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El acercamiento de Sánchez a Torra recrudece la ofensiva de la oposición

PP y Ciudadanos censuran el diálogo entre el Gobierno y la Generalitat, mientras el Consejo de Ministros se celebra en Barcelona y aprueba medidas sociales con altercados en las calles

La reunión del Consejo de Ministros en Barcelona, este viernes.Foto: atlas | Vídeo: Massimiliano Minocri / atlas
Miquel Noguer

En la calle, altercados sin pasar a mayores. Entre el Gobierno y la Generalitat, política de gestos sin verdadera sintonía. Y duros ataques de PP y Ciudadanos. La reunión del Consejo de Ministros de este viernes en Barcelona aprobó medidas de calado social como la subida de todos los sueldos públicos y el salario mínimo, al tiempo que recrudeció el enfrentamiento entre el Ejecutivo y la oposición. PP y Ciudadanos ven en las medidas del presidente Pedro Sánchez hacia la Generalitat una “traición” y una “humillación” para el conjunto de España. El Ejecutivo aprobó medidas de carácter simbólico en un clima enrarecido por las protestas del independentismo que, si bien no lograron paralizar Barcelona, acabaron con 62 contusionados (de ellos, 35 mossos) y 13 detenidos.

El encuentro del jueves entre Sánchez y el presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el que se apostó por la vía dialogada para encauzar la crisis catalana, planeó sobre un Consejo de Ministros cuya celebración en Barcelona obedecía a la voluntad del Gobierno de descentralizar su actuación, en un claro gesto hacia la Generalitat. El Ejecutivo aprobó además varias medidas con un fuerte simbolismo. Sin embargo, la espiral de enfrentamientos de las últimas semanas, culminadas con la apuesta de Torra por la vía eslovena para llegar a la independencia, crispó el clima en Cataluña hasta el punto de que el independentismo vio la reunión como una “provocación”, mientras la oposición de PP y Ciudadanos criticó con la máxima dureza al presidente del Gobierno por su supuesta “claudicación” ante el secesionismo.

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La reunión del Consejo de Ministros tuvo lugar en una Barcelona blindada por más de 9.000 policías y marcada por las protestas independentistas, pacíficas en su mayor parte, pero con altercados entre los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR) y los Mossos d’Esquadra cuando los primeros intentaron romper —con activistas encapuchados— los cordones de seguridad que protegían la reunión gubernamental. Hubo 13 detenidos y hasta 62 contusionados; entre ellos, 35 mossos. Y un periodista fue agredido por un miembro de esos colectivos del independentismo antisistema. La manifestación vespertina, con unas 40.000 personas, acabó sin incidentes.

El Gobierno hizo una valoración “muy positiva” de la reunión de ayer, como también la hace del encuentro del jueves entre Sánchez y Torra. La portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, insistió en que su apuesta servirá para “encauzar políticamente las relaciones con Cataluña”. Los contactos con la Generalitat durante los últimos seis meses “han dado sus frutos con medidas concretas”, dijo.

A pesar de los evidentes costes —con un clima cada vez más enrarecido con la oposición en Madrid y las críticas cada vez menos veladas de los barones socialistas—, Sánchez confía en reconstruir así el bloque que le permitió ganar la moción de censura. Su equipo intenta alargar la legislatura y sostiene que los puentes entre Barcelona y Madrid permitirían reeditar esa alianza después de las próximas elecciones.

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Desgaste del presidente

En las filas socialistas, sin embargo, no se esconde la preocupación por el desgaste que sufre Sánchez cada vez que intenta un acercamiento hacia Torra y su Gobierno por más que deje claro que cualquier medida que se aborde con la Generalitat será “en el marco de la seguridad jurídica”, como reza el documento pactado con la Generalitat. El problema de la ambigüedad del documento acordado radica en que, mientras para el Gobierno esa seguridad jurídica impide ir más allá de un nuevo Estatuto para Cataluña, la Generalitat sigue persiguiendo el objetivo de un referéndum de independencia. Y sigue negándose a decir con claridad que abandona la vía unilateral que el año pasado motivó la intervención de la autonomía.

En el entorno del presidente Sánchez se asumen esos riesgos como una suerte de mal necesario para llevar adelante su compromiso de reabrir el diálogo con la Generalitat pese a todos los recelos, que son muchos. Fuentes de La Moncloa insistían anoche en que las protestas no impidieron el normal desarrollo del Consejo de Ministros. “No hemos visto ni rastro del asedio y de la ratonera que algunos anticipaban”, decían en relación con las manifestaciones y altercados. Las mismas fuentes insistían en seguir trabajando con la Generalitat pese a las críticas de la oposición: “Mal vamos si dialogar es visto como una claudicación”.

Pero las consecuencias del acercamiento de Sánchez a Cataluña, sean las que sean, llegarán en el medio plazo. En el corto, el Gobierno aprobó ayer varias medidas de alto voltaje simbólico para esa comunidad. Rebautizó el aeropuerto de El Prat como Josep Tarradellas (primer presidente de la Generalitat tras el franquismo), revocó la sentencia condenatoria del expresidente republicano Lluís Companys y concedió algo más de 100 millones para inversión en infraestructuras. El Govern, que llevaba varios días acumulando declaraciones destinadas a rebajar la tensión, minimizó el alcance de esas medidas. “Para tomar acuerdos menores quizás no hacía falta venir [a Barcelona]”, dijo la consejera portavoz, Elsa Artadi.

El discurso del Rey

Pero si el deshielo vuelve a vislumbrarse en Barcelona, la situación se inflama en Madrid. Ya antes del anuncio de las medidas del Gobierno en relación con Cataluña tanto el PP como Ciudadanos formularon duras críticas al Ejecutivo. Según el líder del PP, Pablo Casado, el diálogo con Torra significa “el inicio de la ruptura con la soberanía nacional”. Para Albert Rivera, de Ciudadanos, ese encuentro es una “irresponsabilidad histórica” y supone aceptar “la tesis del separatismo”.

El Ejecutivo salió de Barcelona a primera hora de la tarde sin dar ninguna muestra de querer cambiar el rumbo respecto a Cataluña. No solo habrá más reuniones del Consejo de Ministros fuera de Madrid —las próximas serán en Alicante y Mérida— sino que habrá nuevos gestos de distensión dirigidos específicamente a Cataluña. El próximo movimiento a tener en cuenta llegará este lunes, con el discurso de Nochebuena del rey Felipe VI.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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