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La crisis del coronavirus
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Así saldremos

El confinamiento funciona, pero faltan test, datos fiables y transparencia para ver el final del túnel

Javier Sampedro
Un hombre camina por una galería comercial de Bruselas cerrada por las medidas de prevención del coronavirus.
Un hombre camina por una galería comercial de Bruselas cerrada por las medidas de prevención del coronavirus.Francisco Seco (AP)

Las cosas de las que nos solíamos ocupar los periodistas científicos siguen ocurriendo. Un bosque submarino nos revela un tesoro de posibles medicamentos del futuro único en el mundo. La imagen de un agujero negro que dio la vuelta al mundo hace un año escondía revelaciones sobre el universo que solo ahora empezamos a imaginar. Los neandertales comían mariscos y delfines. Los cigarrillos electrónicos se estrellan contra los organismos reguladores de medio planeta. Pero todas esas noticias se perderán como lágrimas bajo la lluvia de coronavirus que se nos ha venido encima. Ahora mismo nadie puede pensar en otra cosa, y quizá la pregunta más acuciante que nos hacemos todos es cuándo y cómo se acabará esta pesadilla.

Sobre el cuándo, cada vez tenemos menos idea. Mayo/junio parece una buena apuesta, pero seguimos sin tener los datos para calcularlo de manera fiable. El Gobierno persiste en informarnos a diario, y con lujo de decimales, de unas cifras de muertos y contagiados que son erróneas y no sirven de gran cosa, y las Administraciones, por alguna razón incomprensible, nos siguen hurtando los números más importantes para los científicos, como la distribución por franja de edad y sexo o el número total de infectados, que obviamente son muchos más de los 94.417 registrados el martes en las cifras oficiales.

Hay cálculos matemáticos muy solventes que los cifran en medio millón, y el Imperial College de Londres y la Universidad de Oxford elevan esa estimación a siete millones. Podemos dar veinte vueltas a una mesa redonda discutiendo sobre unos millones arriba o abajo, y debemos hacerlo. Pero carece de sentido utilizar unos datos garrafalmente erróneos para extraer conclusiones sobre la evolución de la pandemia en España, que si los casos aumentan pero se desaceleran, que si ahora ya no se desaceleran, que quizá se deba al retraso con que las comunidades autónomas notifican sus cifras por el parón del fin de semana, que ya les vale, y otras consideraciones deprimentes por obtusas. Necesitamos pruebas serológicas del virus, a cascoporro, y también necesitamos que el Gobierno nos diga cuántas se están haciendo. Empiezo a detectar un cabreo generalizado de la comunidad científica por toda esa falta de trasparencia. Sanidad debe rectificar su rumbo.

Lo mejor que podemos hacer por el momento es mirar a la experiencia asiática

Sobre el cómo se acabará la crisis, lo mejor que podemos hacer por el momento es mirar a la experiencia asiática. Dennis Normile informa en Science que la mayor parte de China ha regresado a algo parecido a la normalidad después de tres meses de control estricto. Sube la manufactura, vuelven los atascos y tres de cada cuatro trabajadores han regresado a sus puestos. También hay que decir que el virus surgió y se propagó sobre todo en la ciudad de Wuhan y su provincia de Hubei (60 millones de habitantes), y que allí la recuperación va más lenta que en resto del país. Hagan sus cálculos, mientras esperamos los datos.

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