Reflexión cinéfila sobre Lavapiés
El Reina Sofía proyecta una serie de cintas que abordan la idiosincrasia del barrio
En Bajarse al moro (Fernando Colomo, 1989) Chusa, interpretada por Verónica Forqué, vive por la calle de Cabestreros, planeando un viaje a Marruecos en busca de hachís del bueno. En la terraza del edificio de enfrente suelen tocar unos músicos gitanos: son los miembros de la banda Pata Negra, de Raimundo Amador. Es una vida disoluta y soleada. El telón de fondo de esta comedia costumbrista es el Lavapiés asilvestrado de finales de los ochenta, un puñado de calles que desde siempre parecen arrastrar el carisma y el conflicto, y cuya cambiante idiosincrasia se ha reflejado con frecuencia en el celuloide.
El ciclo de cine Lavapiés, Lavapiés. ¿Quién te ha visto y quién te ve?, programado por Ana Useros y Chema González, se está celebrando este verano en el Museo Reina Sofía. Durante el mes de julio ha recogido las películas que tratan específicamente de la vida en el barrio. Hoy comienza la segunda parte, en la que se proyectarán otros filmes internacionales que, sin estar necesariamente ubicados en Lavapiés, sí que tratan las problemáticas que allí se dan: la gentrificación, la especulación inmobiliaria, la turistificación, el activismo político o los dilemas de la inmigración.
“Lavapiés es uno de los corazones de la cultura popular en Madrid”, dice João Fernandes, subdirector del Reina Sofía. “Es un barrio castizo con una historia y un presente impresionantes, donde conviven de manera hermosa varias comunidades. Desde el museo queremos ser más transparentes, más cercanos, desarrollar una cultura de proximidad. Mediante este ciclo queremos que los vecinos puedan construir un mejor conocimiento del barrio”.
Algunas de las películas proyectadas hasta ahora son la citada Bajarse al moro; Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951), que relata la llegada del éxodo rural al barrio; El verdugo (Luis García Berlanga, 1963), que, con Lavapiés de fondo, critica la miseria moral de la España de la época, y Paseo por los letreros de Madrid (Basilio Martín Patino, 1968), en la que el cineasta intenta desentrañar Madrid a través del nombre de sus calles.
Lavapiés ha ido mutando desde la imagen que dan estas películas. “Hoy el barrio es un laboratorio social increíble”, dice Fernandes. “Además de diversas identidades, confluyen artistas, grupos de teatro, librerías, creando un mosaico interesante. Como en tantas ciudades, eso atrae a un turismo estereotipado. Sería interesante que la gente que viaje pueda comprender y respetar esas identidades, descubrir las diferencias y huir de la uniformización”.
Hoy se proyectará la película Las manos sobre la ciudad (Francesco Rosi, 1963), que trata el tema de la especulación inmobiliaria en Nápoles. Otras proyecciones durante el resto del mes son The Yes Men (Dan Ollman, Sarah Price y Chris Smith, 2004), sobre el grupo de arte de denuncia homónimo, similar a los movimientos activistas que se desarrollaron en Lavapiés en los años noventa (como se relata en el libro Space Invaders, de Jesús Carrillo, que presentará la película); El otro lado de la esperanza (Aki Kaurismäki, 2016), sobre el drama de los refugiados sirios, y Tous au Larzac! (Christian Rouaud, 2001), cuyo tema es la defensa de la tierra campesina frente a la expropiación para ampliar un campo militar en la llanura francesa de Larzac.
¿Morirá el barrio de éxito y se convertirá en un barrio clónico a otros barrios y ciudades en la aldea global? “Creo que Lavapiés es un territorio lleno de dilemas y conflictos que se van a manifestar en el futuro, pero la situación todavía está abierta, no estamos condenados”, dice Fernandes. “Ciclos como este pueden servir de alerta: conocer la historia y los problemas a través de un arte como el cine nos permite construir una memoria y una conciencia colectiva”.
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