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Eduardo Labarca, biógrafo de Allende: “Todos los seres humanos somos santos y demonios a la vez”

El autor de ‘Salvador Allende. Biografía sentimental’ publica a sus 86 años ‘Pésima memoria, antes de antes y después del después’, una autobiografía atípica

Eduardo Labarca en Santiago de Chile, el pasado 28 de enero.
Eduardo Labarca en Santiago de Chile, el pasado 28 de enero.SOFIA YANJARI
Ana María Sanhueza

Pocos personajes chilenos relatan historias como las del escritor y periodista Eduardo Labarca (Santiago, 1938), quien conoció a Salvador Allende cuando él era adolescente y el socialista un político cuarentón; vivió parte el exilio en la Unión Soviética trabajando en el programa Escucha Chile de Radio Moscú y entrevistó a antiguos lanzas chilenos internacionales, que robaban billeteras en el metro en Europa. Eso, por contar solo algunos pasajes de su vida. Y aunque su último libro se titula Pésima memoria, antes de antes y después del después (Catalonia) —una autobiografía atípica en la que recorre sin un orden cronológico Chile y el mundo—, Labarca está lejos de ser alguien que recuerde poco. Al contrario.

Labarca nació en Chile, pero por el trabajo de su padre, quien era muy amigo de Allende y solía redactar minutas para sus discursos, vivió de niño en Argentina y Francia. En Santiago, cuando militaba en el Partido Comunista (PC) —dice que dejó el PC en 1991 cuando Gladys Marín “apoyó el golpe contra Gorbachov”— estudió derecho en la Universidad de Chile, donde postuló, sin suerte, para presidir la federación estudiantes, junto otro alumno que aspiraba a la vicepresidencia, Ricardo Lagos, quien presidió Chile entre el 2000 y 2006. Su profesor de derecho administrativo era entonces un joven parlamentario: Patricio Aylwin, quien lideró La Moneda entre 1990 y 1994. “En clases, Aylwin me decía ‘señor Labarca’, muy formal, pero cuando yo llegaba al Senado [para reportear para El Siglo, diario del PC], nos tratábamos de tú. Todo con respeto”, recuerda.

Labarca conoció a Allende cuando era senador y él tenía 14 años. Lo llamaba tío e iba seguido a su casa. “Allende era maceteado, ancho de cogote, de cabeza cuadrada. La gente decía que era bajo, pero no era así: era corpulento porque había hecho mucha natación y boxeo”. “Era muy agradable, con mucho sentido del humor. Le hacía bromas a sus amigos. Los llamaba por teléfono haciéndose pasar por otra persona. Y no tenía odios: él tenía rivales políticos, pero no consideraba a nadie sus enemigos. Lo que sí, es que tenía pololas”.

De niño participó en las campañas de Allende. Se reencontró con él en La Moneda, cuando Labarca era reportero de la radio Portales, “que quiso tener a un ñato [un tipo] de izquierda”, y luego en el programa de televisión A esta hora se improvisa. Tras el golpe de Estado de 1973 Labarca salió al exilio: vivió en la Unión Soviética durante ocho años, donde estuvo en Escucha Chile, un espacio “contra Pinochet” con el que “salvamos muchas vidas”, rememora. Luego partió a Francia y después a Austria, y fue traductor para Naciones Unidas. A Chile volvió 40 años después, en 2013, a vivir a Las Cruces, un balneario a unos 120 kilómetros de Santiago.

Labarca sostiene un ejemplar de su autobiografía 'Pésima memoria: antes de antes y después de después'.
Labarca sostiene un ejemplar de su autobiografía 'Pésima memoria: antes de antes y después de después'.SOFIA YANJARI

Su primer libro, Chile invadido, rompió récords de venta en 1968, pues destapó, recuerda, la conspiración extranjera que después se develó en el derrocamiento de Allende. En 1971 publicó Chile al rojo y en 1972 Corvalán 27 horas, basado en conversaciones con Luis Corvalán, secretario general del PC. Labarca transitó de la escritura periodística a la ficción, con las novelas Butamalón. El origen sangriento de Chile en 1995 y Cadáver tuerto en 2005. En 2007 irrumpió con Salvador Allende. Biografía sentimental, un superventas que le costó las críticas de varios conspicuos personajes de la izquierda chilena pues abordó al líder de la Unidad Popular mucho más allá de su faceta política. “Allende tenía su esposa, la Tencha, pero en cada etapa de su vida tuvo un affaire extramarital, pero no secreto. Él tenía amores, relaciones sentimentales. Tenía mucho cariño por la Tencha, una relación especial en la que ella convivió con esto. Pero él se iba al norte, y en su comitiva iba la favorita del momento, generalmente eran mujeres inteligentes, cultas y, en algunos casos, las incorporaba al comando; en otros, viajaba con ellas”, dice.

Pésima memoria será su último libro. “Con este, yo me despido. Seguramente, voy a seguir escribiendo artículos, pero no otro libro”, dice. Lo antecedieron otros tres: Lanza internacional en 2014; Los 50 del lanza y La rebelión de la Chora, novelas basadas en historias de ladrones chilenos, conocidos como lanzas por su rapidez para robar, que conoció mientras vivía en Europa y los visitó en la cárcel. “Los vi [en el metro] y los caché [detecté] altiro [de inmediato]”, cuenta. “Eran totalmente pacíficos y no tenían nada más que habilidad para robar. Pero los que andan ahora, que son sus nietos o bisnietos, esos sí andan con pistola”. “Los lanzas chilenos, los antiguos, eran gente de puro ingenio: robaban billeteras, carteras, pero no mataban a nadie. Tampoco se emborrachaban, porque si alguno lo hacía, no lo dejaban en el grupo. Tenían que estar impeque [impecables], bien vestidos. Por ejemplo, la Yuyito [Ruth Galdames] le robó [en los 70] en el metro de Nueva York la billetera a un alto funcionario del FBI. Esos eran nuestros lanzas”.

Cuando terminó estas tres novelas pasó al siguiente libro, Pésima memoria, del que sus primeros apuntes fueron en “papelitos y servilletas”. “Sentí que quería hacer un balance, pero no me interesa en absoluto dejar una imagen simpática de mí, ni algo lleno de adornos. Porque este no es un libro sobre mi vida, sino sobre lo que yo he aprendido del mundo”.

Pregunta. ¿Y qué ha aprendido?

Respuesta. Que los seres humanos somos genios. Pertenecemos a los tres grandes simios: el gorila, el orangután y el Homo sapiens. Geniales desde que salimos de la selva, del desierto o las grutas, pero desde ese momento, generación tras generación, hemos ido apoderándonos de este planeta. Hemos creado maravillas, pero junto con eso, hemos sido de una criminalidad espantosa. El ser humano, desde que tuvo una piedra para matar una ovejita y no morirse de hambre, después le dio con esa piedra al vecino en la cabeza. Y todos los pasos y adelantos han sido para atacar a otros.

Y agrega, a sus 86 años: “Este libro no es para irse a la cama, leer cuatro paginitas y dormir bien. Es para dormir mal. Porque en los seres humanos, junto con la creatividad, está la guerra. Yo, por ejemplo, no duermo por la guerra de Ucrania o por Gaza. Yo creo que cuando se dice ‘el hombre es el lobo del hombre’, se está calumniando al lobo, pero no al hombre. Porque cuando se dice que algo es inhumano, la guerra, el exterminio, es lo más humano que hay. Todos los seres humanos somos santos y demonios a la vez, y esa es mi manera de ver el mundo y es lo que quiero transmitir en este libro”.

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Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.
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