. No es que esto importe mucho, puesto que los hinchas de la extravagancia van a seguir informándose por sus cámaras de eco donde las paredes no les devuelven más que su propia voz repetida hasta la náusea. Pero hay que seguir intentándolo con la misma perseverancia que despliega el adversario.
Que la vacuna contuviera luciferasa no supondría ningún riesgo, ni satánico ni sanitario, pero es que además no la contiene, como tampoco contiene un chip diseñado por Bill Gates para domeñar a la humanidad
Ante esos brotes de irracionalidad, la Agencia del Medicamento Estadounidense (FDA) ha optado por la transparencia, publicando la lista completa de componentes de la vacuna de Pfizer, y la empresa se ha remitido a esa información oficial, con buen criterio. El principal ingrediente, por supuesto, es el ARN mensajero modificado que constituye la clave de la vacuna, pues dirige nuestras células a fabricar una proteína del coronavirus inocua que estimula al sistema inmune. Y los otros son una serie de sales, grasas y azúcares cuya lectura aburriría a un rebaño entero de negacionistas. Del simple cloruro sódico, o sal de mesa, a la impronunciable (2- hexildecanoato),2-[(polietilenglicol)-2000]-N,N-ditetradecilacetamida, leer la lista de componentes “es como mirar la etiqueta de una caja de cereales, solo que necesitas una licenciatura en Química para entenderla”, como dice Antonio Regalado en MIT Technology Review, una web científica.
En la lista no hay luciferasa ni chips de Bill Gates. Solo componentes químicos perfectamente justificables para estabilizar la vacuna y mejorar su acceso a las células humanas. Las sectas del desvarío dirán, por supuesto, que la FDA ha ocultado los ingredientes diabólicos, y no hablemos ya de lo que pensarán de Pfizer, el verdadero príncipe de los ángeles rebelados. Pese a todo, la racionalidad científica debe seguir apostando por la transparencia. No hay otra.
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