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Alfredo Sepúlveda: “Entre 1925 y 2001, no hay periodista famoso en Chile que no se haya ido preso”

El autor de la ‘Historia del Periodismo en Chile’, lanzado en julio, aborda las complejidades y la evolución de la prensa, su relación con la política, la irrupción de las mujeres y la persecución

Alfredo Sepúlveda en Santiago, Chile, en julio de 2024.
Alfredo Sepúlveda en Santiago, Chile, en julio de 2024.SOFIA YANJARI
Ana María Sanhueza

Durante cuatro años, el periodista Alfredo Sepúlveda (Santiago, 54 años) investigó sobre los orígenes de la prensa chilena, desde La Aurora de Chile, el primer diario (1812-1813) creado por fray Camilo Henríquez, hasta la irrupción de las redes sociales. Fue mientras daba clases en distintas universidades que se dio cuenta que no había un relato unificado reciente sobre la contundente trayectoria de cientos de periódicos, su relación con el poder y la política y de muchos de sus protagonistas, entre ellos decenas de mujeres que tuvieron un papel clave y a quienes les costó entrar a las salas de redacción y que se les reconociera. Pero que, con el tiempo, se convirtieron en mayoría. Así es como surgió La Historia del Periodismo en Chile (Sudamericana), un libro lanzado en julio y que aparece 68 años después de la última publicación que aborda por completo el tema, Prensa y periodismo en Chile (1812-1956), de Raúl Silva Castro (1903-1970).

Sepúlveda es periodista, escritor y profesor de la Universidad Diego Portales, y cursa un magíster en historia. Trabajó durante más de 20 años en el diario El Mercurio, hasta que decidió dar un paso y trabajar como académico. Es autor de varios libros, entre ellos Bernardo, una biografía de O´Higgins; La Independencia, seis crónicas históricas; Breve historia de Chile, de la última glaciación a la última revolución y La Unidad Popular, los mil días de Allende y la vía chilena al socialismo.

El periodista recibe a EL PAÍS es su oficina en el centro de Santiago. Recuerda que cuando usaba en sus clases el texto de Silva Castro, a quien describe como “todo un caballero” y a su libro de 1956 como “una obra monumental y detallista en extremo”, también se percató de que había dejado fuera algunas publicaciones: “Ignora los diarios que no le gustaban. Escribe en medio del fenómeno del diario Clarín (1954 y 1973), que desprecia. Clarín era sensacionalista, pero yo le llamo prensa popular comercial”.

Sepúlveda dice que, independiente del tema que convoca su investigación, su nuevo libro está lejos de ser solo para periodistas. “Al principio estaba con esa duda. Y después me dije: bueno, el periodismo es como la democracia, te rodea y no hay nadie que sea ajeno como público. Así que sospecho que es de interés general”. Y cuenta que mientras lo escribía, y hablaba, por ejemplo, de Luis Hernández Parker, Premio Nacional de Periodismo 1954, pensaba que los chilenos, al leer su nombre, “se irían acordando de su relación vital con el periodismo y con los periodistas, pues es algo difícil de olvidar”.

En su revisión encontró datos llamativos del siglo XlX: “Hubo un periodismo muy importante, exagerado para la cantidad de gente que vivía en Chile y para la cantidad de diarios que había por el nivel del alfabetismo. Fue porque invertían en imprentas cada vez más modernas que les permitían hacerlo mucho más rápido”. Y pese a que eran muchos los periódicos, “fueron siempre un negocio relativamente pobre. Las descripciones que hay de la prensa del XIX es que eran lugares muy sucios, pues la imprenta y las salas de redacción estaban juntas. Se reporta que había sofás totalmente arruinados y mesas viejas. Pero el negocio en esa época era la influencia en el sistema político, no era plata para llevarse al bolsillo”.

