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Panvacunación

Una pandemia requiere una campaña global diseñada con racionalidad y compasión

Javier Sampedro
Una ingeniera trabaja en el laboratorio de Sonivac, empresa china que produce vacunas contra la covid.
Una ingeniera trabaja en el laboratorio de Sonivac, empresa china que produce vacunas contra la covid.WANG ZHAO (AFP)

Cuando los ciudadanos occidentales se vayan vacunando a lo largo del año que viene, nos habremos olvidado de una advertencia esencial de los científicos: que los profesionales sanitarios y las personas de riesgo de los países pobres deberían tener prioridad sobre la población general de los países ricos. Una pandemia no se resuelve con políticas nacionalistas miopes, primero por una razón egoísta —mientras el contagio persista en el mundo en desarrollo los países ricos seguirán expuestos durante muchos meses a la reentrada del virus— y segundo por mera decencia humanitaria: cientos de miles de muertes serán evitables en el mundo pobre, pero solo el mundo rico puede evitarlas, y por tanto debe hacerlo. Es nuestra obligación moral. Pero ¿alguien cree que esa va a ser la prioridad de alguno de los Gobiernos occidentales? No. Aquí habremos vacunado hasta a los perros antes de donar esas dosis a un país africano o latinoamericano.

Pero una pandemia requiere una panvacunación, una campaña global diseñada con racionalidad y compasión, dos de las cualidades que nos hacen humanos. La única esperanza de que nos acerquemos a eso es Covax, una iniciativa asociada a la OMS (Organización Mundial de la Salud), la Unión Europea y Francia para acelerar el desarrollo de vacunas anticovid y procurar su acceso rápido, justo y equitativo a la población mundial. Dos tercios de los países del mundo están asociados de una u otra forma al proyecto. Es la única iniciativa global para resolver la pandemia, y la única esperanza para el mundo en desarrollo, que no se puede permitir el lujo de reservar dosis para su población como estamos haciendo todos los demás.

El objetivo de Covax, con ser ambicioso, es disponer de 2.000 millones de dosis al final de 2021, lo que daría al menos para vacunar a la población de riesgo —mayores, enfermos respiratorios crónicos— y a los trabajadores sanitarios de todos los países. El mensaje favorito de los políticos occidentales es que en primavera estará vacunada una “parte sustancial de la población”, en la expresión del ministro de Sanidad español, Salvador Illa. No sabemos cuántas personas son una parte sustancial, pero el caso es que la iniciativa global no aspira a tanto, ni en primavera ni a finales de 2021. Veremos el próximo año un planeta a dos velocidades vacunales. Es una predicción oscura, pero no muy arriesgada.

“Hay un peligro muy real de que la mayoría de la población mundial se quede sin protección frente al SARS-CoV-2”, reconocen los propios directivos de Covax. Si eso ocurre, como parece muy probable, la amenaza del virus se enquistará en el planeta, matará a un montón de gente y deprimirá el comercio internacional durante años. Una nueva muesca en el revólver de la irracionalidad humana.

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