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Búhos reales para mantener a raya a los conejos

El Canal de Isabel II intenta controlar de forma natural la superpoblación de roedores alrededor de sus depuradoras

Esther Sánchez
Búhos reales que controlarán la población de conejos en una depuradora de Móstoles.
Búhos reales que controlarán la población de conejos en una depuradora de Móstoles.Canal de Isabel II

La depuradora de La Reguera, en Móstoles, tiene nuevos inquilinos: tres búhos reales, todavía pequeños, a los que se espera aclimatar al medio para que se conviertan en el azote de los conejos que invaden las instalaciones, en las que encuentran condiciones inmejorables de habitabilidad. Si lo logran, el Canal de Isabel II extenderá el método a otros lugares. “Las depuradoras son como islas donde los conejos anidan, viven, encuentran comida y se reproducen con muchísima rapidez”, explica Miguel Ángel Gálvez, subdirector de Depuración de la empresa pública. También visitan los sembrados cercanos a la búsqueda de alimento.

En su afán de transformar el lugar en la casa adecuada, horadan el terreno llenándolo de agujeros que ya han provocado a los operarios más de una torcedura de tobillo. Pero el mayor problema se produce en sus múltiples entradas y salidas del perímetro de la depuradora, porque hacen saltar las alarmas (sensores volumétricos y de movimiento) de seguridad. Son tantas ocasiones, que llega un momento en el que el Canal de Isabel II no sabe si se trata de un conejo o de un ladrón en busca del preciado cobre. Solución: control poblacional. ¿Cómo? “La única forma hasta ahora era pidiendo permiso a la consejería, que nos mandaba a cazadores o nos sugería utilizar procedimientos químicos, es decir, veneno”, explica Gálvez.

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El ensayo de otra fórmula más natural y menos tóxica con el medio para acotar la población de roedores ha derivado en este proyecto piloto con búhos reales —un ave rapaz de gran porte— con el que se pretende mantener a raya a las poblaciones de ratones, conejos o insectos con la participación de las organizaciones ecologistas Grefa y Brinzal. También se han instalado ocho perchas para que se posen otras aves rapaces y facilitar que cacen conejos y roedores, sin que aniden allí. El efecto sería doble: por un lado, eliminarían a los conejos de forma eficiente y natural; por otro, ejercerían un poder intimidatorio sobre ellos, convirtiéndose, en cierto modo, en un anticonceptivo natural al frenar su ritmo de crecimiento debido al estrés.

Fernando Garcés, secretario general de Grefa, explica que en este proyecto se utiliza el método llamado hacking,que consiste en la suelta de ejemplares jóvenes para reintroducirlos en el medio sin que estén en contacto con el ser humano. “Durante semanas los alimentamos, y la idea es que reconozcan el lugar como su nido y su territorio”, añade. Poco a poco se les reduce la comida.

“Se reproduce en cierta medida el comportamiento de los padres de las aves, que cuidan a los pollos hasta que, cuando ya están preparados para afrontar la vida, desaparecen e incluso les expulsan de su territorio”, describe Garcés. Su organización persigue con este proyecto plantear un control biológico de grandes roedores, como ratas y conejos. Al mismo tiempo, intentarán atraer a otras pequeñas aves insectívoras como el avión común o el vencejo, además del cernícalo común y la lechuza.

Los tres búhos, que todavía no han salido de la caja nido, llegaron a las instalaciones de Grefa en el Monte de Majadahonda después de ser rescatados en el campo. “Entran muchos pollos de diversas especies entre febrero y mayo, pero para estos proyectos pueden proceder de la cría en cautividad”, añade. Ahora es el momento de la espera. Cuando crezcan y comiencen a campar a su antojo “esperamos que vuelvan o se queden por el entorno”. Porque el objetivo es que estén ahí, al menos por la zona, donde cuentan con un hábitat favorable “con un arroyo interesante, árboles y zona de pinar”, concluye Garcés.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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