Una temática que, cuenta, le pareció especialmente interesante, fue la aparición de las mujeres en el periodismo. “Es un temazo. Ocurre con el periodismo universitario a partir de los años 50, que genera un cambio cultural que es loco y muy rápido, pues pasa a ser una profesión fundamentalmente masculina, con grandes excepciones que son importantes, a ser una casi igualitaria pues las matrículas en las escuelas fueron con una presencia femenina mayor, que salen de la universidad en los 50 y 60″. Y agrega: “Eso fue bonito. Y fue interesante también saber por qué las mujeres no entraron antes, y eso fue porque era considerada en ese entonces como una profesión bohemia, ligada a la noche, y de mucha pobreza. No era una ocupación para la época que fuera para ‘una dama’”.

El libro 'Historia del periodismo en Chile', mostrado por el autor Alfredo Sepúlveda.
El libro 'Historia del periodismo en Chile', mostrado por el autor Alfredo Sepúlveda. SOFIA YANJARI

Sin embargo, hubo excepciones, y muy relevantes, que llegaron al periodismo, previamente, de carreras como pedagogía e idiomas. “Así entra Lenka Franulic (1908-1961), quien fue Premio Nacional de Periodismo 1957. Es la única mujer en cargos de jefatura en los años 40, 50 y 60. Llegó a ser la directora de la revista Ercilla, pero duró un año en el cargo pues tenía cáncer”.

Periodistas perseguidos

En su investigación, Alfredo Sepúlveda ahondó en la persecución a los periodistas en la historia chilena. “La figura de la policía entrando a las imprentas de los diarios se repitió varias veces en los años cuarenta y cincuenta. Cuando en 1954 el célebre periodista Luis Hernández Parker (o Hachepé) recibió el Premio Nacional de Periodismo, la Policía de Investigaciones concurrió a su casa para escoltarlo a la estación de trenes: el presidente Carlos Ibáñez había decretado su relegación a Aysén por haber dado unas informaciones en su programa de radio que no fueron de gusto del mandatario, pero que, bajo la consigna de que podrían constituir alguna forma de sedición, facultaban que se le detuviera y se le enviara a otro lugar”.

Y enfatiza que el peor periodo de restricción a la libertad de expresión “fue la dictadura militar [1973-1990], porque eso implicó asesinatos. Pero el siglo XX, en general, fue muy complejo para el ejercicio del periodismo, porque desde el año 1925 hasta el 2001 no hay periodista famoso que no se haya ido preso, pues enfrentaban la amenaza de cárcel por lo que escribían [en 2001 se derogó una norma de la Ley de Seguridad Interior del Estado]. Esa fue una constante, aunque la dictadura lo exacerba todo pues los militares hacen una cuestión criminal”.

En el régimen militar, añade, hubo “toda una legislación de decretos, leyes y cuerpos legales” que dictó, pero “no las inventó, sino que las aumentó”, pues también las recogió del pasado, puntualiza. Y recuerda en su libro que, en la víspera del plebiscito de 1988, en el que finalmente se impuso la opción No a la dictadura de Pinochet, había 25 periodistas de medios de comunicación de oposición procesados por la justicia militar o civil, entre ellos Mónica González, Juan Pablo Cárdenas, Fernando Paulsen, Alberto Gamboa, Abraham Santibáñez y Patricia Verdugo.

Esa constante de persecución en la historia chilena, dice Sepúlveda, venía de muchos años atrás. Un caso olvidado, y que él recuerda en su libro, fue el homicidio en 1932 del periodista Luis Mesa Bell. “Había descubierto que funcionarios de la Policía de Investigaciones (en ese entonces dependiente de Carabineros) habían asesinado a un joven profesor de izquierda. Mesa Bell, militante del partido Nueva Acción Pública, de ideología socialista, dirigía la revista Wikén, y en sus páginas había expuesto a los culpables del asesinato, con nombre y apellido: la crema y nata de la unidad policial en Valparaíso”. “Lo molieron a golpes y lo dejaron tirado en una acequia”.

El brutal crimen, sin embargo, “no fue una restricción que impidiera al periodismo desarrollarse. Los periodistas de esta época daban por hecho que iban a caer en la cárcel alguna vez”, dice Alfredo Sepúlveda.

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Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.
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