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Los Mossos cargan para evitar que radicales independentistas ocupen el Parlament

La manifestación de Barcelona para conmemorar el 1 de octubre acaba con disturbios en las calles

Vídeo: ATLAS

El independentismo más radical ha desbordado este lunes a los partidos mayoritarios y a la propia Generalitat y ha provocado escenas de tensión en las calles de Barcelona al enfrentarse con los Mossos d’Esquadra. Los radicales intentaron ocupar el Parlament y asediaron la jefatura de policía de Via Laietana, en el centro de Barcelona. La tensión acumulada por la conmemoración de la consulta ilegal del 1-O fue creciendo durante toda la jornada y amenaza con provocar una crisis institucional de primer orden. Los Mossos han manifestado su descontento con el Gobierno de Quim Torra por su apoyo a los sectores más radicales.

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Torra y su Gobierno, el más independentista que ha existido en Cataluña, han descubierto este lunes en carne propia lo que supone el repudio por parte de sus propias bases, que consideran que sus gobernantes han traicionado el “espíritu del 1 de octubre” al no desobedecer abiertamente a las instituciones del Estado. En plata: los consideran flojos. Entre gritos de “desobedeced o dimitid”, Torra presidió anoche la culminación de una masiva manifestación independentista que comenzó de manera totalmente pacífica, pero que una minoría acabó por radicalizar. Los Mossos querían evitar cargar contra los manifestantes, por más que algunos de estos intentaron romper los cordones de seguridad de la comisaría de la Policía Nacional en la Via Laietana, y acabaron saltándose los controles para llegar hasta las puertas del Parlament. Alrededor de las 10 de la noche hubo cargas policiales que consiguieron desalojar a los radicales, pero que agravan la sensación de que el Gobierno catalán, los partidos independentistas y las entidades civiles que hasta ahora han liderado el movimiento ya no lo controlan plenamente.

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Las cargas de los Mossos han sido el colofón de una jornada extremadamente tensa. Torra intentó congraciarse con los sectores más radicales en un intento de preservar la unidad del independentismo, muy maltrecha desde que el pasado sábado los Mossos ya cargaran contra manifestantes secesionistas que intentaban impedir una manifestación de policías nacionales en Barcelona. “Apretáis, hacéis bien en apretar”, espetó Torra a primera hora de la mañana a un grupo de activistas de los denominados Comités de Defensa de la República (CDR) próximos a la CUP y a los sectores más radicales. Eso no impidió que sectores de los CDR aprovecharan la primera manifestación de la mañana para pedir la dimisión del presidente de la Generalitat. Horas más tarde, otra manifestación, en este caso de estudiantes, ampliaba sus exigencias de cese al consejero de Interior, Miquel Buch, a quien consideran responsable de las cargas policiales del sábado. Pero la tensión alcanzó las máximas cotas al filo de las 10 de la noche en el Parlament y la jefatura de policía de Via Laietana.

Hasta ahora el punto de división en el secesionismo estaba entre los partidarios de bajar la tensión para sumar adeptos a la causa, encabezados por ERC, y los defensores de mantener la tensión, liderados por Torra en Barcelona y por el expresidente Carles Puigdemont desde Waterloo (Bélgica). En las últimas jornadas el protagonismo lo han tomado los más radicales, cercanos a la CUP y a formaciones extraparlamentarias, que piden abiertamente aplicar sin contemplaciones el supuesto “mandato” de la consulta del 1-O. El riesgo, del que incluso han advertido mandos de los Mossos, es que estos sectores están convenientemente alentados por Torra, que las últimas semanas les ha apoyado animándoles incluso a mantener una acampada reivindicativa justo enfrente del Palau de la Generalitat. Esos sectores, muy crecidos, consideran ahora que Torra les ha traicionado con las cargas policiales del sábado y las que la noche de este lunes se repitieron en Barcelona. La unidad independentista está fracturada y pesan todo tipo de incógnitas, incluso, sobre la estabilidad del Gobierno de Torra, que precisamente hoy se enfrenta al debate de política general, el más importante del año. Si esa sesión plenaria ya se presentaba complicada por las incógnitas sobre cómo se aplica la suspensión de los diputados encausados, ahora pesan también todo tipo de dudas sobre la figura de Torra y su capacidad para mantener el control de las bases independentistas más radicales.

Los CDR pidieron la dimisión del president por las cargas policiales, pero los partidos de la oposición lo hicieron por el apoyo que Torra dio durante la jornada de este lunes a estos grupos radicales. El líder del PP, Pablo Casado, denunció que Torra ha cruzado “otra línea roja” con este apoyo e “incitando a la confrontación” con la “kale borroka de los CDR que, a su juicio, se asemejan a los comités de defensa de la revolución en Cuba. La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, consideró “indigno” en un país democrático que el presidente ejerza de “cabecilla” de los CDR, al “animarlos a seguir con sus actos violentos” y sus “intimidaciones”.

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El Gobierno central intentó rebajar la tensión antes de los incidentes de la noche que, además de Barcelona, también alcanzaron Girona. El ministro de Fomento y dirigente del PSOE, José Luis Ábalos, confirió una “importancia relativa” a las declaraciones de Torra, alentando las acciones de los CDR, ya que, según dijo, al Gobierno le “importan las acciones más allá de los discursos”.

Desde sectores independentistas más moderados hubo llamadas a la calma y peticiones de que el movimiento no se deje arrastrar por la violencia callejera de una minoría. Estos sectores son conscientes de que nada puede ser más nocivo para los políticos que se encuentran en prisión preventiva que una escalada violenta en vistas del juicio. “Si van encapuchados no son del 1-O. Si usan la violencia no son del 1-O”, dijo el expresidente Carles Puigdemont minutos después de las escenas de tensión. Pero la sensación es la contraria: las capuchas y la violencia acaban de irrumpir en el procés.

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